Oro para Espa?a
Doscientos a?os despu¨¦s de que un barco ingl¨¦s la hundiese a ca?onazos, la fragata Nuestra Se?ora de las Mercedes ha cumplido su objetivo. Las 595.000 monedas de plata y oro han llegado hoy a Espa?a tras una larga batalla legal con la compa?¨ªa estadounidense Odyssey. Esta es la historia de la p¨¦rdida, rescate y vuelta a Espa?a del tesoro
La historia del Nuestra Se?ora de Las Mercedes ten¨ªa todos los elementos para ocupar muchas p¨¢ginas en los libros de historia. El hundimiento de la fragata en la batalla del cabo de Santa Mar¨ªa, el 5 de octubre de 1804, tras un ca?onazo de los barcos ingleses signific¨® el fin de la paz entre Espa?a y Reino Unido y la mecha que acabar¨ªa por explotar toda la p¨®lvora de Trafalgar un a?o despu¨¦s. Pero no ha sido ese hecho hist¨®rico lo que la ha sacado de los archivos y las cr¨®nicas militares, sino el tesoro que llevaba el barco en sus tripas. Doscientos a?os despu¨¦s de naufragar, La Mercedes ha resurgido del fondo del oc¨¦ano para concluir la misi¨®n de su viaje. Las 595.000 monedas de plata y oro han llegado esta semana a Espa?a para cambiar para siempre la arqueolog¨ªa submarina y las leyes que protegen el patrimonio de los pa¨ªses perdido en los naufragios.
Vayamos al principio, o mejor, unos d¨ªas despu¨¦s, a la ma?ana del 20 de octubre de 1804, cuando el jefe de la escuadra, d¨¦bil y amarillo por las fiebres y con tres cuartos de vida en el mar, redacta el parte del desastre ocurrido el 5 de octubre. Don Jos¨¦ de Bustamante y Guerra tiene entonces 45 a?os y se encuentra en el camarote de la fragata La Medea, atracada en el puerto de Plymouth, bajo la custodia de los ingleses. Acaba de arbolarse la bandera de cuarentena en todas las fragatas que participaron en el combate, incluidas las inglesas, y el general se entera por una gaceta de Londres que el n¨²mero de muertos es mayor de lo que ¨¦l pensaba. As¨ª que coge la pluma y escribe los detalles del ataque ingl¨¦s con la intenci¨®n de despejar las posibles dudas que pudieran tener sus mandos sobre su buen hacer en el combate. "En esta ocasi¨®n como en cuantas me han ocurrido en 34 a?os que tengo la honra de servir a S.M. he procurado siempre proceder en todo con aquella actividad, celo y amor del real servicio que es propio de hombres de honor".
La batalla
Bustamante ten¨ªa a su cargo una divisi¨®n de cuatro fragatas: La Medea, en la que ¨¦l viajaba, La Fama, La Clara y La Mercedes. Su misi¨®n era llevarlas a C¨¢diz con los "caudales y frutos" de Lima y Buenos Aires. Hab¨ªan salido el 9 de agosto de Montevideo (Uruguay) y el viaje hab¨ªa transcurrido sin m¨¢s problemas que las "calenturas epid¨¦micas", que hab¨ªan dejado mermada a la tripulaci¨®n. El 5 de octubre, cuando Bustamante ten¨ªa enfrente el cabo de Santa Mar¨ªa y estaba pensando en llegar al d¨ªa siguiente a C¨¢diz, aparecen cuatro fragatas inglesas a lo lejos. Las noticias que han llegado de otros barcos que Bustamante se ha encontrado a su paso confirman que Espa?a sigue siendo neutral en la guerra que enfrenta a Inglaterra y Francia, pero por si acaso, el militar ordena zafarrancho y coloca a las fragatas en l¨ªnea de combate con la mura a babor. Los ingleses se acercan y se colocan tambi¨¦n en l¨ªnea abarlo¨¢ndose con cada una de las espa?olas. El comodoro Graham Moore, a bordo de La Indefatigable, env¨ªa un bote con un oficial y un traductor para comunicar sus intenciones: retener las embarcaciones, llevarlas a puerto ingl¨¦s y quedarse con todo el cargamento. Bustamante consulta con la oficialidad y de su boca sale la ¨²nica respuesta posible: "Defender con honor las armas de Su Majestad en caso de ser atacado". Antes de que el bote regrese con el mensaje, se oye el primer ca?onazo. Minutos despu¨¦s, se produce un estallido a la popa de La Medea. Es La Mercedes, que ha saltado por los aires. Mueren 249 personas. El mar se traga el barco y miles de monedas de plata y oro.
