Unas casitas de pescadores contra la legalidad y las mareas
Un barrio de San Fernando, en C¨¢diz, se moviliza para evitar el derribo de unas casetas ilegales en una zona que se inunda con marea alta
Por debajo de las destartaladas puertas de las casetas de pescadores de La Caser¨ªa, unas construcciones levantadas con jirones de lata y madera en la primera mitad del siglo XX en esta popular barriada de San Fernando (C¨¢diz), hace una semana que comenz¨® a deslizarse algo m¨¢s que el agua de las mareas altas. Los propietarios de estas coloridas casitas recibieron unas cartas de la Demarcaci¨®n Costas de Andaluc¨ªa Occidental que pusieron el reloj en marcha: ocho d¨ªas para justificar con documentaci¨®n que tienen derecho a ocupar ese trozo de dominio p¨²blico y 10 para desalojar.
Seg¨²n incide...
Por debajo de las destartaladas puertas de las casetas de pescadores de La Caser¨ªa, unas construcciones levantadas con jirones de lata y madera en la primera mitad del siglo XX en esta popular barriada de San Fernando (C¨¢diz), hace una semana que comenz¨® a deslizarse algo m¨¢s que el agua de las mareas altas. Los propietarios de estas coloridas casitas recibieron unas cartas de la Demarcaci¨®n Costas de Andaluc¨ªa Occidental que pusieron el reloj en marcha: ocho d¨ªas para justificar con documentaci¨®n que tienen derecho a ocupar ese trozo de dominio p¨²blico y 10 para desalojar.
Seg¨²n incide Patricio Poullet, jefe de la Demarcaci¨®n Costas de Andaluc¨ªa Occidental, con esos 61 expedientes de recuperaci¨®n posesoria destinados a 59 casetas y dos chiringuitos se pretende ¡°levantar esas ocupaciones ilegales¡±, construidas en un frente de costa de unos 200 metros, al pie de una zona de marismas del Parque Natural de la Bah¨ªa de C¨¢diz que se inunda con cada marea y que lleva el mar a los pies de estas improvisadas naves. Sin embargo, estas cartas han puesto en pie de guerra a esta barriada de 8.500 vecinos para defender unas casetas que aqu¨ª se consideran ic¨®nicas.
Ni es una guerra nueva ni es el ¨²nico caballo de batalla que tiene la Administraci¨®n gaditana con construcciones antiguas que invaden el dominio p¨²blico decretado desde la Ley de Costas de 1988. La Demarcaci¨®n Costas de Andaluc¨ªa Occidental, dependiente del Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica, ha redoblado en los ¨²ltimos tiempos su cerco a este tipo de edificaciones a ra¨ªz del comprobado impacto que el cambio clim¨¢tico puede tener en la subida de los mares. ¡°Manejamos predicciones de subida del mar entre 60 cent¨ªmetros y un metro en la zona en los pr¨®ximos 100 a?os¡±, apunta Poullet.
Pero en La Caser¨ªa no preocupa tanto la subida del agua como perder una suerte de patrimonio etnol¨®gico, a medio camino entre la identidad popular y el testimonio de un pasado tan paup¨¦rrimo que se constru¨ªa recurriendo al reciclaje. ¡°Tengo 45 a?os y lo recuerdo. Ha sido un sitio muy simb¨®lico. Con los ¨²ltimos a?os, los colores lo han hecho peculiar. Cada vez sale m¨¢s en videoclips o pel¨ªculas. Ha adquirido ese halo cultural alternativo. Pero m¨¢s all¨¢ de lo ex¨®tico, son personas que se dedican a la pesca¡±, afirma la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada (PSOE), atrapada en el centro de una pol¨¦mica que la ha obligado a posicionarse.
Los estrechos callejones de La Caser¨ªa ni siquiera est¨¢n pavimentados; con suerte, unas baldosas hidr¨¢ulicas rotas componen un peculiar mosaico. Antiguas chapas de botellines sirven de remaches para bidones de lata, aplastados para componer paredes en las que lo mismo se mezclan tablones de viejas barcas con trozos de muebles antiguos. Todo est¨¢ pintado de chillones rojos, amarillos, verdes o azules en una moda que comenz¨® Bartolo Mu?oz, gerente de La Cantina del Titi, uno de los dos chiringuitos del lugar. La zona est¨¢ tan asomada al mar que cuando la pleamar alcanza su punto m¨¢ximo, el agua se queda a las puertas de las casetas e, incluso, inunda algunos de sus improvisados callejones en momentos puntuales de mareas vivas.
