Sensacional Blanca Portillo en el TNC
La popular actriz salva el montaje de 'Mrs. Dalloway', de Virginia Woolf, dirigido por Carme Portaceli.
Si se busca aut¨¦ntica emoci¨®n en el montaje de Mrs. Dalloway dirigido por Carme Portaceli -en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) hasta el 4 de enero-, hay que tener paciencia. La adaptaci¨®n de la gran novela de Virginia Woolf, firmada por Michael De Cock, Anna Maria Ricart y la propia Portaceli, falla en el tono, el ritmo y la ambientaci¨®n con aires de modernidad que desdibujan el profundo retrato del alma de Clarissa Dalloway. Es en sus mon¨®logos cuando, en una maravillosa actuaci¨®n, Blanca Portillo transmite la emoci¨®n interior de la protagonista, y con ella, el alma de la propia Woolf.
Quiz¨¢ en un escenario m¨¢s acogedor todo funcione mejor, pero en la inmensidad de la Sala Gran del TNC, la escenograf¨ªa de Anna Alcubierre parece la secci¨®n de muebles de jard¨ªn de unos grandes almacenes: mesas de madera, sillas, plantas y cortinas en un gran espacio por el que pasean, bailan y corren unos personajes que solo cobran vida a r¨¢fagas. La culpa no es de los actores, sino de la fallida actualizaci¨®n temporal de un relato ambientado originalmente en el periodo de entreguerras.
Todo lo que hace la actriz respira frescura y hace sincero, cre¨ªble y conmovedor un personaje que, cuando baja a la platea, convierte a los espectadores en invitados a la fiesta en una escena memorable.
Woolf recorre 24 horas de la vida de una dama de la alta sociedad inglesa que prepara una fiesta para su marido: en un juego temporal de flash-backs marcado por las horas que toca la campana del reloj del Big Ben, evoca las relaciones sentimentales y el paso del tiempo en la vida de Clarissa.Y no deja de ser curioso ver el marco de modernidad desactiva claves esenciales en el contexto social y pol¨ªtico que refleja una novela que fue innovadora en su tiempo por la forma y el tono al tratar el feminismo, la represi¨®n sexual, la hipocres¨ªa moral, el vac¨ªo existencial y el suicidio.
En los soliloquios de la se?ora Dalloway se palpan los estados de ¨¢nimo de una mujer que, al recordar sus ilusiones, sue?os y amores de juventud, topa con el vac¨ªo de una vida insustancial en un matrimonio en el que enterr¨® su propia libertad. Es un personaje fr¨¢gil que pierde emoci¨®n en una puesta que resulta superficial por su af¨¢n de parecer moderna a toda costa. Hay canciones y m¨²sica en directo, a cargo de los actores, bailoteos, saltos y carreras por el inmenso escenario de siete personajes que hilvanan escenas entre los mon¨®logos de la protagonista. Hasta el reencuentro de la se?ora Dalloway con su primer amor (Peter) pierde fuelle en un di¨¢logo largo en exceso.
Blanca Portillo est¨¢ inmensa. Todo lo que hace respira frescura y hace sincero, cre¨ªble y conmovedor un personaje que, cuando baja a la platea, convierte a los espectadores en invitados a la fiesta en una escena memorable. Funciona bien el resto del reparto, en especial Inma Cuevas (Sally) como amor de juventud, y Gabriela Flores como la escritora Ang¨¦lica, personaje que sustituye, como alter ego de la propia Woolf, al emocionalmente devastado exsoldado Septimus del relato original y que, como tambi¨¦n hiciera la c¨¦lebre escritora, busca en el suicidio una v¨ªa de liberaci¨®n frente a una muerte en vida.
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