Ozymandias
La ca¨ªda -provisional- de Zahi Hawass resuena en el mundo de egiptolog¨ªa con el estr¨¦pito del derrumbe de un coloso. Es la imagen moderna del c¨¦lebre poema de Shelley Ozymandias sobre la ruina de los todopoderosos, inspirado en la visi¨®n de la gran estatua de Rams¨¦s II del Rameseum mutilada, solitaria y medio cubierta por la arena y el olvido. Es dif¨ªcil imaginar las antig¨¹edades egipcias sin Hawass, hasta tal punto se ha convertido en sin¨®nimo de ellas. Es tan ic¨®nico como las momias. Durante a?os ha encantado a todo el planeta con descubrimientos dorados y misterios a los que despojaba de sus velos -o pretend¨ªa hacerlo- sin a la vez dejar de aullar como un Anubis justiciero y rabioso contra todo lo que consideraba un atentado al patrimonio fara¨®nico.
Fascinaba a los ni?os (y mayores) con su sombrero y empre?aba a los museos con sus reclamaciones. No ha habido una sola noticia sobre la vieja civilizaci¨®n del Nilo que no llevara de una manera u otra su marchamo o sobre la que no tratara de poner su larga mano. Muchos egipt¨®logos han sufrido su prepotencia y su monumental af¨¢n de protagonismo. Ha repartido a menudo prebendas, concedido y retirado concesiones de excavaci¨®n como si el Antiguo Egipto fuera su coto privado. El propio Tutankam¨®n parec¨ªa a su servicio. Dicho esto, hay que reconocerle su ingente capacidad de trabajo y (auto) promoci¨®n de Egipto, su defensa de algo que hoy nos parece tan evidente pero que no lo era tanto como es la egipticidad de la egiptolog¨ªa: que hoy la imagen del egipt¨®logo sea un egipcio con sombrero (¨¦l) y no un europeo o un estadounidense es un logro enteramente suyo. Ha hecho que muchos egipcios est¨¦n orgullosos de su patrimonio y lo reconozcan como propio. Ha puesto en marcha proyectos importantes y bajo su ¨¦gida se han producido avances significativos de nuestro conocimiento del Antiguo Egipto. No hay que menospreciar cu¨¢ntas ilusiones y emociones nos ha brindado.
Sus movimientos durante la revoluci¨®n han sido confusos. Probablemente, pese a su servil cercan¨ªa a los Mubarak, se cre¨ªa a salvo y por encima de los acontecimientos. Sus conexiones y amistades internacionales son grandes, sobre todo en EE UU (ha llegado a fotografiarse con Obama en las pir¨¢mides de Gizah, tambi¨¦n con Shakira: tal es su sed de popularidad). Pero, en su megaloman¨ªa, ha subestimado la animadversi¨®n y hasta el odio que suscita en muchos sectores, incluido el de sus colaboradores. Hay ganas de pasarle cuentas. Ya desde hace semanas corr¨ªan libremente en diversos foros cr¨ªticas acerbas contra Hawass. Hay voces que les acusan a ¨¦l y a el ex ministro de Cultura Farouk Hosni de traficar y enriquecerse todos estos a?os con la venta de antig¨¹edades y favores, de vender un templo entero a un pr¨ªncipe del Golfo y de -supremo pecado- intrigar para hacer una lectura revisionista y sionista del pasado egipcio, ?en comandita con el Mossad! Mucho de esto son, claro, puras tonter¨ªas (Hosni y Hawass han tenido precisamente problemas por algunas de sus manifestaciones sobre Israel y los jud¨ªos). Pero parece que al fin se ha roto el atemorizado silencio.
Su papel en estos tiempos agitados, dec¨ªa, no ha estado nada claro. ?Qu¨¦ pas¨® realmente en el Museo Egipcio de El Cairo durante las protestas en la plaza Tahrir? El relato de Hawass sobre el asalto ha ido cambiando, con numerosas contradicciones. Primero minimiz¨® los da?os al patrimonio en todo el pa¨ªs. Luego cambi¨® de versi¨®n. Ahora se sospecha que en los sucesos del museo pudieron estar implicados los propios guardias. E incluso que pudo ser un montaje. El ¨²ltimo informe de Hawass sobre el estado de las antig¨¹edades en Egipto, de ayer mismo, es casi apocal¨ªptico: "El saqueo se ha incrementado en todo el pa¨ªs y nuestras antig¨¹edades est¨¢n en grave peligro por los criminales que tratan de aprovecharse de la situaci¨®n actual", clama. Es un poco un despu¨¦s de m¨ª, el diluvio, y tiene un eco curioso de los testimonios de los tiempos turbulentos de las revueltas contra el fara¨®n hereje Akenat¨®n.
Habr¨¢ que ver si Hawass, pasado un tiempo, encuentra un Horemheb al que arrimarse.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.