...Y el capote subi¨® a los cielos
Inspiraci¨®n, duende, aroma, esencia, hondura, gracia, armon¨ªa, inspiraci¨®n... y solemnidad majestuosa. M¨¦zclense con suavidad todos los ingredientes y s¨®lo as¨ª ser¨¢ posible entender c¨®mo la magia se apoder¨® de la plaza, que qued¨® arrebatada con el toreo de capote que surgi¨® de las mu?ecas artistas de los tres toreros. Entre los tres lo auparon a la gloria, y el p¨²blico supo, palp¨® y toc¨® con los dedos la eternidad del toreo.
Permitan esta cursilada que no viene a decir m¨¢s que Morante, Luque y Cayetano ofrecieron un concierto sinf¨®nico del toreo de siempre, de ¨¦se que enamora y llega al alma, el que se convierte en un recuerdo imperecedero. Ya era hora de que se hiciera presente felicidad tan grandiosa despu¨¦s de tanto sufrimiento acumulado.
CUVILLO / MORANTE, CAYETANO, LUQUE
Toros de N¨²?ez del Cuvillo, justos de presentaci¨®n, cumplidores en el caballo, sosotes y nobles; destac¨® el tercero.
Morante de la Puebla: metisaca, aviso, y pinchazo (silencio); casi entera (gran ovaci¨®n).
Cayetano: media estocada (ovaci¨®n); cinco pinchazos y un descabello (silencio).
Daniel Luque: pinchazo y estocada ca¨ªda (vuelta); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 2 de junio. Corrida de la Beneficencia.
La infanta Elena presidi¨® el festejo desde el palco real. Lleno.
Todo comenz¨® en el tercero de la tarde. Tras el primer puyazo, Luque hizo un primoroso quite por chicuelinas ajustadas que levantaron los ¨¢nimos del p¨²blico; tras un picotazo, Morante hace adem¨¢n de irse al centro del ruedo. Psss... Silencio en la plaza. Y el sevillano dibuja lentamente dos ver¨®nicas y una media que saben a gloria. En ese momento, el joven Luque toma una inteligente y arriesgad¨ªsima decisi¨®n, cual es desafiar al artista. Y lancea a la ver¨®nica maravillosamente. La plaza se ha convertido ya en una olla a presi¨®n. La magia est¨¢ all¨ª y la historia no ha terminado. Morante vuelve a la cara del toro ante la sorpresa de todos, y dibuja tres chicuelinas con las manos muy bajas que producen una conmoci¨®n. Y le responde Daniel Luque con otras del mismo tenor que en nada desmerecen a las anteriores. Cuando los dos toreros se acercan y estrechan sus manos, la plaza vibra de una emoci¨®n indescriptible. Eso es lo que suele ocurrir cuando el toreo es verdadero.
Psss... Que viene, que viene... Otra vez... Cuarto de la tarde, segundo de Morante de la Puebla: un quite por delantales personal¨ªsimo y una media tan larga y tan lenta que, no lo creer¨¢n, pero a¨²n no ha terminado... Y Cayetano, que hab¨ªa sido convidado de piedra en la hist¨®rica secuencia ya vivida, toma aire, se engalla, alarga el cuello, mira al cielo y se va hacia el toro. Casi todo el capote sobre la arena, s¨®lo acariciado con las yemas de los dedos de la mano derecha; lanza la montera para llamar la atenci¨®n del toro, y ante la embestida alegre del animal, responde con una larga cambiada primorosa; cuando el toro vuelve, el torero le espera para torearlo por gaoneras, que brotan atropelladas, pero pre?adas de pasi¨®n. Fue un destello precioso y conmovedor de este torero.
Tambi¨¦n la felicidad es agotadora. No est¨¢n los cuerpos para tantas emociones, y hubo m¨¢s, a cuentagotas, pero las hubo. El mismo Cayetano recibi¨® a su primero, un becerrote que era un santo var¨®n, con dos ver¨®nicas extraordinarias por el pit¨®n izquierdo, hondas, cargadas de emotividad, que nacieron como carteles de toros. Morante hizo lo propio a la salida del cuarto, al que recibi¨® por ver¨®nicas muy sentidas; y Luque, que no se arredr¨® en ning¨²n momento, tambi¨¦n salud¨® a su lote con capotazos airosos y henchidos de sentimiento.
En fin, que fue la gloria del toreo de capote, ¨¦se que tanto escasea, ¨¦se que tanto emociona cuando un artista inspirado se deja llevar y lo eleva a los cielos.
El resto de lo que pas¨® importa poco. Fue toreo intermitente, sin m¨¢s; lo de casi todas las tardes. Toros agotados, -a excepci¨®n del tercero-, con esa mezcla insulsa de nobleza y soser¨ªa que no les permite despegar.
No despeg¨® Cayetano, muy, despegado de sus toros, sin estar metido en faena. Se afan¨® con toda su alma Morante de la Puebla, valent¨®n, entregado siempre, con detalles excelsos; y super¨® la prueba, su propia y personal prueba, un animoso Luque, que parece haber renacido tras la tarde aciaga del Domingo de Resurrecci¨®n en esta plaza.
Lo m¨¢s importante y lo trascendental es que, ayer, el toreo, por fin, subi¨® a los cielos.
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