El hallazgo
Dos siglos despu¨¦s, el metal vuelve a brillar. Un robot ilumina las monedas a 1.100 metros de profundidad
Dos siglos despu¨¦s, el metal vuelve a brillar. Las luces de un robot de 6,3 toneladas llamado Zeus iluminan las monedas esparcidas por el fondo a 1.100 metros de profundidad, 100 millas al oeste de Gibraltar frente a las costas del Algarve (Portugal). La m¨¢quina es dirigida desde la sala de operaciones del Odyssey Explorer, el buque insignia de la empresa estadounidense Odyssey Marine Exploration, una compa?¨ªa con sede en Tampa (Florida), fundada en 1994 y especializada en la b¨²squeda de pecios submarinos. Es finales de marzo de 2007 y muy pocos saben que el Explorer se encuentra esos d¨ªas sobre el yacimiento de La Mercedes."?Eso de ah¨ª son monedas? ?S¨ª, lo son, son monedas!", exclaman los arque¨®logos de la empresa. Incluso en el fondo del mar se percibe perfectamente la gran nariz de Carlos IV en los reales de a ocho. Las monedas son espa?olas.
En 2007 un Boeing sale en secreto desde Gibraltar con 17 toneladas de plata y oro con destino a EE UU
D¨ªas despu¨¦s Greg Stemm viaja a Gibraltar y desde all¨ª embarca en el Explorer para ver in situ el yacimiento. El cofundador de Odyssey y jefe de la compa?¨ªa es un tipo alto, de unos cincuenta y tantos a?os, pelo y barba gris y sonrisa holywoodiense. Cuando fund¨® la empresa trat¨® de alejarla de la imagen que se ten¨ªa de los m¨ªticos cazatesoros, tipos como Mel Fisher, el viejo millonario que luc¨ªa doblones al cuello. Stemm vende arqueolog¨ªa, rechaza el t¨¦rmino cazatesoros y en general se asemeja m¨¢s a uno de esos empresarios norteamericanos que parecen estar convencidos de que todo o casi todo es posible. A¨²n as¨ª no duda en levantar la ceja y poner pose de pirata cuando lo cree conveniente. Sabe que esa imagen irrita a muchos "acad¨¦micos que nunca han encontrado nada", seg¨²n sus propias palabras, y que, en cambio, atrae a mucha gente hacia la m¨ªstica de la pirater¨ªa y el oro. "Hay algo impresionante con el oro. No importa qui¨¦n seas, qu¨¦ edad tengas o lo que hagas, hay algo en el oro, especialmente cuando la luz del sol lo ilumina", dice d¨ªas despu¨¦s en la cubierta del Explorer mientras sostiene un real de a ocho.
La mayor parte del cargamento se saca en abril y mayo. Es en ese mes cuando un Boeing 757 sale en secreto desde Gibraltar con 17 toneladas de plata y oro. Los cubos con las monedas ocupan todos los asientos de la aeronave. D¨ªas despu¨¦s, Odyssey anuncia el hallazgo. No se dice mucho. Solo que se trata de un tesoro de la ¨¦poca colonial, encontrado en un lugar indeterminado del oc¨¦ano Atl¨¢ntico. Stemm utiliza el nombre en clave de Black Swan (Cisne Negro) para hablar del descubrimiento. Acaba de leer la obra de Nassim Nicholas Taleb y ha quedado fascinado por ese concepto te¨®rico. Un cisne negro viene a ser una met¨¢fora de un descubrimiento sorprendente, de gran impacto y de dimensiones impredecibles. Es as¨ª. El tesoro est¨¢ a punto de cambiar la historia de la arqueolog¨ªa subacu¨¢tica. Aunque no exactamente en el sentido que espera Stemm.
Viejos conocidos
"No puedes hablar. Te pagamos un billete a las Bahamas", le dijeron desde Odyssey a la investigadora Stapells
La noticia hace estallar los tel¨¦fonos en las oficinas de los ministerios. En Defensa, Cultura y Exteriores los funcionarios se mueven con rapidez para tratar de averiguar lo que est¨¢ pasando. La noticia est¨¢ ya en la Red y Espa?a sospecha que lo que Odyssey ha encontrado es patrimonio hist¨®rico nacional. ?C¨®mo lo saben tan pronto? Hay varias razones.
