El poder de la informaci¨®n
Cuando el a?o pasado se estren¨® casi de tapadillo Dinero f¨¢cil, notable pel¨ªcula sobre la globalizaci¨®n de la mafia, sobre la mundializaci¨®n del mal, que asustaba por la posibilidad de que ciertos bancos puedan estar controlados de forma invisible por las bandas, inmersas en sus consejos de administraci¨®n a trav¨¦s de testaferros, un aspecto colateral a la trama qued¨® claro: su director, Daniel Espinosa, sueco de origen chileno, era carne de Hollywood. Y poco ha tardado en dar el salto: con El invitado, veh¨ªculo al servicio de Denzel Washington, que ejerce de productor y protagonista, enorme en carisma, recursos y capacidad para la pausa o el despliegue gestual, seg¨²n las necesidades de la secuencia, Espinosa ha compuesto otro thriller global, esta vez cambiando las mafias por el espionaje, en el que la historia viene a poner al d¨ªa la m¨¢xima de otro habitante de la cartelera cinematogr¨¢fica, J. Edgar Hoover, exdirector del FBI: ¡°La informaci¨®n es poder¡±. Estamos ante el chantaje y sus consecuencias en la era de Wikileaks.
EL INVITADO
Direcci¨®n: Daniel Espinosa.
Int¨¦rpretes: Denzel Washington, Ryan Reynolds, Vera Farmiga, Brendan Gleeson, Sam Shepard.
G¨¦nero: espionaje. EE UU, 2012.
Duraci¨®n: 115 minutos.
El invitado es una pel¨ªcula inequ¨ªvocamente contempor¨¢nea. Aparente, pero, en el fondo, m¨¢s superficial de lo que debiera. As¨ª, aunque el viejo macguffin del microchip parece seguir vigente tropecientos a?os despu¨¦s de su invenci¨®n narrativa, lo que m¨¢s inquieta del relato es el retrato de los llamados ¡°cuidadores profesionales¡±, esp¨ªas al servicio de sus pa¨ªses, en estado pr¨¢cticamente latente durante meses o a?os, y habitantes de pisos francos en las principales ciudades del mundo, adonde se lleva a ciertos detenidos, de forma ilegal, para sonsacar informaci¨®n privilegiada previa tortura. Puro siglo XXI.
Rodada con br¨ªo y elegancia, con una hermosa fotograf¨ªa de textura con grano y colores muy saturados, El invitado se queda, sin embargo, a medio camino entre el puro entretenimiento y la denuncia pol¨ªtica (una persecuci¨®n y/o pelea de menos, y una conversaci¨®n trascendente de m¨¢s, hubiesen venido genial), lo que puede llevar a que no encuentre con facilidad a un p¨²blico concreto. Su desenlace, semejante al de Los tres d¨ªas del c¨®ndor (Sydney Pollack, 1975) es una muestra: all¨ª a¨²n quedaba la duda sobre el papel del cuarto poder; en la pel¨ªcula de Espinosa no hay sitio para aquella negritud, para aquella incertidumbre desoladora. Los a?os setenta s¨ª que fueron atrevidos.
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