Manhattan: La isla del centro del mundo
Nueva York celebra los 400 a?os de la llegada a Manhattan del navegante ingl¨¦s Henry Hudson, el 11 de septiembre de 1609, que inaugur¨® la colonia de la que nacer¨ªa la ciudad
Era un puerto natural, un impresionante estuario que parec¨ªa creado para el comercio. Los primeros exploradores europeos debieron de quedar fascinados: era una isla que daba acceso a todo un continente: Manhattan, la Mannahatta de los indios, una isla que con el tiempo se situar¨ªa en el centro del mundo.
Para hacerse una idea de lo que encontraron es necesario retroceder en el tiempo. El trazado urbano va desapareciendo de norte a sur y surge la salvaje vegetaci¨®n original de la isla. Desde Harlem se borran las calles y los bloques de pisos, luego desaparece Central Park y las lujosas residencias del Park Avenue. Los rascacielos del Midtown quedan allanados a medida que se desdibujan las grandes avenidas que recorren la metr¨®polis. Hasta llegar m¨¢s all¨¢ de Canal Street, atravesando Wall Street y desbrozando la jungla de gigantes de acero y cristal del centro financiero, hasta desembocar en la punta sur de la isla, cerca de Battery Park.
Desaparecido el cemento, el acero y el cristal, el paraje es ahora una masa esmeralda, ind¨®cil y exuberante. Es un entorno con praderas, campos de fresas salvajes, r¨¢pidos arroyos, pinos, robles, casta?os. Algo similar a lo que debi¨® de encontrar el explorador ingl¨¦s Henry Hudson cuando arrib¨® a esa misma costa el 11 de septiembre de 1609, a bordo del nav¨ªo Halve Maen (Media luna), a las ¨®rdenes del imparable poder comercial holand¨¦s. Fue el acto fundacional oficioso de la colonia de Nueva ?msterdam, que andando el tiempo se convertir¨ªa en la ciudad m¨¢s vigorosa, din¨¢mica, poderosa, cambiante y ca¨®tica del mundo: Nueva York.
Este viernes se cumplen 400 a?os de aquella haza?a, lograda de manera algo imprevista mientras el explorador buscaba un paso por el norte hacia las Indias orientales, financiado por la Compa?¨ªa Holandesa de las Indias Occidentales. Para conmemorar aquel episodio, la ciudad de Nueva York celebra esta semana un programa de actividades culturales y actos oficiales , que incluye desde la exposici¨®n de 'La lechera', de Johannes Vermeer, en el Museo Metropolitano, procedente del Rijksmuseum, hasta la exposici¨®n de una r¨¦plica real del nav¨ªo que condujo a Hudson al Nuevo Mundo.
Incluso la Manhattan primigenia, la Mannahatta (o isla de las muchas colinas) de los indios, se puede recorrer en una recreaci¨®n virtual puesta en marcha por la Wildlife Conservation Society a partir del trabajo del investigador Erich W. Sanderson. "Si Mannahatta existiera hoy tal como era entonces, ser¨ªa un parque nacional", ha escrito Sanderson en el estudio Mannahatta: A Natural History of New York City. "Ser¨ªa la joya de la corona de los parques nacionales de Estados Unidos".
Tambi¨¦n los pr¨ªncipes herederos de la corona de Holanda, Wilhelm Alexander y M¨¢xima de Orange, han acudido a la conmemoraci¨®n. Fueron recibidos el pasado martes por el alcalde, Michael Bloomberg, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton. De hecho, la embajada holandesa en Nueva York ha organizado un completo programa de actividades para celebrar los cuatro siglos de hermanamiento entre las naciones holandesa y estadounidense.
