Derrocando al capitalismo
El presidente Boric declar¨®, como si estuviese en un div¨¢n ante un psicoanalista, que una parte de ¨¦l quiere derrocar al capitalismo en Chile. Su deseo ¨ªntimo se refiere no tanto al capitalismo como al neoliberalismo
En el contexto de su gira por varios pa¨ªses europeos, el presidente Gabriel Boric declar¨®, como si estuviese en un div¨¢n ante un psicoanalista, que una parte de ¨¦l quiere derrocar al capitalismo en Chile. Esta opini¨®n, emitida en una entrevista con el programa HardTalk de la BBC, provoc¨® en algunos analistas y pol¨ªticos chilenos desconcierto, dado que no resulta entendible que el presidente opine de ese modo cuando lo que est¨¢ buscando en esa gira es atraer a inversionistas extranjeros. Para otros, fue un sentimiento de molestia el que prim¨®, al reconocer una incongruencia entre la opini¨®n de Gabriel Boric y su condici¨®n de presidente.
Hay que tomar en serio su opini¨®n. Es importante considerar que el individuo privado Gabriel Boric es un gran lector con una larga trayectoria de activista estudiantil, quien a veces omite su condici¨®n de presidente, por definici¨®n la de un hombre p¨²blico, al no percatarse que sus opiniones personales producen consecuencias cuando son expresadas en p¨²blico. En este caso, se trata de un presidente que opina, genuinamente, sobre las injusticias del capitalismo y su deseo ¨ªntimo de superar esta forma general de organizaci¨®n de la vida econ¨®mica y social.
M¨¢s all¨¢ de la incongruencia entre el hombre p¨²blico que busca seducir a grandes inversionistas para que inviertan en Chile, y el hombre privado que tiene una opini¨®n formada sobre el capitalismo y sus efectos estructurales sobre la desigualdad, la justicia y la dignidad humana, lo relevante es que el presidente Boric instala un tema de inmensa importancia para todas las izquierdas, chilenas, latinoamericanas y europeas. Para convencerse de la importancia de lo que el presidente expres¨®, tan solo reparemos en el paulatino retorno de la palabra capitalismo en el discurso pol¨ªtico y en la literatura para nombrar lo que antes se llamaba, sin mayores precisiones, neoliberalismo. Si el presidente hubiese emitido la misma opini¨®n hablando tan solo de neoliberalismo, de seguro la reacci¨®n de pol¨ªticos y analistas hubiese sido mucho m¨¢s recatada. Tal vez no habr¨ªa sido noticia. Pues bien, es en esta distinci¨®n entre capitalismo y neoliberalismo en donde reside lo esencial.
Interrogarse acerca del derrocamiento del capitalismo (un p¨¦simo t¨¦rmino que, as¨ª enunciado, remite a un acto pol¨ªtico ¨Cdel tipo golpe de Estado¨C impensable para derribar a un sistema econ¨®mico) equivale a formularse la preguntarse por la ruptura con el capitalismo y, en ¨²ltima instancia, por la revoluci¨®n. Si esa es la pregunta, como creo que en alg¨²n sentido lo es, entonces es necesario despejar el halo conceptual en el que la pregunta se inserta, un halo que admite todo tipo de sesgos, confusiones y equ¨ªvocos. A decir verdad, al leer la entrevista del presidente Boric se infiere que el derrocamiento al que ¨¦l alude est¨¢ referido a una forma de organizaci¨®n particular del capitalismo, eso que llamamos neoliberalismo para caracterizar a un modo exacerbado de extracci¨®n de valor sobre cosas y, especialmente, derechos.
Qu¨¦ duda cabe que en las formas m¨¢s extremas del capitalismo neoliberal (el chileno es un excelente ejemplo), es normal que los derechos sociales se transformen en mercanc¨ªas, es decir, en cosas transables sobre las que es posible lucrar en un mercado, aboliendo la naturaleza de lo que es un derecho social que, por definici¨®n, es abstra¨ªdo del poder del mercado para transformar lo que es un derecho en una mercanc¨ªa. Si los derechos sociales se transforman en mercanc¨ªas, ello se debe a que el goce de esos derechos se encuentra condicionado por requisitos referidos a la capacidad de pago de los individuos o de las familias, lo que quiere decir que el goce de un mismo derecho social (pongamos por caso el tratamiento de una patolog¨ªa en salud) depender¨¢ del monto de la cotizaci¨®n del individuo en nombre de ¨¦l o de su familia.
