No todo es melod¨ªa
La plaza de Agust¨ªn Lara suena al ritmo de los cajones flamenco y peruano en el D¨ªa de la M¨²sica
Son las ocho de la tarde en Madrid. La gente se apresura en llegar a su destino. La selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol juega en un rato y nadie quiere perd¨¦rselo. ?Nadie? No. Queda un reducto, cual aldea gala en la Francia romana, que quieren sonar el ritmo. Es 21 de junio y estamos en Lavapi¨¦s. Suenan los cajones, peruanos y flamencos, al comp¨¢s de los goles de la Roja.
Por un peque?o escenario desfilan alumnos y profesores. Abajo, entre el p¨²blico, se mezclan curiosos, aficionados, estudiantes y m¨²sicos. Una veintena lo hace sentada sobre un caj¨®n de madera, protagonista de la actividad. "Es un homenaje al caj¨®n", explicaba unos d¨ªas antes Maciej Dekert, fot¨®grafo e investigador responsable de la iniciativa junto Guillermo Garc¨ªa Garrote y Rafael Santa Cruz, percusionistas flamenco y peruano. Mucho p¨²blico hippie, pero tambi¨¦n familias completas, payos y gitanos, peruanos y espa?oles.
El caj¨®n peruano, caj¨®n flamenco, o simplemente caj¨®n es una caja de cedro o caoba (en Espa?a, a veces de abedul o pino). En la trasera se abren uno o dos c¨ªrculos que permiten la salida del sonido que produce un percusionista que lo golpea con sus manos sentado a horcajadas sobre ¨¦l. A veces incluye en su interior cuerdas que a?aden un efecto de difusi¨®n del sonido. S¨®lo produce dos tipos de sonido: grave y agudo, seg¨²n d¨®nde y c¨®mo se golpee.
En Lavapi¨¦s, la mayor¨ªa ya sabe esto. Todos se dejan las manos, primero, por rumba catalana. "Vamos a buscar los acentos cada cuatro tiempos", explica Garc¨ªa, profesor de caj¨®n flamenco. Luego, por festejo peruano. "Bum, bum, bum, bum, ta, ta, ta", explica Santa Cruz -percusionista, escritor y profesor de caj¨®n en la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨² (aunque ¨¦l le gusta definirse como cajonistic¨®logo)- con su voz y sus manos sobre la madera mientras, entre el p¨²blico, una chica peruana explica a sus amigas c¨®mo se baila.
Las primeras referencias documentales sobre el instrumento, explican Dekert y Santa Cruz, son de mediados del siglo XIX. Se dice que los primeros en usarlo fueron los esclavos negros de la costa peruana. "En realidad es dif¨ªcil saber en qu¨¦ momento lleg¨® un negro y dijo: ese caj¨®n no me lo tires que lo voy a tocar ma?ana", cuenta Dekert. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que hace ahora 30 a?os, un caj¨®n hizo el camino de regreso a Espa?a de la mano de Paco de Luc¨ªa y su percusionista, Rubem Dantas. Se incorpor¨® como un guante al flamenco.
La adaptaci¨®n fue radical. "La percusi¨®n tradicional en el flamenco eran los nudillos sobre una mesa o la parte de atr¨¢s de la guitarra, las palmas y los pies. Y el sonido del caj¨®n es muy parecido, un golpe sobre la madera", explica Garc¨ªa. Muchos percusionistas de otros estilos lo han incorporado a partir de su incorporaci¨®n al flamenco, desde el jazz latino al reggae pasando por el pop. Un ejemplo, explica Guillermo Garc¨ªa, est¨¢ en su hermano David, baterista y percusionista del grupo pop Vetusta Morla. "David es un cajonero de toda la vida. Antes de ser bater¨ªa era mi sustituto natural en el tablao El Corral de las Pachecas".
"Es un instrumento muy vers¨¢til. Te lo puedes llevar f¨¢cilmente, es barato, te da mucha sonoridad. Es muy agradecido, a poco que le hagas, suena", explica Garc¨ªa. De ah¨ª la diversidad de alumnos, tambi¨¦n de p¨²blico en la plaza de Agust¨ªn Lara. "Hay mucho m¨²sico aprendiendo, y luego gente que no tiene nada que ver con el flamenco: un alumno tiene un restaurante, otro es abogado, otro es pescadero, un publicista...".
Babelia
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