Boney M. y cerveza palestina en las noches de Ramala
El ballet espa?ol de Murcia o Chef Faudel comparten cartel en el festival en ciudades cisjordanas en el que el m¨ªtico grupo setentero ha sido el plato fuerte
Un festival veraniego e itinerante lleva estos d¨ªas la m¨²sica y el baile a las ciudades cisjordanas. Artistas internacionales recorren el territorio palestino bajo el lema "rompamos el asedio" y en contra de las restricciones de agua que impone la ocupaci¨®n israel¨ª. El ballet espa?ol de Murcia o Chef Faudel comparten cartel en este festival en el que Boney M ., el m¨ªtico grupo setentero ha sido el plato fuerte. Cuando durante el concierto, una de las vocalistas de Boney M. grit¨® "?Amamos Palestina!", el auditorio en Ramala se vino abajo. Porque a diferencia de los festivales en cualquier otro lugar del mundo, los artistas que tocan aqu¨ª, en Cisjordania, vienen a divertirse, hacer negocio y pol¨ªtica a partes iguales. Encuentros culturales subvencionados como este, forman parte del intermitente panorama cultural palestino.
El martes por la noche no cab¨ªa un alfiler en el auditorio a cielo abierto del centro cultural de Ramala. El concierto de Boney M. fue todo un acontecimiento. Rasput¨ªn o Daddy cool sonaron con fuerza y se bailaron con entusiasmo. Hubo apag¨®n de luz y prudencia por parte del grupo que evit¨® tocar Rivers of Babilon por aquello de "lloramos cuando nos acordamos de Si¨®n, yeah, yeah, yeah".
El p¨²blico era de lo m¨¢s variado, pero parecido al de casi cualquier evento cultural de los que se celebran aqu¨ª en Cisjordania. Da casi igual quien toque o quien baile. La oferta cultural no es lo suficientemente amplia ni continuada como para elegir. Cuando viene alguien, se va al concierto y punto. Hab¨ªa muchos j¨®venes palestinos, pero tambi¨¦n familias con ni?os. La comunidad internacional de Ramala y Jerusal¨¦n -cooperantes, periodistas y diplom¨¢ticos- acudi¨® casi en pleno. Se le sum¨® alg¨²n que otro activista de izquierdas israel¨ª que le han cogido gusto a eso de saltarse la prohibici¨®n que les impide pisar los territorios palestinos.
A las diez y pico, el concierto -y la ley seca; en el recinto no vend¨ªan cerveza de acuerdo con las costumbres locales- toc¨® a su fin. La noche no. La juerga continu¨® en los garitos que proliferan por semanas en Ramala, sede del Gobierno de la Autoridad Palestina. El ¨²ltimo grito se llama Beit Anise, una antigua casa ¨¢rabe transformada en restaurante. El Snowbar, con jard¨ªn y piscina es ya un cl¨¢sico pero no por ello menos frecuentado. Durante el mundial, sirvi¨® de cuartel general de expatriados espa?oles y seguidores palestinos de la Roja que atiborraron hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del inmenso recinto.
Los bares de Ramala son como los de cualquier otro sitio del mundo. La gran diferencia es que no toda la poblaci¨®n palestina hace uso de ellos. Bien porque les resultan caros o bien porque lo que all¨ª se hace -beber, bailar, mezclarse- no se ajusta a las normas de conducta de los sectores m¨¢s conservadores de la sociedad. Ramala es la ciudad m¨¢s adinerada pero tambi¨¦n la m¨¢s abierta de toda Cisjordania, donde la poblaci¨®n local convive no s¨®lo con los occidentales que all¨ª trabajan sino tambi¨¦n con los palestinos de la di¨¢spora que acuden desde todos los rincones del planeta a pasar el verano en familia.
En los bares no faltan las bebidas alcoh¨®licas. A diferencia de en la franja de Gaza, donde no est¨¢ permitida al entrada ni de un mililitro de alcohol, en Ramala se bebe. A veces mucho. Se bebe de todo, pero principalmente Taybeh, la cerveza palestina que presume de ser "la mejor de todo Oriente Pr¨®ximo" y que la familia Khoury lanz¨® con ¨¦xito al mercado tras obtener el visto bueno de Yasser Arafat. Es verano y la sirven fresca.
Ibrahim, de 38 a?os, trabaja en una inmobiliaria en Jerusal¨¦n y a veces se escapa a la ciudad vecina, a media hora de distancia a disfrutar de la noche. "Ramala es m¨¢s barato. Adem¨¢s, los palestinos no tenemos muchas opciones en Jerusal¨¦n. Lo malo es que a la vuelta hay que pasar por el checkpoint". Porque eso s¨ª, el jolgorio veraniego de Ramala dura lo que dura la estancia en la burbuja de la zona de bares. Fuera de ella, a escasos cientos de metros se reconocen en medio la noche los depauperados campos de refugiados y poco m¨¢s all¨¢, Kalandia, el gran chekpoint israel¨ª que controla la entrada y la salida de Ramala y que no es m¨¢s que una puerta abierta -no para todos- en el muro de hormig¨®n que bordea la ciudad. No deben preocuparse a los que la Taybeh se les sube r¨¢pido a la cabeza. Ver¨¢n c¨®mo en seguida se les baja cuando al toparse con los soldados, le pidan el pasaporte con el dedo en el gatillo.
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