Un 'gulag' se convierte en escenario de rock, cultura y discusi¨®n
'Pilorama 2011', un festival para fomentar la democracia y no olvidar el pasado
En los restos de Perm-36, que fue el ¨²ltimo campo de prisioneros pol¨ªticos de la URSS, se celebra cada verano con creciente popularidad un singular festival conocido por Pilorama (El Aserradero). Coincidiendo con el ¨²ltimo fin de semana de julio, rockeros, cantautores, grupos teatrales, poetas, artistas, pol¨ªticos, defensores de derechos humanos y antiguos prisioneros se re¨²nen en las dependencias donde estuvieron encarcelados centenares de enemigos del r¨¦gimen sovi¨¦tico desde los a?os setenta hasta que Mija¨ªl Gorbachov los liber¨® a fines de los ochenta.
Perm-36, como se conoc¨ªa este lugar situado en los Urales, a 120 kil¨®metros de la ciudad de Perm, fue fundado en 1946 y era uno m¨¢s entre los campos del Gulag estaliniano. Tras la muerte de Stalin en 1953, se transform¨® en un penal especializado en funcionarios del ministerio del Interior y del sistema de Justicia condenados por diversos delitos. La fama del centro, sin embargo, esta asociada con los disidentes pol¨ªticos que fueron recluidos aqu¨ª a partir de 1972. Muchos de ellos eran miembros de movimientos nacionales de Ucrania, las rep¨²blicas del B¨¢ltico (Estonia, Letonia y Lituania) y Armenia. Algunos de aquellos presos que luego fueron acogidos como h¨¦roes nacionales en sus pa¨ªses acuden al Pilorama y ense?an a los j¨®venes las dependencias donde pasaron a?os cumpliendo condenas por Propaganda Antisovi¨¦tica y Actividades Antisovi¨¦ticas. El nombre del festival viene de una de las principales actividades laborales de Perm-36, la sierra que serv¨ªa para convertir en tablas de madera los ¨¢rboles talados en los hermosos bosques de los alrededores. El campo es hoy un museo, financiado a partir del presupuesto de la provincia de Perm y fundaciones particulares y la sierra se conserva como un monumento en lugar destacado. El director del museo, V¨ªctor Shmyrov, un antiguo decano de la facultad de historia de la Universidad de Perm, considera que Perm 36 es el ¨²nico campo del Gulag que ha sido preservado como conjunto, por no haber sido abandonado, como otros lo fueron, tras la muerte de Stalin.
En Perm 36 se mantiene en pie uno de los cuatro barracones de troncos donde se albergaban un total de mil presos y se conservan tambi¨¦n las celdas de "r¨¦gimen especial" (el m¨¢s duro de las cuatro categor¨ªas existentes en el sistema penal sovi¨¦tico), as¨ª como las celdas de castigo y de aislamiento y las que serv¨ªan como talleres de los prisioneros. En estas ¨²ltimas, los reclusos hac¨ªan conexiones para unir planchas dom¨¦sticas a cables el¨¦ctricos. "La norma eran 520 cables por d¨ªa", afirma Vasil Ovsienko, fil¨®logo ucraniano recluido en Perm-36 de 1981 a 1987. Ovsienko, que en total pas¨® 13,5 a?os entre rejas, desde su primera condena en 1973 por editar obras prohibidas en "samizdat", ha venido en tren desde Kiev. Esta vez no le han denegado la entrada en la frontera, como ocurri¨® el a?o pasado, cuando estaba incluido en una de las listas negras de ucranianos vetados en Rusia. Vasili recorre la zona de r¨¦gimen especial en compa?¨ªa de Arseni Roginski, uno de los dirigentes de la organizaci¨®n de defensa de derechos humanos Memorial. Roginski fue tambi¨¦n preso pol¨ªtico de 1981 a 1985, aunque no en Perm 36. Los dos veteranos del movimiento por los derechos c¨ªvicos en la URSS van de celda en celda, seguidos por un grupo de j¨®venes curiosos. Ovsienko trata de encontrar el calabozo de castigo donde muri¨® en extra?as circunstancias el poeta ucraniano Valis Stus en 1985.
Al Pilorama asiste tambi¨¦n Sergu¨¦i Kovalov, que renunci¨® a cargo de Defensor de Derechos humanos de Rusia a causa de la guerra de Chechenia. Kovalov, que fue uno de los reclusos de Perm 36, est¨¢ a punto de perder la paciencia cuando un grupo de j¨®venes comunistas exaltados torpedean los debates sobre los veinte a?os transcurridos desde el fin la URSS. Los j¨®venes, vestidos con camisetas rojas decoradas con el retrato de Stalin y la hoz y el martillo, no atienden a razones e intentan provocar a los ponentes. Sin embargo, la agresividad que muestran queda neutralizada por la tolerancia que muestran hacia ellos los representantes de las generaciones maduras. En los foros participan delegados de campos de concentraci¨®n nazis. "Ser¨ªa inconcebible hacer algo as¨ª en Dachau", afirma una representante de este campo, que ha venido aqu¨ª junto con varios representantes de Auswichtz.
Pilorama comenz¨® en 2005 como un certamen de canci¨®n de autor y poco a poco ha ido a?adiendo otras dimensiones. Hoy cantan aqu¨ª grupos de rock y tambi¨¦n bardos, como el corrosivo Timur Shaov. Tambi¨¦n hay exposiciones como la que ha organizado el galerista Marat Gelman, uno de los puntos de referencia de Perm por ser el art¨ªfice del museo de arte contempor¨¢neo de la ciudad. Adem¨¢s, se proyectan documentales, como el que la directora Marina Gold¨®vskaya ha dedicado a Ana Politk¨®vskaya, la periodista asesinada en 2006. Hay teatro pol¨ªtico y actores como el peterburgu¨¦s Aleks¨¦i Debotchenko, que recorri¨® el campo bajo la lluvia recitando textos de Alexandr Solzhenitsin, Josef Brodski e incluso del encarcelado empresario Mija¨ªl Jodorkovski.
Cree Shmyrov que la herencia del Gulag est¨¢ viva a¨²n en su pa¨ªs. En el Imperio Ruso, dice, hab¨ªa 160 millones de personas y 100.000 reclusos. En 1929, la cifra de reclusos se elev¨® a 180.000 y en 1934 se alcanzaron los dos millones de internados. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, ya eran 2 millones y en los cuarenta se lleg¨® al record de 3,4 millones de personas entre rejas. Actualmente, Rusia tiene 142 millones de habitantes y m¨¢s de un mill¨®n entre rejas, as¨ª que, por el n¨²mero de presos, estamos a nivel de 1934", dice.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.