El peligroso placer de insultar desde los balcones
La neurociencia explica que castigar a terceros proporciona satisfacci¨®n al cerebro. Los expertos advierten del riesgo de que termine degenerando el reproche social contra los viandantes
¡°?Vete a tu puta casa!¡±, le gritaron desde un balc¨®n a Irene, m¨¦dica de familia en Madrid, cuando iba de camino a la casa de un posible contagiado por coronavirus. Antes del grito, le hab¨ªan arrojado un huevo, que no la alcanz¨®. ¡°Me enfad¨¦ un mont¨®n, le dije que soy m¨¦dica y me dijo 'oh, perd¨®n, sois h¨¦roes¡±, recuerda ahora Irene, que no ha sufrido m¨¢s incidentes. Pero estas situaciones se multiplican: personas obligadas a salir a la ca...
¡°?Vete a tu puta casa!¡±, le gritaron desde un balc¨®n a Irene, m¨¦dica de familia en Madrid, cuando iba de camino a la casa de un posible contagiado por coronavirus. Antes del grito, le hab¨ªan arrojado un huevo, que no la alcanz¨®. ¡°Me enfad¨¦ un mont¨®n, le dije que soy m¨¦dica y me dijo 'oh, perd¨®n, sois h¨¦roes¡±, recuerda ahora Irene, que no ha sufrido m¨¢s incidentes. Pero estas situaciones se multiplican: personas obligadas a salir a la calle que son hostigadas por las calles desde ventanas y terrazas. ¡°La visibilidad es una trampa¡±, escribi¨® Michel Foucault en Vigilar y castigar. Hoy, los viandantes parecen moverse en una prisi¨®n en la que los balcones se han llenado de carceleros que los observan: un pan¨®ptico como el que describi¨® el fil¨®sofo franc¨¦s. No son solo los casos de estos gritos que consideramos injustos; tambi¨¦n los insultos a los detenidos y que esos v¨ªdeos inunden los m¨®viles, como si nos proporcionaran un extra?o placer. ?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando? ?Pueden degenerar estos comportamientos?
Para conseguir que nos encerremos en casa, una obligaci¨®n tan brutal e inesperada, entre otras muchas cosas hace falta que exista la amenaza de un castigo (las multas que est¨¢n poniendo los polic¨ªas) o del reproche social, seg¨²n los manuales que han publicado estos d¨ªas especialistas en ciencias del comportamiento. Ese reproche social que nos impide colarnos en la fila del cine, aunque no haya una ley que nos obligue. ¡°Alguien que escupe por la calle nos parece primitivo, menos civilizado. Tendemos a estigmatizar a los inc¨ªvicos, a deshumanizarlos¡±, explica Armando Rodr¨ªguez, catedr¨¢tico de psicolog¨ªa social de la Universidad de La Laguna. ¡°Ahora que la identidad comunitaria ha despertado con fuerza, estos sujetos que incumplen aparecen como una amenaza, ovejas negras que traicionan ese sentimiento colectivo¡±, resume.
¡°Hay un salto de intensidad entre quien jalea al polic¨ªa, quien insulta al peat¨®n y quien disfruta del v¨ªdeo del arresto, pero es el mismo fen¨®meno: el disfrute del dominio y la sumisi¨®n¡±Jos¨¦ Manuel Sabucedo, presidente de la Sociedad Cient¨ªfica Espa?ola de Psicolog¨ªa Social
Pero, ?por qu¨¦ desde los balcones se mira mal a todos los viandantes, sin saber si est¨¢n vulnerando el confinamiento por obligaci¨®n o por gusto? Es probable que seamos v¨ªctimas de un atajo mental, el sesgo de disponibilidad: hemos recibido tantos v¨ªdeos de personas detenidas por saltarse el aislamiento, tantas noticias de multas y sanciones, que tendemos a pensar que quien va por la calle es culpable. Se sumar¨ªa otro sesgo, el de atribuci¨®n: sobrevaloramos nuestras razones para bajar a la calle, pero tendemos a dudar de las de los dem¨¢s. Un estudio publicado esta semana a?ade una evidencia nueva: castigamos p¨²blicamente para mejorar nuestra reputaci¨®n, incluso en situaciones ambiguas en que el castigo puede no ser merecido. Y lo hacemos m¨¢s cuando la audiencia es m¨¢s ideol¨®gica, algo que puede ayudar a explicar muchos comportamientos en redes como Twitter.
¡°Hay un salto de intensidad entre quien jalea al polic¨ªa, quien insulta al peat¨®n y quien disfruta del v¨ªdeo del arresto, pero es el mismo fen¨®meno: el disfrute del dominio y la sumisi¨®n¡±, asegura Jos¨¦ Manuel Sabucedo, catedr¨¢tico de la Universidad de Santiago de Compostela. ¡°Te hace sentir moralmente superior al otro, en posesi¨®n de la verdad; tu autoestima crece aunque se produzca de manera vicaria¡±, se?ala Sabucedo, presidente de la Sociedad Cient¨ªfica Espa?ola de Psicolog¨ªa Social.
La neurociencia nos da una pista clara: tirarle de las orejas a los dem¨¢s proporciona placer. ¡°Algunos experimentos han demostrado que personas ajenas que observan un comportamiento injusto a menudo se unen al castigo¡±, escribe el psic¨®logo Daniel Kahneman en Pensar r¨¢pido, pensar despacio (Debate). Se han utilizado m¨¢quinas de resonancia magn¨¦tica para examinar el cerebro de quienes castigan a un extra?o por comportarse injustamente con otro desconocido: de forma llamativa, el denominado ¡°castigo altruista¡± genera una mayor actividad en los centros de placer del cerebro. ¡°Al parecer¡±, escribe Kahneman, ¡°la recompensa es mantener el orden social de esta manera. El castigo altruista bien podr¨ªa ser el pegamento que mantiene unidas a las sociedades¡±.