Si esto es as¨ª, entonces puede entenderse que en Chile una misma patolog¨ªa pueda ser tratada, eventualmente en una misma cl¨ªnica, exigiendo copagos de muy distinta magnitud dependiendo del monto de dinero que el cotizante ha aportado a su plan de salud. ?C¨®mo no ver, entonces, que este sistema individualizado de goce de derechos sociales distorsiona profundamente el concepto mismo de derecho social universal en funci¨®n de la capacidad de pago de planes que son propuestos por instituciones privadas de salud (las ISAPRES), lo que se traduce en formas de acceso a prestaciones en salud en distintas velocidades y calidades, en donde el sistema p¨²blico es el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil para los grupos m¨¢s desfavorecidos?
Pero esto no es todo: la organizaci¨®n neoliberal de los derechos sociales no solo distorsiona lo que un derecho universal quiere decir, sino que adem¨¢s produce modificaciones cognitivas considerables en los individuos, al verse ¨¦stos inducidos a calcular la satisfacci¨®n de sus necesidades en salud en funci¨®n de sus capacidades econ¨®micas de pago. No puede ser entonces un motivo de sorpresa que, en r¨¦gimen neoliberal, el principio de solidaridad sea integrado como principio de satisfacci¨®n m¨ªnima de necesidades vitales: como compasi¨®n.
Pues bien, si el caso de la salud es un excelente ejemplo para provocar indignaci¨®n ante lo que es una verdadera expropiaci¨®n de un derecho social, lo mismo se puede decir acerca de la educaci¨®n y las pensiones. Volviendo entonces al deseo ¨ªntimo del presidente Boric de derrocar el capitalismo: la desnaturalizaci¨®n del derecho a la salud que permite que ¨¦ste se transforme en mercanc¨ªa, ?es el resultado de la operaci¨®n del sistema capitalista propiamente tal? La respuesta es no, o mejor dicho no totalmente: lo que el ejemplo de la privatizaci¨®n de la salud y de la conducta calculadora e individualizante que el sistema induce es el resultado no del capitalismo propiamente tal, sino de una forma particular y especialmente radical de su propia organizaci¨®n: el neoliberalismo.
De lo anterior se sigue, l¨®gicamente, que el deseo ¨ªntimo del presidente Boric se refiera no tanto al capitalismo, sino al neoliberalismo. De haber derrocamiento del neoliberalismo, o mejor dicho de materializarse una salida del neoliberalismo, ?hacia d¨®nde esta conduce? Evidentemente que la salida del neoliberalismo no conduce al socialismo (un t¨¦rmino que describe un ideal de sociedad, o si se quiere una forma de utop¨ªa que se origina en un ideal de fraternidad y cooperaci¨®n universal): para que fuese posible una salida del neoliberalismo conducente a la entrada al socialismo, se necesita tener claridad de lo que se entiende por socialismo y, sobre todo, de la importancia de disponer de un modelo alternativo al capitalismo. Pues bien, ese modelo alternativo no existe. Por consiguiente, la salida del neoliberalismo solo puede conducir al capitalismo en alguna de sus variantes (eso que la literatura especializada describe como variedades de capitalismo).
Una de esas variantes es la socialdemocracia y los distintos tipos de Estado de bienestar a los que puede dar lugar, en donde se materializa no solo la universalidad de los derechos sociales, sino tambi¨¦n los modos de institucionalizaci¨®n de la protecci¨®n social, la importancia del trabajo en relaci¨®n con el capital y tantas otras cosas. ?C¨®mo no ver, entonces, que la socialdemocracia en sus distintas expresiones a lo largo de la historia es la ¨²nica alternativa al neoliberalismo, incluso para las nuevas izquierdas (del tipo Frente Amplio chileno, Podemos espa?ol y La Francia Insumisa francesa) cuya ret¨®rica rupturista conduce inevitablemente a restaurar la promesa defraudada por la socialdemocracia de los treinta gloriosos a?os que se iniciaron en 1945 y que colaps¨® a partir de la d¨¦cada de los 80, mediante la revoluci¨®n monetarista y la consiguiente debacle del keynesianismo?
Es as¨ª de importante y compleja la opini¨®n del presidente Boric: m¨¢s all¨¢ de las incongruencias de su formulaci¨®n, su opini¨®n en forma de pregunta es tan esencial como existencial, en donde las respuestas son conceptualmente complejas, pero pol¨ªticamente bastante m¨¢s simples de lo que uno cree: es llegar y observar el panorama mundial de los gobiernos de izquierdas, en donde novedades sustantivas no hay, aunque s¨ª experimentos (como el chileno) cuyo destino es alguna forma de Estado de bienestar en alg¨²n tipo de socialdemocracia.
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