Discurso de Susan Sontag
- Sans un id¨¦al inaccesible, point de vocation authentique. (Marcel B¨¦nabou)
- La ¨ªndole m¨¢s alta de moralidad es no sentirnos como en casa en el propio hogar. (T.W. Adorno)
La concesi¨®n de un premio crea una situaci¨®n inusitada. Quienes lo otorgan est¨¢n obligados a creer que su decisi¨®n ha sido la ¨®ptima. Quienes lo aceptan est¨¢n obligados a creer que se lo merecen. Ambos supuestos, en una circunstancia determinada, podr¨ªan ponerse en entredicho.
Estos discutibles supuestos son a¨²n m¨¢s dudosos si el premio no se otorga a una actividad cuyo m¨¦rito puede medirse con m¨¢s o menos objetividad, como el deporte o la ciencia, sino al dominio de la cultura, las artes y el pensamiento.
En ¨¦ste, el m¨¦rito parece resistir la medici¨®n objetiva. En efecto, parece que, en las artes, el ¨²nico juicio seguro es el de la posteridad; con ello quiero decir el juicio emitido dos o tres generaciones despu¨¦s de que la obra est¨¢ concluida y su autor ha desaparecido.
Mueve a la humildad saber que, de todos los libros encomiados, de los libros tenidos por parte genuina de la literatura, y publicados, digamos, en cualquier decenio en particular -nunca m¨¢s de cinco a diez por ciento de las novelas, la poes¨ªa y el ensayo serios publicados en el periodo—, sin duda no m¨¢s de uno por ciento en efecto perdurar¨¢n, es decir, su inter¨¦s ser¨¢ permanente, parecer¨¢n valiosos, a¨²n los disfrutar¨¢n las generaciones venideras y merecer¨¢ la pena leerlos y releerlos.
Nadie puede predecir el juicio de la posteridad -que en ¨²ltima instancia es el ¨²nico que cuenta— acerca de una obra literaria o art¨ªstica en particular. Por lo que en este sentido toda distinci¨®n en el ¨¢mbito de la cultura s¨®lo puede expresar un reconocimiento condicional que espera su confirmaci¨®n o refutaci¨®n posterior. No obstante, esos galardones nos parecen menos problem¨¢ticos si pensamos que manifiestan algo m¨¢s que reconocimiento o fe en los logros de cualquier escritor o artista. Manifiestan una fe en la propia actividad.
Por lo tanto, la mejor reflexi¨®n que puede hacerse sobre un premio literario significativo es que afirma la importancia, la gloria (si se me permite una palabra tan grandilocuente), de la literatura misma. ?stas son al menos mis reflexiones en ocasi¨®n tan destacada, en la que he sido distinguida como una de las dos merecedoras del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Letras.
Cuando pienso en la literatura, en la infinitamente diversa aventura de afanarse con el lenguaje para contar historias y transmitir el conocimiento profundo en el que me he anclado, comprometido, durante toda mi vida como persona moral y consciente, pienso en un amplia escala de valores que en realidad son metas o modelos con los cuales juzgo mis actividades personales y literarias.
En un sentido, el emp¨ªrico o f¨¢ctico, la literatura es meramente la suma de todo lo escrito y tenido por literatura. En otro sentido, el ideal, la literatura es la suma de todo lo que mejora, enaltece y hace m¨¢s necesaria la actividad literaria.
En esta segunda y m¨¢s valiosa acepci¨®n, la literatura honra -y representa—metas ideales en sentido estricto. Es decir, nunca alcanzadas del todo. Sin embargo, son a¨²n m¨¢s irresistibles y ejercen mayor autoridad como ideales precisamente porque resulta muy dif¨ªcil mantenerlos.
Alguien podr¨ªa rechazar, como una suerte de enternecedor disparate, lo que me propongo encomiar aqu¨ª. Pero yo no lo veo as¨ª en absoluto. Estas normas morales, estos ideales, no son una ilusi¨®n.
