Imposible soberan¨ªa alimentaria
Nada es totalmente nuestro, propio, y m¨¢s en una isla sin nada ni nadie en el origen

Las comidas habituales de los primeros isle?os nacieron con la primera escritura sobre la tierra, que limpiaron y peinaron en un orden campesino de micro huertos, jardines, campos de cereales. Era una incierta cocina elemental de subsistencia, de recursos del entorno, de kil¨®metro 0, antes del sistema m¨¦trico y de las normas antiglobalizaci¨®n. Los parajes rurales, reiterados, han sido contempor¨¢neos del pasado m¨¢s lejano, un legado finito.
En el estreno de la agricultura, la cultura fundacional, la agr¨ªcola, aquella espont¨¢nea y no inventariada primitiva organizaci¨®n de la vida local y quiz¨¢s de una cierta historia com¨²n isle?a, est¨¢n las ra¨ªces de casi todo: las primeras hierbas silvestres probadas, setas y caracoles, esp¨¢rragos, hinojo, plantas educadas y frutales definidos, injertados. Pronto lleg¨® el tr¨¢fico y canje de pies de vi?a e injertos de olivo para acebuche, grano y frutos, en rutas por el Mediterr¨¢neo. Mucho m¨¢s tarde, el color, el sabor y la materia alimentaria popular llegaron de Am¨¦rica.
No sabemos casi nada cierto de los inicios, de las comidas y de la cocina antigua aut¨®ctona, m¨¢s all¨¢ de la magra recolecta de frutos de mar litorales, hierbas comestibles, quesos y poca caza. Pero se magnifica en exceso la cocina ¨¦tnica, tradicional, popular, de identidad como exclusiva, antigua, territorial, se?orial, de convento o pobre.
El relato y la consagraci¨®n de las identidades culinarias se derrumban pronto porque las comidas y los platos nacieron y se desarrollaron transversales, globales. Quiz¨¢s es cierta la manera, la costumbre y la socializaci¨®n de las comidas hechas ¡°a la manera de¡±. Nada es totalmente nuestro, propio y m¨¢s en una isla sin nada ni nadie al origen.
?De d¨®nde es el tomate de ramellet del pa amb oli o del tremp¨®? ?Y el piment¨®n que dio color natural y cur¨® la sobrasada? ?De d¨®nde son las patatas? Esto y mucho m¨¢s vino de fuera, de lejos, no es aut¨®ctono, local. Pasaron cientos y cientos de a?os hasta que llegaron esas grandes novedades e impactaron sobre comidas y pastas que parecen tan simb¨®licas.
Quiz¨¢s fue con la reiterada conquista m¨ªnima del espacio rural, quitar piedras, matas y matorrales, hacer hoyos, trasladar tierra, cuando empez¨® la escenograf¨ªa con firma an¨®nima que avanz¨® sobre la naturaleza para producir a?adas lentas e inciertas, de hoja y ra¨ªz m¨¢s ¨¢rboles educados.
La colonizaci¨®n de la naturaleza posibilit¨® a los primeros reci¨¦n llegados a las islas una dieta que no depend¨ªa de la suerte y del tiempo, la habilidad para cazar o pescar y pudieron acumular alimentos con fecha de caducidad. Solo con la sal y el sol, el humo y el vinagre, el aceite, se pod¨ªan conservar los alimentos y hacerlos perdurables.
Esta narraci¨®n de la ordenaci¨®n campesina dictada sobre la superficie de la isla ha durado hasta ayer, siglos; era cambiante, ef¨ªmera y c¨ªclica, pero insistente. Los innovadores usaron con azadas y arados de madera y piedra para punzar la superficie de la isla. Una agricultura incierta, experimental, m¨¢s el juego espor¨¢dico de la caza, la pesca o la recolecta de frutos, vainas y hierbas.
El paisaje artificial que proced¨ªa de la prehistoria, con su estructura atrapada sobre la propiedad y la explotaci¨®n de un grueso de cuatro palmos de tierra, ya no tiene raz¨®n. Existe la necesidad, pero no hay agricultores ni mercado. Los ¨²ltimos herederos de la tradici¨®n, de la sociedad de campesinos, labradores, hortelanos casi se han extinguido y, por eso, el consumo y la alimentaci¨®n son continentales o ultramarinos, como se llamaban las tiendas de comestibles con novedades ex¨®ticas.
La autosuficiencia alimentaria de los residentes ¡ªsoberan¨ªa alimentaria dicen con condimento simb¨®lico, pol¨ªtico¡ª se desvaneci¨®. El sistema campesino, antiguo e industrial, colaps¨®, la historia lo explicar¨¢.
Es una utop¨ªa intentar activar cultivos y huertos, la ganader¨ªa, las plantas de transformaci¨®n, pescadores, ganader¨ªas y mataderos. Faltan redes de distribuci¨®n, precios competitivos y falta reconquistar al consumidor. En la mesa de la sociedad de la abundancia, la propuesta aut¨¢rquica es un imposible.
Esos desconocidos que eran parientes nuestros araban la isla en peque?as parcelas, trozos dicen todav¨ªa, para sembrar y cultivar, guardar, vender (y repartir a medias con el propietario). Trabajaban para tener alimentos distintos, seguros, para sobrevivir.
Cinco mil a?os despu¨¦s, las ¨²ltimas escrituras sobre los mismos espacios humanizados son casi siempre de olvido, ventas y registros catastrales y testamentos. El escombro rural no pierde valor. En Ibiza, lo contaba Cristina Tur en IB3, para rescatar alg¨²n paisaje primitivo y las actividades del campesinado se subvencionan todas las acciones posibles: labrar, sembrar, cosechar, cuidar los frutales y el pasto de ganado.
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