Por una democracia al servicio de la gente
Las normas deben estar en equilibrio con los derechos humanos y la voluntad popular
Vvimos tiempos intensos en los que han desaparecidos las certezas, y donde la fatiga de la democracia representativa es uno de los retos de una forma de gobierno que, a pesar de los avances, se adentra por caminos no siempre uniformes.
Hoy, D¨ªa Internacional de la Democracia, no podemos silenciar la presencia de sombras ampliadas por el auge de la extrema derecha y los totalitarismos, que alimentan las causas de la desafecci¨®n democr¨¢tica, y a las que debemos plantar cara precisamente con m¨¢s democracia; con pol¨ªticas inclusivas y valientes, y hacerlo de la mano de las nuevas formas de organizaci¨®n de la sociedad civil.
Conozco de cerca la transici¨®n en Sud¨¢frica, un proceso que parec¨ªa casi imposible, y que triunf¨® gracias a la idea de Nelson Mandela de que, en libertad, nada es posible de forma parcial. Las libertades deben ser completas. La democracia, por tanto, tambi¨¦n debe serlo. Dos siglos antes del milagro sudafricano, Thomas Paine ya aseguraba que no se puede ignorar la voluntad del pueblo, y tampoco bloquear los derechos fundamentales. Lo situaba en un marco hist¨®rico concreto: la construcci¨®n de un espacio democr¨¢tico por parte de las trece colonias brit¨¢nicas de Am¨¦rica del Norte con la proclamaci¨®n de independencia de 1776, en Filadelfia, a la que se a?adir¨ªa la Declaraci¨®n de Derechos del Hombre de Virginia.
Unos a?os antes, Montesquieu ya advirti¨® de que ¡°una cosa no es justa porqu¨¦ sea ley¡±. ?Esto conlleva que queramos situarnos por encima de la ley? No. Significa que, en una democracia leg¨ªtima, nos posicionamos al lado de las leyes justas. Las normas deben estar en equilibrio con los derechos humanos y la voluntad popular, y tienen como objetivos proteger la democracia y hacer posible, a la vez, el ejercicio de mecanismos como el derecho a decidir nuestro futuro colectivo.
En algunas democracias consolidadas la participaci¨®n directa es pr¨¢ctica habitual. En las elecciones presidenciales de 2018 en los Estados Unidos, los ciudadanos estaban llamados a las urnas para escoger el nuevo inquilino de la Casa Blanca y, tambi¨¦n, para opinar en unas setenta consultas sobre el control de armas, la pena de muerte o la legalizaci¨®n de la marihuana, entre otros temas. Si saltamos a Europa, este a?o los suizos han aprobado en refer¨¦ndum limitar la posesi¨®n de armas. Todas estas votaciones no han bloqueado el engranaje democr¨¢tico de estos dos pa¨ªses, una de las cr¨ªticas que se podr¨ªa hacer a las decisiones sin intermediarios.
¡°La voluntad del pueblo ser¨¢ la base de la autoridad de gobierno¡±, sostiene la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos de la ONU. Es justamente esta la idea que debe guiarnos si queremos fortalecer democr¨¢ticamente nuestras sociedades. Hace pocas semanas tuve la ocasi¨®n de explicar en la sede de Naciones Unidas la reacci¨®n del Estado espa?ol al refer¨¦ndum del 1-O, el rechazo al di¨¢logo por parte del Gobierno de Madrid y el mal uso de los conceptos de legalidad y Estado de Derecho para restringir la democracia.
A pesar de tener una visi¨®n global, la ONU se pronuncia a menudo sobre los retos locales. En el caso catal¨¢n, el grupo de trabajo sobre la detenci¨®n arbitraria ha pedido la liberaci¨®n inmediata de las presas y presos pol¨ªticos. En esta l¨ªnea, el Gobierno catal¨¢n sigue alineado al lado de los que luchan por unas leyes justas, con respeto a los derechos humanos y la voluntad popular.
En estos tiempos intensos, la democracia debe ser capaz de abordar las desigualdades econ¨®micas y sociales desde ¨®pticas innovadoras, y debe dar respuesta a desaf¨ªos como el choque clim¨¢tico, la inmigraci¨®n o las desigualdades norte-sur. La democracia, por ¨²ltimo, debe saber gestionar unas complejidades donde las constelaciones pol¨ªticas pueden ir m¨¢s all¨¢ de los modelos que conocemos.
Alfred Bosch Pascual es el consejero de Acci¨®n Exterior de la Generalitat.
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