Imaginemos la literatura como una utop¨ªa... un lugar en el que imperan los modelos m¨¢s encumbrados, casi inaccesibles. Se pueden deducir unas cuantas normas de una interpretaci¨®n determinada de la literatura, de la que importa, que sigue importando durante decenios, generaciones y, en pocos casos, durante siglos.
?sta es mi utop¨ªa. Es decir, aqu¨ª est¨¢n los modelos que infiero o me parece que sustenta la empresa de la literatura.
Uno. Las actividades literarias (la escritura, la lectura, la ense?anza) son una vocaci¨®n ideal, una prerrogativa, m¨¢s que una simple carrera, una profesi¨®n, que se sujeta a las nociones comunes de "¨¦xito" y al est¨ªmulo financiero. La literatura es, en primer lugar, una de las maneras fundamentales de nutrir la conciencia. Desempe?a una funci¨®n esencial en la creaci¨®n de la vida interior, y en la ampliaci¨®n y ahondamiento de nuestras simpat¨ªas y nuestras sensibilidades hacia otros seres humanos y el lenguaje.
Dos. La literatura es una arena de logros individuales, de m¨¦ritos individuales. Esto implica que no se confieren premios y honores al escritor porque representa, digamos, a las comunidades d¨¦biles o marginadas. Esto implica que no se hace uso de la literatura o de los premios literarios para respaldar fines ajenos a ella: por ejemplo, el feminismo. (Hablo como feminista.) Esto implica que no se reparten recompensas a los escritores como medio de pagar consecutivo tributo a la diversidad de las identidades nacionales. (As¨ª es que si los mejores tres escritores del mundo son, por ejemplo, h¨²ngaros, entonces lo ideal es que los jurados de los premios no se inquieten porque los h¨²ngaros reciben demasiados galardones.)
Tres. La literatura es primordialmente una empresa cosmopolita. Los grandes escritores son parte de la literatura mundial. Deber¨ªamos leer a trav¨¦s de las fronteras nacionales y tribales: la gran literatura deber¨ªa transportarnos. Los escritores son ciudadanos de una comunidad mundial, en la que todos aprendemos y nos leemos los unos a los otros. Si consideramos que cada logro literario significativo es, en ¨²ltima instancia, parte de la literatura del mundo, nos hacemos m¨¢s receptivos a lo for¨¢neo, a lo que no es "nosotros". El poder caracter¨ªstico de la literatura es que nos deja una impresi¨®n de extra?eza. De asombro. De desorientaci¨®n. De que nos encontramos en otro lugar.
Cuatro. Las diversas pautas de excelencia literaria, en el seno de las literaturas en todos los idiomas y en la gama entera de la literatura mundial, son una lecci¨®n cardinal sobre la realidad y la conveniencia de un mundo que a¨²n es irreductiblemente plural, diverso y variado. El mundo pluralista actual depende del predominio de los valores seculares.
Es posible, desde luego, exponer lo que denominamos modelos de un modo m¨¢s en¨¦rgico (y acaso m¨¢s controvertido), como antipat¨ªas, como negativas. As¨ª es que, para enunciar de otra manera lo que acabo de decir:
Uno. Desprecio a los valores mercenarios.
Dos. Aversi¨®n a hacer uso principalmente instrumental de los escritores; por ejemplo, celebrar a los autores sobre todo en calidad de representantes de comunidades que se imaginan marginadas, con el fin de manifestarles su apoyo.
Tres. Cautela ante el filiste¨ªsmo cultural que se encubre con la aplicaci¨®n de los valores democr¨¢ticos en materia literaria. Desconfianza permanente de las afirmaciones nacionalistas y las lealtades tribales.
Cuatro. Eterno antagonismo contra las fuerzas represivas y la censura.
Estos son en efecto valores ut¨®picos. No se han cumplido. Pero la literatura, la literatura en su conjunto, a¨²n los encarna. A¨²n estimulan a los escritores. A¨²n nutren a los lectores, a los verdaderos lectores. Y es tambi¨¦n lo que celebra todo premio literario importante.
Por estos valores me honra que la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias me haya elegido como una de las galardonadas con este destacado premio.
[Traducci¨®n de Aurelio Major]
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