Mu?oz ha sabido utilizar lo que puede ser un contratiempo en un aut¨¦ntico reclamo, al aprovechar las subidas del agua de verano para que sus clientes coman con las piernas en remojo. Pero Poullet no lo ve tan id¨ªlico: ¡°Eso que ¨¦l lleva a gala est¨¢ prohibido por ley. No se pueden ocupar los ¨²ltimos 15 metros [¡]. Con el cambio clim¨¢tico y el aumento de temporales, la subida del nivel del mar o cambio en la direcci¨®n de oleajes, la pol¨ªtica es de protecci¨®n de la costa o de retirada de ocupaciones ilegales¡±.
Mu?oz recuerda que su t¨ªa abri¨® en 1934 la cantina para atender a los pescadores y a los trabajadores de una cantera cercana, convertida ahora en tres enormes torres de viviendas visibles desde buena parte de la bah¨ªa. Uno de esos marineros locales era el abuelo de Jos¨¦ Mar¨ªa Dom¨ªnguez, hoy propietario de la caseta El Loco, donde ondea desde hace d¨ªas una bandera de S.O.S. ¡°Esto se cre¨® con el permiso de la Comandancia de Marina. Tengo documentaci¨®n que defiende que aqu¨ª se pagaba un tributo en 1967 de 330 pesetas¡±, explica el isle?o, que hoy usa su nave como lugar en el que reunirse con su familia al aire libre.
Mucho antes de que las casetas de La Caser¨ªa se convirtieran en tel¨®n de fondo de atardeceres de Instagram, ya eran una patata caliente dif¨ªcil de resolver. Los primeros planes municipales de hace m¨¢s de dos d¨¦cadas planteaban derribar las naves para construir un paseo mar¨ªtimo y regenerar una playa. La actual alcaldesa tambi¨¦n defiende desde hace a?os la necesidad de actuar en la zona y, en junio, pidi¨® a Costas avanzar en el desarrollo de un proyecto integral en la zona ¡°con el consenso de las personas¡±, explica la regidora Cavada, que asegura haberse enterado de los expedientes por la prensa. En Costas, sin embargo, tienen ¡°la sensaci¨®n¡± de que, al ver la contestaci¨®n social de los expedientes, el Consistorio les ha dejado solos, seg¨²n apunta Poullet.
El jefe de la Demarcaci¨®n Costas de Andaluc¨ªa Occidental cree que ya es tarde para hablar de acuerdos: ¡°En 2003 ya se document¨® que no ten¨ªan ning¨²n derecho en la zona. Incluso lleg¨® a los Juzgados de lo Contencioso en 2005, y la sentencia fue en contra de ellos, aunque no se lleg¨® a ejecutar la demolici¨®n. Sobre la celebraci¨®n de reuniones con los afectados, como le pide Cavada, Poullet razona: ¡°Me parece una barbaridad decir que nos tenemos que sentar a consensuar con quien incumple la ley. Costas no se va a sentar en ning¨²n caso con los afectados¡±. Y la alcaldesa le responde: ¡°Hay que suspender el procedimiento, ver las opciones y no actuar sin ni siquiera tener presupuesto para lo que se va a hacer all¨ª¡±. Mientras, Dom¨ªnguez da una posible soluci¨®n al embrollo legal: ¡°Podr¨ªa quedarse como est¨¢ integrado en el entorno regenerado. No defendemos la ilegalidad, solo queremos la legalizaci¨®n¡±.
Los vecinos de La Caser¨ªa est¨¢n dispuestos a dar batalla por sus casitas, aunque son conscientes de que no ser¨¢ f¨¢cil salvarlas de la piqueta a corto plazo. Al largo, nadie se atreve a afirmar qu¨¦ ser¨¢ de aquello cuando el mar y los temporales sigan su imparable ascenso. Por m¨¢s que reivindiquen la identidad popular y los alrededor 30 empleos que, aseguran, crean los dos chiringuitos, saben que las naves ya tienen dif¨ªcil encaje en las actuales normas de Costas. Tambi¨¦n dudan de que derribarlas para construirlas 58 metros m¨¢s adentro ¡ªen unos terrenos municipales cercanos¡ª sea la soluci¨®n que permita mantener la fisonom¨ªa del lugar y no acabe convertido ¡°en un mamotreto¡±, como bromea la secretaria de la asociaci¨®n de vecinos del barrio, To?i Lebreros. ¡°Ese patrimonio lleva as¨ª 90 a?os, aguantando vientos y mareas, pero no sabemos si aguantar¨¢ a Costas¡±, zanja la isle?a con pesadumbre.
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