La pulsi¨®n autoritaria
En el caso chileno, la elecci¨®n venezolana ha despertado lo peor de una izquierda aplastada por el tiempo y la historia
Hace exactamente una semana, Venezuela celebr¨® una elecci¨®n presidencial cuyo resultado es incierto: ante la auto-atribuci¨®n del triunfo por el dictador Nicol¨¢s Maduro sin aportar ninguna prueba (avalado por el Consejo Nacional Electoral, un ¨®rgano te¨®ricamente aut¨®nomo, cuya decisi¨®n fue refrendada por el Tribunal Supremo de Justicia), el candidato opositor Edmundo Gonz¨¢lez respondi¨® con la propuesta de publicar el 80% de las actas de escrutinio, las que arrojar¨ªan n¨²meros demoledores a favor de la victoria opositora. Ante este estado de cosas, solo queda una soluci¨®n: contrastar p¨²blicamente las actas, unas contra otras, de cada una de las 30.026 mesas de votaci¨®n, frente a alg¨²n juez imparcial. Lo que es incre¨ªble en esta elecci¨®n, cuya operaci¨®n en tres actos diferentes fue notablemente bien explicada por el portal de Euronews y de la BBC), es que el ¨®rgano regulador de las elecciones no sinti¨®, ni ha sentido ninguna obligaci¨®n para publicar las actas, refugi¨¢ndose en el tecnicismo de que aun no vence el plazo legal para hacerlo. ?C¨®mo no ver que no hay plazo legal que valga ante tama?a crisis pol¨ªtica?
En medio de todo esto, constatamos prohibiciones de ingreso al pa¨ªs de varios ex presidentes y jefes de gobierno, fotograf¨ªas que envejecer¨¢n muy mal de chilenos de una izquierda de otra era junto a Diosdado Cabello inmol¨¢ndose por el r¨¦gimen, un silencio aterrador y c¨®mplice de Marco Enriquez-Ominami (un ex candidato presidencial chileno, de los pocos ex l¨ªderes que fueron aceptados a ¡°observar¡± la elecci¨®n), la partida con estruendo del Centro Carter tras reconocer que las elecciones no alcanzaron m¨ªnimos democr¨¢ticos, y un largo etc¨¦tera. Es en este contexto que se inscriben actos de represi¨®n, muertos, centenares de detenciones, amenazas gubernamentales, diatribas en contra de gobiernos extranjeros, retiro del personal diplom¨¢tico en siete pa¨ªses y tantas otras cosas m¨¢s.
Una peque?a parte de la izquierda chilena, pero tambi¨¦n espa?ola, ha ofrecido un espect¨¢culo incalificable, plagado de ambig¨¹edades y ambivalencias. En el caso chileno, la elecci¨®n venezolana ha despertado lo peor de una izquierda aplastada por el tiempo y la historia, la que aun ve, en alguna esquina de la imaginaci¨®n, la posibilidad de una revoluci¨®n cuyo adjetivo se define por la imprecisi¨®n: revoluci¨®n ¡°bolivariana¡± (vaya uno a saber en qu¨¦ sentido liberador y respecto de qu¨¦), ¡°socialista¡± (¡°del siglo XXI¡± seg¨²n el ide¨®logo Heinz Dieterich Steffan), a veces ¡°anti-capitalista¡±.
El Partido Comunista de Chile ha mostrado una pulsi¨®n autoritaria inaceptable: ante las acusaciones fundadas de fraude provenientes de todas partes, el presidente del PC Lautaro Carmona confiesa de modo incre¨ªblemente confuso que no tiene otra alternativa que reconocer el triunfo de Maduro, la diputada Carmen Hertz (viuda del ejecutado pol¨ªtico Carlos Berger) acusa un ¡°tufillo¡± de anti-comunismo y proscripci¨®n, mientras que la diputada Lorena Pizarro (hija de un dirigente comunista detenido desaparecido) no dio la unanimidad en la c¨¢mara baja para condenar al r¨¦gimen de Maduro. En cuanto al influyente dirigente Juan Andr¨¦s Lagos, este no descarta una revisi¨®n de las pol¨ªticas de alianzas en el marco del XXVII Congreso del partido de la hoz y el martillo. No muy distinta ha sido la reacci¨®n de una parte marginal de la izquierda europea, por ejemplo espa?ola: desde Irene Montero (n¨²mero dos de Podemos y eurodiputada) hasta Juan Carlos Monedero (un polit¨®logo que fue asesor del gobierno venezolano y que lleva d¨ªas de las mechas con varios colegas por redes sociales), la aceptaci¨®n del triunfo de Maduro no mereci¨® ni reparos ni dudas, como si el pu?ado de pa¨ªses que ha aceptado el triunfo del gobernante fuese garant¨ªa de algo (entre ellos, China, Rusia, Cuba, Ir¨¢n, Siria y Nicaragua).
Para resolver este entuerto, Estados Unidos ha hecho una pobre contribuci¨®n en un continente en el que su influencia ha dram¨¢ticamente declinado: haber reconocido el triunfo de Edmundo Gonz¨¢lez en nada ayuda, cuando lo que cabe hacer es presionar por la publicidad de las actas de lado y lado y contrastarlas unas con otras bajo supervisi¨®n internacional e imparcial. Qu¨¦ duda cabe: el apresuramiento de Estados Unidos refleja un an¨¦mico pensamiento estrat¨¦gico y una sobre-valoraci¨®n de su influencia. Poco importa si pa¨ªses como Argentina, Uruguay o Per¨² lo han acompa?ado en este empe?o: sin el concurso de Brasil, M¨¦xico y Colombia, el reconocimiento estadounidense es una torpeza que contrasta con la claridad que ha mostrado el presidente Gabriel Boric.
En esta controversial elecci¨®n, lo que se encuentra en juego -m¨¢s all¨¢ de todo c¨¢lculo- es cuanto importa la democracia, cuanto vale la forma de vida democr¨¢tica ante modos alternativos de organizaci¨®n pol¨ªtica. Lo que se encuentra en juego es, de verdad, algo elemental: el apego irrestricto a la democracia y sus principios liberales.
Si volvemos a la pulsi¨®n autoritaria de esta peque?a izquierda chilena que abusa del anti-comunismo, es necesario ser francos: haber sido v¨ªctima de la dictadura de Pinochet no da patente de corso ni autoriza a decir cualquier cosa. Son demasiados los muertos y detenidos desaparecidos de la izquierda chilena y del Partido Comunista para dejar pasar lo que se ha escuchado por estos d¨ªas: la memoria de Carlos Contreras Maluje y Carlos Lorca, entre tantos otros, obliga a ser justos. Ahora y siempre.
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