Cuando la ciencia se fue de feria
A principios del siglo pasado, en los hospitales estadounidenses las instalaciones para los beb¨¦s prematuros eran escasas
William Lindsay Gresham fue un escritor de culto; uno de esos autores que deben su ¨¦xito al prestigio de su fracaso. Arruinado y enfermo, acab¨® con su vida a los 53 a?os en la habitaci¨®n de un hotel neoyorquino. Su novela El callej¨®n de las almas perdidas (Sajal¨ªn), publicada a mediados de los a?os cuarenta, fue llevada al cine por Edmund Goulding y cont¨® con la participaci¨®n de Tyrone Power en el papel de protagonista. Este a?o se espera el remake de Guillermo del Toro.
Se trat...
William Lindsay Gresham fue un escritor de culto; uno de esos autores que deben su ¨¦xito al prestigio de su fracaso. Arruinado y enfermo, acab¨® con su vida a los 53 a?os en la habitaci¨®n de un hotel neoyorquino. Su novela El callej¨®n de las almas perdidas (Sajal¨ªn), publicada a mediados de los a?os cuarenta, fue llevada al cine por Edmund Goulding y cont¨® con la participaci¨®n de Tyrone Power en el papel de protagonista. Este a?o se espera el remake de Guillermo del Toro.
Se trata de una historia macabra, envuelta en la crueldad de una de las muchas ferias de monstruos ambulantes que se hicieron populares en Norteam¨¦rica durante la primera mitad del siglo pasado. Un espect¨¢culo atroz donde las deformaciones biol¨®gicas quedaban expuestas a la vista de un p¨²blico morboso.
Esto viene al hilo porque, dentro del parque de atracciones Luna Park, de Coney Island, hubo una vez una atracci¨®n que inclu¨ªa una muestra de beb¨¦s prematuros. Dicho as¨ª, puede resultar espeluznante. Pero si tomamos en cuenta la raz¨®n cient¨ªfica que justificaba la exposici¨®n, todo lo que tuvo de siniestro pasa a un segundo plano.
El resultado fue esperanzador gracias al trabajo del doctor Martin A. Couney, un m¨¦dico polaco sin t¨ªtulo que se dedic¨® a salvar las vidas de los beb¨¦s prematuros que llegaban hasta sus incubadoras; unas m¨¢quinas muy rudimentarias comparadas con las actuales, a las que Couney llamaba tostadoras de cacahuetes por su parecido con los aparatos que se utilizaban para hacer el tueste de dicha legumbre.
A principios del siglo pasado, en los hospitales estadounidenses las instalaciones para los beb¨¦s prematuros eran escasas. Tanto fue as¨ª que la mayor parte de los partos prematuros ten¨ªan un efecto mortal sobre las criaturas reci¨¦n nacidas
Hay que ponerse en la ¨¦poca. A principios del siglo pasado, en los hospitales estadounidenses las instalaciones para los beb¨¦s prematuros eran escasas. Tanto fue as¨ª que la mayor parte de los partos prematuros ten¨ªan un efecto mortal sobre las criaturas reci¨¦n nacidas. Ante este contratiempo, muchos de los padres encontraron en la feria de Coney Island un milagro, pues, aunque sus beb¨¦s quedaban expuestos como atracci¨®n dentro de las incubadoras, lograban salvar sus vidas. Nacer antes de tiempo ya no era tragedia.
Otro detalle a tener en cuenta era que el doctor Martin Couney no les cobraba por ello. La atracci¨®n se anunciaba con un precio de 25 centavos; dinero que la gente pagaba con gusto. Desde 1903, y durante cuarenta largos a?os, esta feria de muestras frikis fue la ¨²nica esperanza para salvar las vidas de los beb¨¦s prematuros.
Parece ser que Martin A. Couney descubri¨® la incubadora en la exposici¨®n universal de Berl¨ªn de 1896. Poco despu¨¦s, emigr¨® a los Estados Unidos donde pondr¨ªa en pr¨¢ctica su atracci¨®n, anunciada con un cartel donde hab¨ªa escrito: ¡°Todo el mundo ama a los beb¨¦s¡±. Para reforzar la propaganda, contrat¨® a un hombre bien parecido llamado Archibald Leach que serv¨ªa de gancho voceando la consigna: ¡°No pase de largo a los beb¨¦s, no se los pierda¡±. Con el tiempo, Archibald Leach cambiar¨ªa el nombre por el de Cary Grant.
Toda una historia para ser llevada al cine; una pel¨ªcula potencial que sirve como ejemplo a la hora de confirmar c¨®mo el entorno es una de las partes esenciales de los seres vivos. Por ello, los seres nacidos antes de tiempo pierden su relaci¨®n con el entorno desde el momento mismo en que salen de la placenta. Es aqu¨ª donde entra en juego la ciencia, en este caso con un adelanto cient¨ªfico como fue la incubadora, sumado a las artes de un charlat¨¢n de feria que, sin ser doctor, se dedic¨® a salvar vidas aprovech¨¢ndose de la morbosidad del p¨²blico.
Martin A. Couney, el Doctor Incubadora, muri¨® en 1950 a los ochenta a?os, arruinado y olvidado, de la misma manera que acab¨® William Lindsay Gresham. Pero al rev¨¦s que el escritor, el doctor Couney le debi¨® su fracaso al prestigio de su ¨¦xito. En vista de que las tostadoras de cacahuetes funcionaban, todos los hospitales montaron salas de incubadoras. Con ello, tras la Segunda Guerra Mundial, la feria de los beb¨¦s prematuros dej¨® de existir.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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