El adn holand¨¦s de Nueva York
El breve pero vigoroso pasado holand¨¦s de la ciudad es un cap¨ªtulo que suele ocupar un par de p¨¢rrafos en los libros de historia pero su repercusi¨®n en la definici¨®n de la ciudad fue m¨¢s profunda de lo que se cree. Lejos de la intolerancia religiosa y el monolitismo cultural de las colonias inglesas puritanas establecidas al norte, alrededor de Boston, la ciudad de Nueva ?msterdam fue un enclave eminentemente comercial, abierto al intercambio cultural, racial y religioso. Ese patrimonio dual, compuesto por la intransigencia religiosa puritana y la apertura del empuje comercial, dar¨ªan lugar a las contradicciones de la identidad estadounidense.
Los holandeses no llegaron para levantar comunidades religiosas fuera del alcance de las monarqu¨ªas europeas sino, simplemente, para hacer negocios. Ese esp¨ªritu emprendedor y esa indiferencia hacia los credos quedaron grabados en el adn de la ciudad y en alma del pa¨ªs, seg¨²n sostiene el periodista Russell Shorto, que ha rescatado la memoria holandesa de Nueva York en la espl¨¦ndida cr¨®nica The Island at the Center of the World (sin traducci¨®n en Espa?a), que con un tremendo pulso narrativo y una documentaci¨®n rigurosa rememora la epopeya de la fundaci¨®n de la ciudad.
Shorto ha dado cuerpo narrativo a un volumen ingente de documentos hist¨®ricos. Los que ha traducido el erudito Charles Gehring, que desde 1973 ha acometido la tarea de verter una monta?a de documentaci¨®n procedente de la colonia de Nueva Holanda, escrita en holand¨¦s antiguo y almacenada durante siglos. De all¨ª han surgido no s¨®lo las historias personales de los primeros 'neoyorquinos', incluida la figura del desp¨®tico Peter Stuyvesant, gobernador a las ¨®rdenes de la Compa?¨ªa Holandesa, sino sobre todo la del desconocido abogado Adriaen van der Donck, un campe¨®n de la lucha por el autogobierno de la isla frente a los intereses comerciales de la Compa?¨ªa de las Indias Occidentales.
Base de la sociedad moderna
La colonia holandesa de Nueva Holanda dur¨® algo menos de cincuenta a?os, hasta que en 1664 las tropas inglesas del duque de York, el futuro Jacobo II, arrebat¨® los territorios a la corona holandesa para incorporarlos al imperio brit¨¢nico. Un episodio que podr¨ªa simbolizar la cesi¨®n de la hegemon¨ªa comercial. El siglo de oro holand¨¦s, el de las riquezas inmensas y el de Spinoza, Rembrandt, Vermeer, Grotius y los hermanos De Witt, vislumbraba su ocaso, pero la aventura empresarial en el Nuevo Mundo dejo una impronta duradera.
Se trata de una haza?a que el propio alcalde de ?msterdam, Job Cohen, record¨® el pasado abril, en un discurso que conmemoraba la partida de Hudson hacia el nuevo mundo en 1609. "Pioneros de ?msterdam, que se asentaron en el ¨¢rea de Manhattan, plantaron las semillas de la democracia, el esp¨ªritu empresarial y la libertad de expresi¨®n y libertad de religi¨®n en lo que hoy conocemos como Nueva York, la capital oficiosa del mundo libre".
Una relaci¨®n que ha configurado los ingredientes esenciales de la sociedad moderna, seg¨²n ha escrito Shorto: "Los frutos de la ?msterdam y la Nueva York del siglo XVII son evidentes en las ciudades del siglo XXI. El paisaje urbano es una gama de tolerancia. Y no es esta la gama de toda ciudad moderna? Desde luego que lo es y ah¨ª radica el sentido: estos rasgos en los que ?msterdam fue pionera en el siglo XVII y tansferidos a Nueva ?msterdam, y de ah¨ª a Nueva York, formando as¨ª la primera ciudad multi¨¦tnica del Nuevo Mundo, hoy son ubicuos. Son parte de todas las ciudades modernas, parte de la definici¨®n de la sociedad moderna".
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