Los bueyes
Durante el estallido social de 2019, la clase pol¨ªtica identific¨® a la Constituci¨®n como el problema. Y nos embarcamos en este largo proceso que ni siquiera sabemos si terminar¨¢ hoy
De imponerse la opci¨®n a favor, los chilenos tendr¨¢n frente a s¨ª la sexta Constituci¨®n desde que el pa¨ªs se transform¨® en un Estado-naci¨®n independiente. De los cinco textos anteriores, solo tres se pueden jactar de haber organizado, efectivamente, la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, pues estuvieron en vigencia muchas d¨¦cadas. Son los textos promulgados en 1833, 1925 y 1980. Este ¨²ltimo corresponde a la Con...
De imponerse la opci¨®n a favor, los chilenos tendr¨¢n frente a s¨ª la sexta Constituci¨®n desde que el pa¨ªs se transform¨® en un Estado-naci¨®n independiente. De los cinco textos anteriores, solo tres se pueden jactar de haber organizado, efectivamente, la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, pues estuvieron en vigencia muchas d¨¦cadas. Son los textos promulgados en 1833, 1925 y 1980. Este ¨²ltimo corresponde a la Constituci¨®n vigente (la que seguir¨ªa en caso de que se imponga la opci¨®n en contra), que fue reformada profundamente en 2005.
Todas estas constituciones reflejaron efectivamente un cambio en el r¨¦gimen pol¨ªtico del pa¨ªs. Todas ellas, tambi¨¦n, fueron la salida a periodos de violencia revolucionaria extrema: dos de ellos de derecha y uno de izquierda. La de 1833, que consagr¨® un sistema presidencial fuerte, con poderes parecidos a los del antiguo soberano espa?ol, fue parida por la guerra civil de 1830. La de 1925 fue la respuesta a una serie de golpes y golpecillos de Estado promovidos por militares j¨®venes y que recog¨ªan las nuevas demandas de intervenci¨®n del Estado en la econom¨ªa, la llamada cuesti¨®n social. La de 1980 fue la consagraci¨®n de las ideas de la dictadura militar que se impuso a sangre y fuego en 1973: un sistema econ¨®mico de mercados abiertos y abiert¨ªsimos, la exclusi¨®n de la izquierda marxista y una tutela oficial de las Fuerzas Armadas sobre el sistema democr¨¢tico. En 1989 se elimin¨® la exclusi¨®n y en 2005, la tutela.
Enfrentamos, los chilenos de 2023, un paradigma raro, si se mira nuestra historia. Es cierto que este largu¨ªsimo proceso constituyente que lleva ya cuatro a?os y una propuesta ya rechazada por la poblaci¨®n en 2022, se inici¨® bajo el fuego y la violencia callejera del estallido de 2019, y en eso no hay novedad: en Chile las constituciones aparecen como la ropa pasada por cloro que limpia de sangre los graves enfrentamientos revolucionarios que cambian el r¨¦gimen pol¨ªtico. Pero la verdad es que el impulso por una nueva Constituci¨®n estaba presente, aunque en forma minoritaria en la sociedad, de antes, y ya se hab¨ªa expresado en el segundo Gobierno de Michelle Bachelet, quien envi¨® un proyecto de nueva Constituci¨®n al Congreso casi en el ¨²ltimo d¨ªa de su mandato. La tesis que recorr¨ªa esta posici¨®n era que la Constituci¨®n de 1980 (o 2005), adem¨¢s de ser supuestamente imposible de cambiar (porque permanec¨ªan los cerrojos de la dictadura, es decir, los alt¨ªsimos qu¨®rums necesarios para reformas sustantivas) era ileg¨ªtima dado su origen dictatorial. Hab¨ªa tambi¨¦n un problema evidente: el sistema pol¨ªtico no estaba funcionando. Esto deb¨ªa ser cambiado por un nuevo pacto social democr¨¢tico. Una asamblea constituyente, no el Congreso, que ya entonces gozaba del discutido m¨¦rito de tener aprobaciones ciudadanas inferiores al cinco por ciento, ten¨ªa que llevar adelante la tarea.
Nadie se deja sacar una muela si esta no le duele. Cuando el asunto doli¨®, en 2019, la carta de cambio constitucional surgi¨® como la cirug¨ªa m¨¢xima que evitar¨ªa que la violencia se convirtiera en un ba?o de sangre tipo Pinochet. Entonces, la clase pol¨ªtica identific¨® a la Constituci¨®n como el problema. Y nos embarcamos en este largo proceso que ni siquiera sabemos si terminar¨¢ hoy.
Esto es a todas luces un fracaso por donde se le mire, antes de que se emita hoy el primer voto. Desde 2019, violencia y pandemia mediante, el pa¨ªs solo se ha ido hacia abajo en todos los ¨ªndices econ¨®micos y sociales, mientras que el odium theologicum se apoderaba de los dos intentos de redacci¨®n constitucional que se llevaron a cabo mediante sendas asambleas constituyentes electas por votaci¨®n popular: la primera controlada por la izquierda radical, la segunda ¨Caunque menos ex¨®gena a la tradici¨®n chilena¨C controlada por la derecha radical. Resultado: ni el texto vigente ni el propuesto representar¨¢n un pacto social real, amplio y consensuado, que es lo que se busc¨® desde un principio y lo ¨²nico que ten¨ªa alg¨²n sentido. Lo que emerja a partir del lunes ser¨¢ una estocada m¨¢s de un rival a otro en un feudo de sangre pol¨ªtico que ya nadie sabe c¨®mo empez¨® ni por qu¨¦ y tampoco a nadie le importa.
Pero, como dice un cl¨¢sico del lenguaje coloquial chileno, uno ara con los bueyes que tiene. No hay otra clase pol¨ªtica fuera de la que ya existe, pero (esto es fundamental) tampoco hay otro pueblo fuera del que hoy habr¨¢ votado cinco veces, en dos procesos distintos, para darse una nueva Constituci¨®n. Entonces es bastante evidente que la v¨ªa democr¨¢tica para la obtenci¨®n del pacto social redaccional est¨¢ agotada. Y lo es tambi¨¦n que otros caminos ¨Cel populista o el autoritario¨C son peligros¨ªsimos adem¨¢s de inmorales: son la deriva antidemocr¨¢tica que ha alcanzado a tantos pa¨ªses.
Acaso el futuro es m¨¢s simple: consiste en la aceptaci¨®n de que el pacto social escrito, el vigente o el nuevo, ser¨¢ una Constituci¨®n feble. En un acto de realismo extremo, los bueyes deber¨¢n saber arar as¨ª. No es lo ¨®ptimo, pero es lo real. Pienso, empero, que no todo est¨¢ perdido. En estos a?os, y pese a todo, Chile se ha sostenido en una tradici¨®n democr¨¢tica no escrita, que implica la preservaci¨®n de instituciones, h¨¢bitos y costumbres (la Presidencia de la Rep¨²blica, el bicameralismo, las libertades p¨²blicas, el traspaso pac¨ªfico del poder) que constituyen una especie de ley com¨²n t¨¢cita. Tal vez sea la tradici¨®n oral y no la escrita, la que nos haga fuertes frente a las amenazas que se nos avecinan.