Con un agujero en las tripas
Gracias a una herida de bala, el cirujano William Beaumont sent¨® las bases de la gastroenterolog¨ªa a principios del siglo XIX
En junio de 1822, un trampero canadiense de dieciocho a?os que respond¨ªa al nombre de Alexis St. Martin, recibi¨® un disparo accidental en el est¨®mago. Ocurri¨® mientras trabajaba en un tenderete de venta de pieles de la isla Mackinac, en la regi¨®n de los Grandes Lagos, estado de Michigan.
Trasladado de urgencia al puesto sanitario m¨¢s cercano, que era un cuartel del ej¨¦rcito, fue atendido por el cirujano William Beaumont (1785-1853). De esta manera tan azarosa, las vidas de aquellos dos hombres coincidieron en ...
En junio de 1822, un trampero canadiense de dieciocho a?os que respond¨ªa al nombre de Alexis St. Martin, recibi¨® un disparo accidental en el est¨®mago. Ocurri¨® mientras trabajaba en un tenderete de venta de pieles de la isla Mackinac, en la regi¨®n de los Grandes Lagos, estado de Michigan.
Trasladado de urgencia al puesto sanitario m¨¢s cercano, que era un cuartel del ej¨¦rcito, fue atendido por el cirujano William Beaumont (1785-1853). De esta manera tan azarosa, las vidas de aquellos dos hombres coincidieron en el tiempo y en el espacio por culpa de una bala que, en su recorrido, hab¨ªa dejado un hueco bajo las costillas de Alexis St. Martin; un agujero por el que pod¨ªa entrar un dedo con facilidad.
William Beaumont se puso a estudiar el proceso digestivo en el est¨®mago de un ser humano vivo, algo que hasta entonces no se hab¨ªa hecho
A decir verdad, William Beaumont no se sorprendi¨® por la herida. Hab¨ªa ejercido de cirujano de campa?a en la guerra anglo-estadounidense de 1812, y hab¨ªa perdido toda capacidad de asombro en lo que respecta a heridas como la que presentaba Alexis St. Martin. Lo que realmente sorprendi¨® a Beaumont fue que Alexis St. Martin, despu¨¦s de extraerle el proyectil, pudiera seguir viviendo con un agujero que no se dejaba cicatrizar; una f¨ªstula g¨¢strica por la que sal¨ªan jugos y secreciones malolientes que revelaban la mala salud del paciente. Fue cuando el cirujano decidi¨® tomar al joven Alexis como sujeto de prueba cient¨ªfica para experimentar con ¨¦l.
De esta manera, William Beaumont se puso a estudiar el proceso digestivo en el est¨®mago de un ser humano vivo, algo que hasta entonces no se hab¨ªa hecho, pues tales estudios se reduc¨ªan a los cad¨¢veres, y ya sabemos que los muertos no tienen digesti¨®n. Hasta entonces, se desconoc¨ªa que la digesti¨®n era un proceso qu¨ªmico. Beaumont, llevado por la curiosidad, limpiaba la f¨ªstula de su paciente d¨ªa tras d¨ªa, observando el proceso digestivo de un ser humano como quien observa a trav¨¦s de la mirilla. As¨ª hizo durante ocho a?os que fue el tiempo que Alexis St Martin fue contratado por Beaumont para desempe?ar labores de mantenimiento en su casa.
William Beaumont ataba con hilo los trozos de alimento que introduc¨ªa por la f¨ªstula de su paciente y los sacaba pasado un tiempo. De esta manera, estudiaba el proceso digestivo, llegando a descubrir en sus avances que dicho proceso no es mec¨¢nico, sino qu¨ªmico. Todav¨ªa quedaba mucho camino por hacer, pero gracias a Alexis St. Martin, el cirujano Beaumont sent¨® las bases de la gastroenterolog¨ªa. De no haber sido por aquella herida que nunca termin¨® de cerrarse, y sobre todo, de no haber sido por la colaboraci¨®n del paciente, no se hubiesen descubierto cosas tan importantes en aquel tiempo como que el ¨¢cido clorh¨ªdrico es la disoluci¨®n corrosiva responsable de triturar los alimentos.
En sus estudios, William Beaumont avanz¨® que el proceso qu¨ªmico que da lugar a la digesti¨®n lo originan unas enzimas digestivas entre las cuales se encuentra la pepsina, responsable de hidrolizar las prote¨ªnas en el est¨®mago. Y todo esto viene a cuento porque ahora, que nos est¨¢n vacunando, y que damos gracias a los equipos cient¨ªficos que han encontrado la vacuna para hacer frente a la pandemia, no podemos olvidar a toda esa gente que se present¨® de forma voluntaria a los ensayos cl¨ªnicos, hombres y mujeres que, desde el anonimato, pusieron su organismo a prueba para que sirviese de probeta. Es de agradecer.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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