Daniel Defoe y la peligrosa simetr¨ªa de las tormentas
El reportaje que inaugur¨® el periodismo moderno fue el del escritor brit¨¢nico acerca de la devastadora borrasca que atraves¨® Inglaterra a principios de diciembre de 1703
El Hurac¨¢n Ian no solo ha dejado cad¨¢veres a su paso por Florida. Tambi¨¦n ha dejado inundaciones y coches el¨¦ctricos en llamas. Parece ser que esto ¨²ltimo ha sido debido al contacto del agua salada con el litio de las bater¨ªas. Las im¨¢genes apocal¨ªpticas que hemos visto estos d¨ªas nos han hecho pensar que existe un mundo dist¨®pico, un mundo siniestro que est¨¢ contenido dentro de este mismo mundo que tan familiarmente habitamos.
Hubo un tiempo en el que las cat¨¢strofes naturales...
El Hurac¨¢n Ian no solo ha dejado cad¨¢veres a su paso por Florida. Tambi¨¦n ha dejado inundaciones y coches el¨¦ctricos en llamas. Parece ser que esto ¨²ltimo ha sido debido al contacto del agua salada con el litio de las bater¨ªas. Las im¨¢genes apocal¨ªpticas que hemos visto estos d¨ªas nos han hecho pensar que existe un mundo dist¨®pico, un mundo siniestro que est¨¢ contenido dentro de este mismo mundo que tan familiarmente habitamos.
Hubo un tiempo en el que las cat¨¢strofes naturales no eran televisadas y la gente sab¨ªa de su existencia por los relatos que se hac¨ªan de ellas. Ya puestos, conviene recordar que el reportaje que inaugur¨® el periodismo moderno fue el que escribi¨® Daniel Defoe acerca de la devastadora borrasca que atraves¨® Inglaterra a primeros de diciembre de 1703. Para llevar a cabo su reportaje, Defoe estudi¨® el fen¨®meno meteorol¨®gico desde su origen cient¨ªfico. Por entonces se cre¨ªa que la causa del viento se deb¨ªa a la influencia del sol ¡°sobre la materia vaporosa¡±.
Con todo, en el relato de Defoe la ciencia queda relegada a un segundo -o tercer- plano. Para ¨¦l, aquel hurac¨¢n que sufri¨® Inglaterra fue un castigo divino que se llev¨® por delante chimeneas y campanarios, y que arrastr¨® barcos tierra adentro.
Uno de aquellos barcos fue el HMS Association que fue despedido a m¨¢s de mil kil¨®metros de distancia. Estaba en la desembocadura del T¨¢mesis y fue a parar al puerto de Gotemburgo, en Suecia.
Las dimensiones de tanto horror ten¨ªan que ser escritas y, para ello, Defoe recogi¨® los testimonios de una montonera de supervivientes. Lo hizo poniendo un anuncio en el semanario London Gazette los d¨ªas siguientes a la tempestad, pidiendo que mandaran por carta su relato. La respuesta fue inmediata, centenares de personas quisieron formar parte del acontecimiento y Defoe construy¨® una obra coral acerca del cicl¨®n que violent¨® Inglaterra y del que fue una v¨ªctima m¨¢s. A su paso, destruy¨® la pared de la celda donde el escritor estaba preso por haber faltado el respeto a un representante pol¨ªtico.
Aunque el tratado de Galileo acerca de las mareas ya hab¨ªa sido divulgado, si leemos el trabajo de Daniel Defoe podemos hacernos una idea de c¨®mo eran percibidos los fen¨®menos atmosf¨¦ricos en aquellos tiempos, siempre m¨¢s cerca del origen divino que del origen cient¨ªfico. En el citado tratado acerca de las mareas, Galileo relacionaba los vientos con la rotaci¨®n de la Tierra, una hip¨®tesis err¨®nea, pero cuya base cient¨ªfica la acercaba a la raz¨®n cient¨ªfica de los tiempos.
Para concluir que el origen de los vientos est¨¢ relacionado con el efecto solar que atraviesa la atm¨®sfera y calienta un suelo que, a su vez, enciende el aire que lo rodea, aumentando as¨ª su volumen, para llegar a esta conclusi¨®n, tuvo que aparecer el astr¨®nomo Edmund Halley con sus mapas y flechitas; estudios que vinieron a ser la semilla de lo que tiempo despu¨¦s ser¨ªa la representaci¨®n cartogr¨¢fica de los vientos que hoy conocemos.
Luego llegaron Humboldt, y Wilhelm Dove, y John Dalton, y George Hadley, cient¨ªficos que nos acercaron el aire enrarecido por el calor, un fen¨®meno que se?alaron como causa primera de los vientos. Sin embargo, todav¨ªa no estaba claro c¨®mo se formaban las tormentas.
Por eso, durante mucho tiempo las tormentas se consideraron como castigos divinos y toda explicaci¨®n cient¨ªfica era una falta de respeto a Dios, el Ser Supremo en el que incluso cre¨ªan Descartes y Daniel Defoe, quien se entreg¨® a la fe religiosa hasta dormir con ella la raz¨®n. Con todo, su reportaje conserva los rel¨¢mpagos de un m¨¦todo que tambi¨¦n dibuja la tormenta en su aspecto m¨¢s cient¨ªfico.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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