¡°El castigo puede facilitar en gran medida la cooperaci¨®n, pero su puesta en marcha en los humanos es potencialmente un arma de doble filo¡±, advierte Robert Sapolsky en su monumental Comp¨®rtate (Capit¨¢n Swing). Este neurocient¨ªfico describe c¨®mo la humanidad ha sido capaz de impulsar la civilizaci¨®n gracias a ese castigo de tercera parte tan efectivo (polic¨ªas, jueces), pero advierte: ¡°?Qui¨¦n controla a los castigadores terciarios?¡±. En circunstancias normales, autoridades y ciudadanos conocen los l¨ªmites de la ley. Pero hoy nadie sabe muy bien cu¨¢ntas veces est¨¢ bien bajar al supermercado.
El peligro de las met¨¢foras b¨¦licas
Sabucedo lamenta que se est¨¢ abusando de las expresiones b¨¦licas en este contexto tan tenso. ¡°Las met¨¢foras no son neutras, tienen consecuencias; inicialmente pueden servir para movilizar a la poblaci¨®n, pero deber¨ªamos apostar por t¨¦rminos m¨¢s propios de una sociedad madura y civilizada, apostando por una identidad colectiva que cuida de los vulnerables¡±, afirma. La ret¨®rica b¨¦lica demanda un enemigo, un ¡°ellos¡± frente al ¡°nosotros¡±. Pero es muy dif¨ªcil que los virus, invisibles, se materialicen como ese enemigo en la cabeza de la ciudadan¨ªa. ¡°Si establecemos un marco mental de guerra tiene que haber un enemigo f¨ªsico al que combatir, pero no lo tenemos. Y en ese contexto, el que no cumple la orden dictada por la jerarqu¨ªa se convierte en un traidor, se sale del grupo y se convierte en el ellos¡±, advierte Sabucedo.
¡°Lo que ser¨ªa preocupante es que los motivos de la norma pasen a un segundo plano y lo ¨²nico importante sea cumplirla¡±, a?ade. Para este psic¨®logo social se propicia un tipo de reacci¨®n distinta dependiendo del marco que establezcamos como sociedad frente a quienes incumplen y ponen en riesgo la salud de todos. ¡°El reproche social funciona mejor si se basa en que debemos cuidarnos los unos a los otros, porque la gente se moviliza m¨¢s si cree que va a perjudicar al colectivo¡±, asegura. Sabucedo, experto en violencia pol¨ªtica, pone como ejemplo el vuelco que se produjo en la mentalidad de los espa?oles al combatir el tabaco y la conducci¨®n temeraria apelando al da?o que se causa a los dem¨¢s. ¡°La diferencia entre hacerlo por solidaridad, y no porque debes obedecer al l¨ªder, es la diferencia entre una sociedad democr¨¢tica y una autoritaria¡±, afirma, recordando que estos d¨ªas se est¨¢ aplaudiendo como ejemplar la respuesta de la dictadura China.
La met¨¢fora b¨¦lica demanda un enemigo, un ¡°ellos¡± frente al ¡°nosotros¡±. Pero es muy dif¨ªcil que los virus, invisibles, se materialicen como ese enemigo. En ese contexto, el que no cumple se convierte en un traidor
Para sustituir a las met¨¢foras belicistas, un grupo de ling¨¹istas cognitivas ha puesto en marcha la iniciativa #ReframeCovid para recoger e impulsar otras im¨¢genes que sean eficaces para motivar a la ciudadan¨ªa, sin derivadas negativas. ¡°Las met¨¢foras de guerra son buenas para transmitir peligro, urgencia y la necesidad de sacrificio colectivo. Eso puede ser ¨²til en este momento¡±, ha escrito la ling¨¹ista Elena Semino, ¡°pero no son buenas para enmarcar la falta de acci¨®n (?qu¨¦dese en casa!) que se necesita para tener ¨¦xito¡±. Han surgido met¨¢foras deportivas, que hablan de diques y muros, de construir barcos, de mareas, de partidas de ajedrez, de cerillas que se encienden, h¨¦roes an¨®nimos... Ninguna ha triunfado. La antrop¨®loga Mar¨ªa Martin¨®n-Torres, directora del Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana, divulg¨® un texto en la red apostando por un nuevo marco: el de un incendio que necesita un mapa para conocer los focos, bomberos y log¨ªstica para proteger a la poblaci¨®n.
Estos d¨ªas, Dan Ariely, experto en econom¨ªa conductual, ha dejado escrito: ¡°Los castigos son muy poderosos para motivar a las personas a hacer algo que solo tienen que hacer una vez, por ejemplo, instalar una alarma de humo en su casa o vacunar a sus hijos. Pero cuando se trata de comportamientos repetidos, las recompensas positivas son m¨¢s efectivas¡±. Y Sabucedo a?ade: ¡°Hay que focalizar toda la atenci¨®n en la urgencia, la pandemia, pero debemos tener en cuenta c¨®mo la afrontamos como sociedad en una situaci¨®n en la que el bienestar est¨¢ en entredicho, y reinan la incertidumbre, la ansiedad y el miedo¡±.
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