Ponga una Pippi en su vida
La serie fue una bocanada de aire fresco en pleno tardofranquismo
No me acuerdo muy bien ni qui¨¦n era pero se acerc¨® a mi mesa en la redacci¨®n y en medio de una monta?a de papeles descubri¨® una taza de cer¨¢mica blanca con la cara estampada de Pippi Calzaslargas, sonriente, con sus tiesas trenzas pelirrojas y su mirada traviesa.
¡ª?Qu¨¦ chula! ?Me la das? ¡ªme pregunt¨® esa persona mientras acariciaba el vaso, lleno de bolis.
¡ª?Por supuesto que no! ¡ªrespond¨ª asombrada ante tama?a desfachatez. No solo por el atrevimiento, que tambi¨¦n, sino porque esa taza, que compr¨¦ en Suecia y ha sobrevivido a no s¨¦ cu¨¢ntos traslados, forma parte del imaginario de mi infancia. Y de una serie que entonces me hizo feliz y que casi 50 a?os despu¨¦s a¨²n me hace reir.
Aquella ni?a loca, irreverente y rebelde me fascin¨® y me hizo feliz
Quiz¨¢ por irreverente y rebelde, Pippi Langstrump reun¨ªa todas las virtudes posibles y ten¨ªa la vida m¨¢s perfecta que yo pudiera imaginar: viv¨ªa sola y sin miedo con un caballo blanco con topos negros, Peque?o T¨ªo, y un mono, Se?or Nelson; no iba al colegio; era muy amiga de sus vecinos Tommy y Annika; arrasaba en la tienda de dulces comprando golosinas con las monedas de oro del cofre que ten¨ªa en casa; hu¨ªa siempre de la T¨ªa Pastelius; y se re¨ªa tanto de la torpe pareja de polic¨ªas como de la de ladrones que tanto ansiaban robarle el tesoro de su padre, el marino que viv¨ªa en los mares del Sur.
Aquella vida, aquella paz, aquella ni?a loca me fascin¨® tanto como puso los pelos de punta a mi madre que en cu¨¢nto pod¨ªa se avalanzaba sobre el aparato de televisi¨®n para apagarlo. Pippi pod¨ªa reunir todas las cualidades a los ojos de un ni?o pero quiz¨¢ no tantas para los de un adulto cuando se la ve¨ªa caminar por las paredes; iba en casa en patinete; saltaba de un precipicio porque dec¨ªa que era capaz de volar o com¨ªa con las manos tumbada en la cama.
Un canto a la naturaleza
A?o de estreno y origen. Suecia, 1969. En Espa?a, 1974.
Actor/ actriz protagonista. Inger Nilsson,
Edad al verla y situaci¨®n.
Nueve a?os. Con mi hermana, los s¨¢bados por la ma?ana cuando la emit¨ªan en TV1.
La mejor escena.
La escena en que Pippi salta como una rana al r¨ªo y nada a toda velocidad para ir a rescatar al Se?or Nelson que est¨¢ sobre un tronco r¨ªo abajo.
Serie que ve actualmente. Chernobyl..
Fue desde luego una bocanada de aire fresco en pleno tardofranquismo ¡ªla primera emisi¨®n en TVE es de 1974¡ª y me atrap¨® tanto que all¨ª me qued¨¦, en esos episodios de verano que parec¨ªan filmados en tiempo real, donde se escuchan los p¨¢jaros, el viento, el ruido del mar, del r¨ªo y que han resistido, al menos para m¨ª, con esa m¨¢gica serenidad, el paso del tiempo. No quiero recordar la enorme decepci¨®n que sufr¨ª cuando Lecturas public¨® a?os despu¨¦s de que la serie se hiciera popular en Espa?a una entrevista con unas fotos con Inger Nilsson, la actriz, entonces ya una chica joven obviamente sin trenzas, disfraz ni sus medias de colores.
Nada de lo que vino despu¨¦s para los ni?os que crecimos con dos canales de televisi¨®n ¡ªHeidi; Marco o Mazinger Z¡ª super¨® para m¨ª nunca a Pippi. Y con su recuerdo conviv¨ª y, por una vez, me hice fetichista: al juego de cartas infantil se le sumar¨ªa despu¨¦s bolsas, llaveros, camisetas, que a¨²n me pongo, y mu?ecas. Las ¨²ltimas incorporaciones, entre ellas mi taza, las adquir¨ª en 2004 en el parque dedicado a Pippi en Vimmerby, en Suecia. En ese complejo l¨²dico est¨¢n todos los escenarios, las casas y las calles de la serie sin faltar un enorme Peque?o T¨ªo de cart¨®n piedra al que no sin verg¨¹enza no pude evitar montar.
Pero tras ese escaparate feliz, la historia de Astrid Lindgren, la celeb¨¦rrima autora del cuento, tan traducida como el propio Andersen, tiene un punto de amargura. La pel¨ªcula Conociendo a Astrid remueve su duro pasado cuando tuvo que huir de Vimmerby ¡ªuna ciudad tan severa que un domingo por la tarde parec¨ªa ya sin vida¡ª como madre soltera, tuvo que dejar unos a?os a su beb¨¦ en adopci¨®n hasta que lo recuper¨®. Su desbordante imaginaci¨®n le sirvi¨® para ganarse a aquel ni?o y entretener despu¨¦s a su segunda hija enferma de un pulm¨®n con las historias de Pippi.
Adorada por los ni?os de medio mundo, Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Langstrump tiene valores tan universales como el amor por los animales (conviv¨ªa con dos), a la naturaleza (capaz de dar sepultura a un pajarito), a la amistad (incondicional de Tommy y Annika), la generosidad (compart¨ªa golosinas con todo el colegio). Y todo revestido de rebeld¨ªa e irreverencia hacia el poder (T¨ªa Pastelius, los polic¨ªas y los cacos a quien m¨¢s de una vez daba de comer). Ante tanto prodigio de esa ni?a que se negaba a ser adulta, ?no pondr¨ªan tambi¨¦n una Pippi en su vida?
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