Cuesti¨®n de maquillaje

Leonardo DiCaprio, Armie Hammer y Naomi Watts interpretan tres personajes que en unas secuencias son veintea?eros y en otras ancianos, as¨ª que al grano: en pel¨ªculas como J. Edgar, que abarca cincuenta a?os de vida, una decisi¨®n inicial esencial es si se opta por el maquillaje o por la duplicidad interpretativa. Qu¨¦ es m¨¢s grande: ?el poder de la narrativa o el de la cosm¨¦tica? ?Importa m¨¢s la credibilidad f¨ªsica o la intensidad emocional? Triple respuesta: depende del tiempo que tengan que estar en pantalla, de lo buenos que sean los actores y el maquillaje, y de la historia que se est¨¦ contando. As¨ª, estas transformaciones suelen funcionar cuando se trata de apenas una secuencia, normalmente un ep¨ªlogo. No es el caso: el metraje donde son viejos rondar¨¢ el tercio. Adem¨¢s, la interpretaci¨®n debe ir m¨¢s all¨¢ del tono de voz; debe incluir un estado corporal, incluso un tipo de mirada. DiCaprio y Watts lo resuelven con talento, pero cada aparici¨®n del Hammer viejo enciende las alarmas: por la calidad del maquillaje y por su actuaci¨®n. En cuanto al tipo de historia, los momentos de ancianidad no son balad¨ªes, estamos ante una gran historia de amor homosexual; reprimida, pero historia de amor. Y ah¨ª el cambio de int¨¦rpretes hubiese encendido la emoci¨®n.

Por lo dem¨¢s, J. Edgar, excelente en casi todo, es puro Clint Eastwood. Ah¨ª est¨¢n la luz tenue y sus matices pict¨®ricos, su cadencia, delicadeza y el apasionante retrato de un hombre contradictorio. Sin embargo, como en el personaje, donde hay una realidad constatable (la vida que fue) y una realidad imaginada (por el mismo John Edgar Hoover), tambi¨¦n hay una pel¨ªcula constatable (con maquillaje) y una pel¨ªcula imaginada (con cambio de actores), esta quiz¨¢ mejor en potencia, en nuestra elucubraci¨®n. Eso s¨ª, una elucubraci¨®n a¨²n m¨¢s imposible de demostrar que de imaginar.