Los juguetes del abuelo Pablo
El Museo Picasso de M¨¢laga reabre la temporada con una exposici¨®n sobre los juguetes de las vanguardias con 300 obras de 60 creadores
Bernard Ru¨ªz Picasso ten¨ªa cuatro a?os cuando su abuelo Pablo le regal¨® un caballo de lat¨®n pintado de blanco aupado sobre cuatro ruedas y con un enorme ojo pintado en un lateral de la cabeza. El artista hizo que su fundidor le construyera una mesa adecuada. Tambi¨¦n sobre ruedas. Pero no era este el juguete favorito del peque?o Bernard. Como tampoco lo fue para su padre Paul el precioso coche de madera pintado en azul que el artista construy¨® para su hijo. "Mi abuelo, como buen espa?ol, adoraba a los ni?os y se inspiraba en nuestros juegos. El problema era que cualquier cosa que hac¨ªa, cualquier objeto que nos regalaba era ya algo precioso que nos daba reparo tocar, por eso jug¨¢bamos poco con ello". Bernard se adentra en sus recuerdos de infancia mientras muestra lleno de orgullo las piezas que formaron parte de su universo infantil y que ahora forman parte de la exposici¨®n Los juguetes de las vanguardias, que ma?ana se abre al p¨²blico en el Museo Picasso de M¨¢laga con 300 obras de 60 artistas; todo un universo de marionetas, recortables, teatrillos, locomotoras o puzles, habla del que estos artistas ten¨ªan sobre el ni?o del siglo XX.
Comisariada por Jos¨¦ Lebrero y Carlos P¨¦rez, la exposici¨®n se ha trabajado bajo la idea de que estos juguetes fueron creados para unos ni?os que ten¨ªan que cambiar el mundo. A la vez que se entreten¨ªan, sab¨ªan que ten¨ªan una misi¨®n que cumplir. Detr¨¢s de los mu?ecos o de los trenes, hab¨ªa una nueva filosof¨ªa de vida. Era el juguete did¨¢ctico que aqu¨ª aparece firmado por los grandes artistas de las vanguardias hist¨®ricas.
En la primera parte del siglo XX, nacen las democracias surgidas de los antiguos imperios centroeuropeos y tambi¨¦n el comunismo y el fascismo. La primera guerra mundial es el punto de inflexi¨®n a partir del que nadie discute la necesidad de un hombre nuevo. La educaci¨®n y la pedagog¨ªa del ni?o fueron las armas principales para intentar crear un hombre nuevo ajeno a las miserias destructoras. Los artistas tuvieron poco ¨¦xito en su predicamento, pero el resultado de su trabajo fue excepcional, como se puede ver ahora en las salas del Museo Picasso.
El recorrido comienza con una selecci¨®n de juguetes pedag¨®gicos concebidos en el siglo XIX a partir de las ideas de renovaci¨®n del juego infantil de intelectuales como Frierich Frebel o los enfoques educativos de Maria Montessori del modelo triple: motor, sensorial e intelectual. Los comisarios han querido mostrar c¨®mo, en el periodo de entreguerras, arte y pedagog¨ªa comparten un mismo ambiente. La exposici¨®n destaca c¨®mo el futurismo italiano convivi¨® pl¨¢cidamente en sus inicios con el fascismo de Mussolini y despu¨¦s tuvo una convivencia complicada. Una tensi¨®n similar sufrieron los los artistas de vanguardia rusos que se asociados con la revoluci¨®n bolchevique y ponen su talento al servicio de la nueva sociedad socialista, pero acaban machacados cuando la URSS implanta el realismo socialista como est¨¦tica oficial. La Bauhaus, que acab¨® clausurada por los nazis como centro de producci¨®n de "arte degenerado" hab¨ªa alcanzado un enorme prestigio en Europa.
La segunda parte se centra en piezas visualmente m¨¢s familiares para el visitante: las marionetas de madera o metal de Sophie Teauber-Arp, los gui?oles de Paul Klee, los puzles de maderas coloreadas de Joaqu¨ªn Torres Garc¨ªa, los animales de alambre de Bruno Munari o las locomotoras de Ladislav Sutnar.
Al final del paseo por la exposici¨®n, Bernard Ru¨ªz Picasso se sienta en uno de los pupitres que reproducen una sala escolar de comienzos de siglo y se entretiene haciendo un puzle. Con las piezas casi encajadas, habla del paralizado proyecto de trasladar el mural Guernica pintado por su c¨¦lebre abuelo desde el Reina Sof¨ªa al sal¨®n de Reinos del Museo del Prado. "La familia no ha opinado de esta historia. Yo no s¨¦ nada. S¨ª creo que la obra est¨¢ muy fr¨¢gil y dicen que no se aconseja su movimiento. No lo s¨¦. Lo que s¨ª recuerdo es que me gustaba mucho c¨®mo estaba en el Cas¨®n del Buen Retiro, donde la instalaron cuando lleg¨® a Espa?a, hace casi veinte a?os".
Babelia
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