Contra el olvido de Rafael Altamira
Un congreso internacional recuerda la figura del eminente historiador y fundador del Tribunal Internacional de La Haya
Hay grandes hombres sumidos en grandes olvidos. Rafael Altamira y Crevea (Alicante, 1866-M¨¦xico, 1951) fue historiador, jurista internacional, americanista y, ante todo, un incombustible pacifista que muri¨® con el regusto amargo de haber asistido a dos guerras mundiales y un crudo conflicto civil en Espa?a. Candidato al Nobel de la Paz en dos ocasiones (1933 y 1951), Altamira redact¨® los estatutos del Tribunal Internacional de La Haya y se convirti¨® en uno de sus jueces fundadores, que solo interrumpi¨® su labor con la invasi¨®n nazi. Raz¨®n suficiente para disponer de un hueco en la historia, pero Altamira, como prototipo de los intelectuales de su ¨¦poca, fue un hombre-orquesta capaz de brillar en la educaci¨®n, la historia, el derecho o la pol¨ªtica. En los ¨²ltimos a?os la reedici¨®n de 12 de sus obras, entre ellas Historia de Espa?a y de la civilizaci¨®n espa?ola, ha contribuido a rescatarle del olvido. En breve, se publicar¨¢ el epistolario entre Altamira y Joaqu¨ªn Costa.
En realidad tuvo su hueco en la historia mientras vivi¨® (honoris causa por 12 universidades, incluida la Sorbona) hasta que el exilio y su negativa a dar coartadas al franquismo agujerearon su recuerdo. "Tuvo una fama inmensa y unos honores incre¨ªbles hasta la Guerra Civil. Despu¨¦s de que rechazase la oferta de Franco para restituirle la c¨¢tedra y todos los honores si volv¨ªa a Espa?a, comenz¨® una operaci¨®n de acoso y derribo: se retiraron todos sus libros, se borr¨® su nombre de las enciclopedias y se le silenci¨®", cuenta su nieta Pilar Altamira, promotora del congreso internacional que se est¨¢ celebrando en Madrid, uno de los muchos actos convocados con motivo del A?o Internacional Rafael Altamira.
Perdi¨® su c¨¢tedra y la Academia de la Historia, en un gesto de mansedumbre hacia el nuevo r¨¦gimen en el que no cay¨® la RAE, ocup¨® su plaza (la medalla n¨²mero 4) en 1943, casi una d¨¦cada antes de que Altamira falleciera. No ocurri¨® as¨ª en las Academias de Jurisprudencia y Ciencias Morales y Pol¨ªticas,a las que tambi¨¦n perteneci¨®. Solo le falt¨® plaza en la RAE y, a punto estuvo, de no ser porque en su camino se cruz¨® Azor¨ªn y le gan¨® la votaci¨®n.
Mirada americanista
En el congreso que se est¨¢ celebrando en la Universidad Complutense -en el mismo aula en el que imparti¨® clase el homenajeado-, el catedr¨¢tico e historiador del pensamiento espa?ol, Jos¨¦ Luis Abell¨¢n, marc¨® las cuatro dimensiones intelectuales de Rafael Altamira. La primera, su adscripci¨®n al regeneracionismo, heredado de su maestro Joaqu¨ªn Costa y para cuya consecuci¨®n estimaba crucial el papel de la ense?anza primaria y de la Universidad; en segundo t¨¦rmino, remarc¨® el patriotismo, que sign¨® su vida en una clave nacionalista lejana a las concepciones territoriales y de cu?o civilizacional y cultural, influido por su tambi¨¦n maestro Gumersindo de Azc¨¢rate, director de su tesis doctoral sobre derecho comunal espa?ol; la tercera dimensi¨®n glosada de Altamira fue su pacifismo, que esgrimi¨® en todos los foros internacionales a los que tuvo acceso y que llev¨® consigo al Tribunal Internacional de Justicia, del que ser¨ªa pionero. Como colof¨®n, un americanismo de nueva planta, entendido como "modalidad del sentimiento universalista", con el que arrumb¨® la grandilocuencia demag¨®gica del discurso colonial y que, tras resta?ar en parte heridas causadas por la p¨¦rdida de las llamadas provincias de Ultramar en 1898, inaugur¨® una nueva mirada sobre las relaciones intercontinentales desde una comprensi¨®n diferente e innovada de la historia com¨²n. Jos¨¦ Luis Abell¨¢n defini¨® a Rafael Altamira como arquetipo del intelectual comprometido, mediante su saber, su cr¨ªtica y su ejemplo, en la procura de salud moral para la sociedad.
Dolores de la Calle, catedr¨¢tica de la Universidad de Salamanca, por su parte, abord¨® la faceta nacionalista del pensador alicantino, desprovista de lastres particularistas, que adapt¨® a un mundo cambiante testigo de dos guerras mundiales y la Guerra Civil. Destac¨® De la Calle su concepci¨®n unitaria y antiautoritaria de la naci¨®n, as¨ª como su negativa a la cesi¨®n de soberan¨ªa a los regionalismos entonces emergentes, para evocar luego "la influencia moral y cultural transmitida a su pensamiento por el fracaso del Sexenio Revolucionario y de la Primera Rep¨²blica, con la consiguiente p¨¦rdida de fe en el pueblo para acometer las transformaciones pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas" que Espa?a entonces necesitaba. Insisti¨® la catedr¨¢tica en los esfuerzos de Rafael Altamira por "restaurar la autoestima nacional" tras las derrotas de 1898 y subray¨® que siempre pugn¨® por mitigar las tentaciones doctrinarias, tan en boga en su tiempo, con un pragmatismo que le dotaba de v¨ªas pr¨¢cticas para encarar los grandes desaf¨ªos intelectuales que asum¨ªa.
Tras la intervenci¨®n del profesor franc¨¦s Paul Aubert, en la que puso de relieve algunas carencias en la percepci¨®n de Altamira sobre la clase obrera, los problemas de la confrontaci¨®n entre capitalismo y socialismo, la Semana Tr¨¢gica y otros retos coet¨¢neos, en el debate posterior Jos¨¦ Luis Abell¨¢n remarc¨® que Rafael Altamira pose¨ªa una cosmovisi¨®n de los problemas y de las categor¨ªas "m¨¢s propia del siglo XIX que del siglo XX", si bien los asistentes coincidieron igualmente en que ello no resta entidad a su extraordinaria contribuci¨®n intelectual, que le granje¨® dos propuestas para el Premio Nobel de la Paz, en 1933 y en 1951. Su muerte en M¨¦xico trunc¨® esta ¨²ltima propuesta aquel mismo a?o.
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