El ¨²ltimo ?ngel Gonz¨¢lez
"Somos una sucesi¨®n de hombres, que aparecen y desaparecen a lo largo de la vida", dijo ?ngel Gonz¨¢lez en una de sus ¨²ltimas apariciones p¨²blicas. Siendo as¨ª, yo no conoc¨ª al autor de la mayor¨ªa de sus libros de poes¨ªa. Pero s¨ª a su heredero, al ¨²ltimo ?ngel. Un se?or con aspecto de caballero del XIX y mentalidad del XXI que no se daba ninguna importancia, pese a ser probablemente el mejor poeta vivo en espa?ol.
?ngel hablaba muy bajito, con acento asturiano. En cierta forma hablaba como escrib¨ªa, sin la menor pedanter¨ªa ni solemnidad. Con frases sencillas, pero muy ingeniosas, como si las llevara pensando muchos a?os. Parec¨ªa siempre feliz, la vida le hab¨ªa dejado heridas pero no resentimiento. Le gustaba ver el f¨²tbol, y segu¨ªa a los equipos de su tierra, el Oviedo y el Sporting, aunque en los ¨²ltimos a?os no le dieran muchas alegr¨ªas. Ejerc¨ªa de asturiano y a la vez detestaba todo nacionalismo. Quiz¨¢ por eso no le gustaba mucho ver los partidos de la selecci¨®n. "Tanta bandera junta me asusta", dijo un d¨ªa.
Pese a su mala salud no renunci¨® al tabaco. Ni a un buen whisky en el Kontiki, su bar de la esquina, en la plaza de San Juan de la Cruz, una extensi¨®n social de su propia casa. All¨ª almorzaba muchos d¨ªas, all¨ª una camarera brasile?a le rega?aba como a un ni?o malo para que terminara el plato. "Est¨¢ muy flaco, Don ?ngel". Y ¨¦l, obediente, com¨ªa.
No tuvo hijos. Y aparte de su mujer, Susi, apenas ten¨ªa parientes. Sin embargo estaba siempre acompa?ado por una entusiasta familia postiza, la de sus amigos: Benjam¨ªn Prado, Almudena Grandes, Luis Garc¨ªa Montero, Caballero Bonald, Joaqu¨ªn Sabina , Javier Rioyo y Juan Cruz, entre otros.
Yo mismo tuve la suerte de ejercer a tiempo parcial de nieto adoptivo de ?ngel. En el verano m¨¢s t¨®rrido que se recuerda en Madrid le acompa?¨¦ a un centro comercial a comprar un cacharro de aire acondicionado port¨¢til. La dependienta era particularmente torpe, se equivocaba todo el rato. De un tr¨¢mite que pod¨ªa haber resuelto en un minuto hizo un problema que tard¨® en resolver un cuarto de hora. Exasperado, miraba a ?ngel buscando complicidad para mi cabreo. Pero ¨¦l agradeci¨® el p¨¦simo servicio con much¨ªsima amabilidad y una gran sonrisa. Ese d¨ªa confirm¨¦ mis sospechas: este tipo, adem¨¢s de un gran poeta es muy buena persona.
Hace dos meses tuve que trasvasar toda la informaci¨®n que guardaba en su viejo ordenador Mac a otro nuevo que hab¨ªa comprado; una labor que ?ay! qued¨® inacabada. Recuerdo su expresi¨®n divertida y asombrada cuando vio el min¨²sculo pendrive en el que hab¨ªa guardado todos los documentos de la computadora antigua. "?Aqu¨ª cabe mi trabajo de 20 a?os!", dijo.
La ¨²ltima vez que lo visit¨¦, poco antes de Navidades, fue para conectar su ordenador a Internet. Me pidi¨® que le incluyera en su carpeta de favoritos la p¨¢gina web de este peri¨®dico, la de algunos medios asturianos, la de la Real Academia y el blog de un amigo, entre otras. Luego, quiso que le ayudara a buscar noticias sobre el nombramiento, unos d¨ªas antes, de ¨¦l y de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s como doctores honoris causa en la Universidad de Oviedo. Estaba ya muy mal de salud pero parec¨ªa haber disfrutado enormemente de ese homenaje. Y consultaba la informaci¨®n sobre el acto con el mismo placer con el que un ni?o repasa las fotos de su veraneo.
Segu¨ªa leyendo -y releyendo a Proust- y escribiendo: El Pa¨ªs Semanal public¨® hace apenas dos meses un poema suyo in¨¦dito. Su obra tiene un fondo triste pero ¨¦l siempre encontr¨® un asidero de esperanza para mantener la sonrisa. Me alegro de que el buen humor y el inter¨¦s por muchas cosas le hayan acompa?ado hasta el ¨²ltimo d¨ªa.
Bernardo Mar¨ªn es periodista de ELPA?S.com
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