Celtiberia Punk
Su ausencia de pretensiones y la vigencia de los desequilibrios que denuncian convierten muchas canciones de La Polla Records en saludables oportunidades del derecho al pataleo
Si parpadeas, te lo pierdes. Las canciones de La Polla Records se sucedieron este s¨¢bado por la noche a una velocidad endiablada sobre el escenario de la Plaza de Toros de Valencia. Tanta que un simple pesta?eo ya pod¨ªa hacerle perderse a cualquiera de las cerca de 6.000 almas presentes alguna de las casi 50 ¨Cs¨ª, 50¨C erupciones de punk picapedrero que la banda alavesa dej¨® caer en el primero de sus ocho conciertos de regreso, excepci¨®n hecha del aperitivo sorpresa que ofrecieron el s¨¢bado pasado en una sala de Vitoria. Evaristo P¨¢ramos y los suyos har¨ªan pasar a Lou Reed, aquel que dec¨ªa que tocar m¨¢s de tres acordes supon¨ªa dejar el rock para adentrarse en el jazz, por un virtuoso.
Es curioso que una banda tan del siglo XX haya tenido que volver a reunirse precisamente por una causa tan del siglo XXI: la gesti¨®n de los derechos digitales de su repertorio motiv¨® el reencuentro, la disoluci¨®n de rencillas y un nuevo tour, saldado hasta el momento con expectativas desbordadas (doblete en los cuatro grandes recintos de las cuatro ciudades) y casi todo el papel vendido a cerca de 40 pavos el ticket, motivo de chascarrillo malicioso entre algunos fans escocidos que est¨¢n, pese a todo, dispuestos a comulgar de rodillas y con la boca bien abierta con la rentable autoreinvindicaci¨®n de estos cinco viejos anarquistas de Salvatierra. Si ya sus venerables gur¨²s, los Sex Pistols, se reunieron hace m¨¢s de veinte a?os en una gira que bautizaron como del lucro indecente, ?por qu¨¦ no hacerlo ellos tambi¨¦n, que adem¨¢s no hab¨ªan sido hasta ahora especialmente diestros en la administraci¨®n de su legado?
La Polla Records y El Drogas en concierto
Gira Ni descanso, ni paz!
Plaza de Toros de Valencia, viernes 20 de septiembre de 2019
Al frente, la sempiterna estampa aguerrida de Evaristo, m¨¢s acostumbrado en los ¨²ltimos tiempos a hablar sobre lo divino y lo humano que estrictamente sobre m¨²sica. Un tipo mitad agitador y mitad buf¨®n: esa suerte de versi¨®n hispana de tot¨¦micos histriones del punk como Jello Biafra o John Lydon. Corriendo de un lado a otro del escenario como un animal enjaulado, repartiendo esputos con terca generosidad y reincidiendo en simular una masturbaci¨®n tal que si fuera un mandril sometido a exasperante cautiverio. Quiz¨¢ el mayor tocacojones del rock patrio, a sus 59 tacos. Se parti¨® el culo a costa del lenguaje inclusivo, nos pregunt¨® si en Valencia tenemos alcalde o alcaldesa y nos felicit¨® ¨C con evidente mala leche ¨C por acoger una base militar americana. Todo en orden, vaya.
Su inalterable concepci¨®n del punk es monol¨ªtica: un pu?ado de himnos sostenidos sobre hormigonados riffs de guitarra, sonido sin florituras (ni falta que hac¨ªan) y ejecuci¨®n anfetam¨ªnica para canciones que apenas rebasan los dos minutos, algunas con el jubiloso y celtib¨¦rico desv¨ªo tabernario marca de la casa (Lucky Man For You, Chica Y¨¦ Y¨¦ u Hoy vamos a explicar la palabra feo). Las pocas que pasaban de tres parec¨ªan baladas, m¨¢s que medios tiempos. Se sucedieron con la contundencia de un martillo hidr¨¢ulico o una m¨¢quina trepanadora, convirtiendo el albero del coso en un enloquecido pogo, con miles de cuerpos en gozosa colisi¨®n unos con otros, como hac¨ªa mucho tiempo no se ve¨ªa en el mismo recinto. A pi?¨®n. Los ¨²nicos respiros fueron un receso en el que, con la banda recuperando fuelle, el personal se entretuvo al ritmo del cl¨¢sico de los a?os cincuenta Stupid Cupid, de Neil Sedaka y Howard Greenfield (en voz de Connie Francis) y ya muy al final con el Up Round The Bend de Creedence Clearwater Revival sonando a modo de despedida, tras casi dos horas extenuantes, que tuvieron pr¨®logo en la actuaci¨®n de Enrique Villarreal El Drogas, combinando temas de su etapa en solitario con cl¨¢sicos de Barricada. No hubo vuelta al ruedo, claro. Pero se estuvo bastante m¨¢s cerca de eso que de una visita a la enfermer¨ªa.
Es f¨¢cil caer en la tentaci¨®n de archivar el febril aliviadero s¨®nico de La Polla Records en el ba¨²l de las toscas reliquias del siglo pasado, oportunamente desempolvadas tras 16 a?os de cauteloso barbecho. Pero tanto su desarmante ausencia de pretensiones ¨Clo que ves es lo que hay, sin m¨¢s¨C como la triste vigencia de muchos de los desequilibrios que denuncian en sus letras desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas, con la clase pol¨ªtica carcomida y la media a¨²n en el despe?adero, hacen de Mi generaci¨®n, Eutanasia, Come mierda, Europa, Gol en el campo, Mundo cabr¨®n, La soluci¨®n final u Odio los partidos un pu?ado de saludables oportunidades para invocar un sano derecho al pataleo. Y as¨ª liberar bilis y quemar toxinas, ya de paso. Qu¨¦ menos.
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