Las serias responsabilidades de la obstrucci¨®n clim¨¢tica
El autor llama la atenci¨®n sobre el coste en emisiones de carbono de acciones como paralizar un parque e¨®lico, incumplir la legislaci¨®n sobre cambio clim¨¢tico o frenar un carril bici
El cambio clim¨¢tico tiene costes econ¨®micos. El famoso economista Nicholas Stern calcul¨® hace a?os que los costes del cambio clim¨¢tico reducir¨ªan el PIB global en un 20% a finales de siglo. Otro informe del a?o 2021 publicado en Environmental Research Letters aument¨® esta p¨¦rdida hasta el 37% del PIB. Entre quienes trabajamos en sectores directamente implicados en la mitigaci¨®n o adaptaci¨®n clim¨¢tica esto es conocido hace a?os, pero en cierta manera representaba un coste difuso, de larga e...
El cambio clim¨¢tico tiene costes econ¨®micos. El famoso economista Nicholas Stern calcul¨® hace a?os que los costes del cambio clim¨¢tico reducir¨ªan el PIB global en un 20% a finales de siglo. Otro informe del a?o 2021 publicado en Environmental Research Letters aument¨® esta p¨¦rdida hasta el 37% del PIB. Entre quienes trabajamos en sectores directamente implicados en la mitigaci¨®n o adaptaci¨®n clim¨¢tica esto es conocido hace a?os, pero en cierta manera representaba un coste difuso, de larga escala temporal y lejano. Es uno de los problemas b¨¢sicos de la acci¨®n clim¨¢tica, que vemos las inconveniencias a corto plazo, pero no somos capaces de interiorizar bien el impacto, la externalidad que provocamos al ser esta global, intergeneracional y de proporciones enormes.
Para los valencianos, todo esto cambi¨® el pasado 29 de octubre. Una dana como no se hab¨ªa visto nunca, incrementada en su virulencia y su probabilidad por el calentamiento de la tierra y, por extensi¨®n, del mar Mediterr¨¢neo, arras¨® parte de la provincia de Valencia dejando un reguero de destrucci¨®n y muerte. Los da?os econ¨®micos estimados son de 22.000 millones de euros, una cantidad enorme para una sola provincia.
Estimar qu¨¦ parte de esta dana y de esta destrucci¨®n puede ser imputada al cambio clim¨¢tico no es tarea nada sencilla. Durante los pr¨®ximos meses habr¨¢ estudios de atribuci¨®n al cambio clim¨¢tico y tendremos datos m¨¢s claros de cu¨¢nto m¨¢s probable fue debido al calentamiento del planeta. Con eso, y no sin dificultad, se podr¨¢ intentar estimar qu¨¦ parte del desastre puede imputarse al cambio clim¨¢tico producido por los seres humanos. Pero m¨¢s all¨¢ del n¨²mero hay una cosa que debe quedar clara: nuestras emisiones como sociedad est¨¢n produciendo da?os econ¨®micos y sociales, y no podemos ignorar lo que estamos provocando ni la responsabilidad social que eso conlleva. Es irresponsable y racionalmente imposible mirar im¨¢genes de L¡¯Horta Sud y no pensar que hay algo que no estamos haciendo de manera correcta.
Para hacer una estimaci¨®n econ¨®mica de cu¨¢nto da?o producen nuestras emisiones existe lo que se llama el Coste Social del Carbono. Esta m¨¦trica intenta medir el impacto econ¨®mico de los da?os que causar¨¢n las emisiones de carbono, con un importe que supera con mucho los costes regulados de emitir CO? que marcan nuestras normativas (bien por tasa de carbono o por ETS). El Banco Europeo de Inversiones, por ejemplo, usa el ¡°coste en la sombra¡± del carbono que le ayuda a internalizar esta externalidad para conceder financiaci¨®n a proyectos de mitigaci¨®n del cambio clim¨¢tico. El importe que usan es creciente, valoran este coste en 165 euros por tonelada de CO? emitido en 2025, aument¨¢ndolo a 250 euros por tonelada en 2030. Tambi¨¦n recientemente se public¨® en la revista cient¨ªfica norteamericana PNAS un art¨ªculo que reevaluaba el coste social del carbono y lo fijaba en 270 euros por tonelada.
Esta es una herramienta muy interesante para ser conscientes de qu¨¦ implica lo que estamos haciendo y de la responsabilidad que tenemos, aunque aqu¨ª debemos ser cautelosos. Debemos separar bien la responsabilidad de la culpa, en tanto y en cuanto hay responsabilidades que son sist¨¦micas y estructurales y no podemos culpabilizar a quien las comete al final de una cadena de acontecimientos. Por ejemplo, aquella persona que se ve obligada a usar un coche de combusti¨®n para ir a su trabajo no puede ser culpabilizada por tener el trabajo donde lo tiene o no poder acceder a la tecnolog¨ªa que mitigar¨ªa su impacto.
Eso no quiere decir, no obstante, que no seamos responsables respecto a nuestras acciones. Y aqu¨ª creo que procede una reflexi¨®n de extrema seriedad. Los seres humanos no solo provocamos emisiones por nuestros consumos, tambi¨¦n los provocamos con nuestras acciones sociales. Nuestras exigencias como ciudadanos cuentan, porque estas modelan leyes, normativas y, tambi¨¦n, acciones de terceros. De hecho, hay una gran responsabilidad social en algo que hasta ahora no hemos sido capaces de explicar adecuadamente por miedo a no ser entendidos o a herir sensibilidades, pero que no podemos obviar: somos responsables de paralizar la acci¨®n clim¨¢tica a nuestro alrededor.
D¨¦jenme que sea claro: hay gente que produce mucho m¨¢s da?o clim¨¢tico por lo que promueve que por sus acciones individuales. Y esto, gracias al coste social del carbono, podemos cuantificarlo. Imaginen a alguien que intenta evitar que un vecino se instale un cargador el¨¦ctrico en el garaje comunitario porque ha escuchado alguno de los t¨ªpicos bulos sobre incendios de coches el¨¦ctricos. Esta acci¨®n obstructiva evitar¨ªa que el vecino se compre un coche el¨¦ctrico con el que realizar¨ªa 250.000 kil¨®metros sin emisiones. Al no poder hacerlo comprar¨¢ un coche di¨¦sel, con el que emitir¨¢ 33 toneladas de CO? a lo largo de su vida ¨²til. Con el coste social del carbono del art¨ªculo publicado en la revista PNAS, esta obstrucci¨®n ser¨ªa directamente responsable de casi 9.000 euros de da?os clim¨¢ticos globales, que acabar¨¢n padeciendo habitantes de islas del Pac¨ªfico que ver¨¢n inundadas sus casas, campesinos de Oriente Pr¨®ximo que ver¨¢n mermadas sus cosechas o nuestros vecinos de la zona mediterr¨¢nea por otra gran riada.
El coste de parar un parque solar
Les pongo otro ejemplo m¨¢s dram¨¢tico. Imaginen uno de estos t¨ªpicos casos de plataformas contra desarrollos renovables que consiguen paralizar un parque solar de 50 megavatios (MW), ?qu¨¦ efecto tiene eso? Siendo conservadores, durante los 30 a?os de funcionamiento, una planta como esa generar¨ªa unos 2,25 teravatios por hora que desplazar¨ªan a otros generados con ciclos combinados de gas. Por tanto, su no implantaci¨®n provoca la emisi¨®n de 832.500 toneladas de CO?. El coste social de este carbono es de casi 225 millones de euros. Cada a?o de retraso de la planta, ser¨ªan 7,5 millones de euros en da?os clim¨¢ticos imputables al retraso.
Con ejercicios de este tipo podemos analizar qu¨¦ supone cada una de las acciones obstructivas hacia la descarbonizaci¨®n que realizan distintos agentes y nos puede servir para hacer tangibles las externalidades invisibles que provocamos. ?Cu¨¢l es el coste social de las paralizaciones de parques e¨®licos que ha llevado a cabo el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG)? Si, por ejemplo, se retrasasen 1.000 megavatios e¨®licos durante un a?o, hablar¨ªamos de 250 millones de euros en costes sociales. Si el TSXG hubiese ponderado adecuadamente este da?o, ?se hubiese atrevido a las paralizaciones cautelares? Dejo la pregunta abierta a reflexi¨®n. El coste social nos permite tambi¨¦n analizar los da?os por no cumplir las leyes sobre cambio clim¨¢tico, por no implantar las zonas de bajas emisiones o por nuestras acciones para paralizar el carril bici que quieren hacer en nuestra calle y al que nos oponemos porque nos quita plazas de aparcamiento.
El coste social del carbono es una herramienta que nos ayuda a aterrizar algo que no podemos obviar m¨¢s: todo lo que hagamos debe estar influenciado y condicionado por la perspectiva clim¨¢tica. Todo. El coste social del carbono no lo es todo, pero debe estar presente en todas las decisiones, individuales y colectivas, que tomemos. O nos tomamos esto en serio, y somos capaces de interiorizar bien las consecuencias de nuestras acciones, o seguiremos instalados en la comodidad de no cambiar nada, en la tendencia irresponsable a evitar cualquier conflicto ante la deslocalizaci¨®n geogr¨¢fica y temporal de nuestros impactos, y en el cinismo clim¨¢tico de vender que somos adalides del clima porque vamos en bici mientras boicoteamos cambios con efectos descarbonizadores miles de veces superiores.