Para empezar, unos y otros se conocen desde hace ya tiempo. En 1999, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar hab¨ªa dado permiso a Odyssey para que rastreara en aguas espa?olas en busca del Sussex, un buque ingl¨¦s hundido en 1694 en el mar de Albor¨¢n con quiz¨¢s 20 toneladas de oro. Pero la Junta de Andaluc¨ªa, la competente en esas aguas territoriales, se hab¨ªa opuesto alegando que la compa?¨ªa no segu¨ªa los protocolos arqueol¨®gicos marcados por la Junta. La b¨²squeda del Sussex se hab¨ªa convertido en un problema diplom¨¢tico. Pese a las voces cr¨ªticas en Reino Unido, el Gobierno brit¨¢nico hab¨ªa llegado a un acuerdo con Odyssey para rescatar el pecio. Espa?a estaba en una posici¨®n dif¨ªcil. No pod¨ªa interponerse a la voluntad de un Gobierno extranjero que ten¨ªa derecho a buscar un barco perdido pero tampoco pod¨ªa pasar de los criterios que los arque¨®logos andaluces establec¨ªan para operar en sus costas. Hubo cartas, faxes y notas verbales dirigidas a todas las instancias. Odyssey ofreci¨® a los arque¨®logos andaluces comprobar sus m¨¦todos de trabajo. Andaluc¨ªa pidi¨® a la empresa informes pero, seg¨²n la Junta, estos segu¨ªan sin ajustarse a los criterios arqueol¨®gicos.
Todo ese l¨ªo ten¨ªa una consecuencia directa. La Guardia Civil vigilaba de cerca a la compa?¨ªa. Sus movimientos eran registrados por la torre de control de Tarifa Tr¨¢fico, salvo cuando se marchaban al oeste. En esos meses de marzo y abril.
Todas las pruebas presentadas demuestran que 'La Mercedes' es un buque de guerra. Nunca dej¨® de ser lo que fue
Luis Lafuente, entonces subdirector general de Protecci¨®n del Patrimonio Hist¨®rico, recuerda que lo que m¨¢s le importunaba de la relaci¨®n con Odyssey fue siempre la arrogancia con la que ven¨ªan. "Seg¨²n ellos, ten¨ªan todos los medios tecnol¨®gicos y nosotros no, cosa que no era cierta. Se les atend¨ªa porque hab¨ªa otro pa¨ªs en medio, pero nuestra relaci¨®n con ellos nunca fue buena. Con ning¨²n cazatesoros. Siempre tuvimos muy claro que no quer¨ªamos trabajar con ellos", afirma Lafuente.
En cualquier caso, si alguna vez hubo posibilidad de entendimiento, esta se fue al traste el d¨ªa que Odyssey anunci¨® el descubrimiento del Cisne Negro. El Gobierno pone en marcha un comit¨¦ de crisis coordinado por el Ministerio de Cultura. "Estaban todos los departamentos competentes. La Guardia Civil, la Armada, Exteriores, Presidencia, Fomento con Costas y Vigilancia Mar¨ªtima y los abogados de Espa?a. La experiencia a?os atr¨¢s con El Juno y La Galga [hundidos en 1802 y 1750] contra los cazatesoros del Sea Hunt fue determinante, nos permiti¨® saber c¨®mo se defend¨ªan estos casos en Estados Unidos y, adem¨¢s sentar jurisprudencia, Esta vez tampoco se nos pod¨ªan escapar", explica Lafuente.
La torre de Tarifa Tr¨¢fico facilita los movimientos del Explorer. Se sabe incluso el lugar en el que el buque de Odyssey ha estado fondeado durante d¨ªas. Se extiende el rumor de que el tesoro ha salido de aguas espa?olas, pero no es as¨ª. Las autoridades comprueban en seguida que toda la operaci¨®n se hizo en aguas internacionales frente a Portugal. Es f¨¢cil ver qu¨¦ pod¨ªa estar buscando. Una llamada a Archivo de Indias revela en seguida que los investigadores contratados por la empresa han analizado documentos de varios naufragios. Pero solo uno de ellos encierra un incalculable tesoro: Nuestra Se?ora de las Mercedes.
Extrabajadores de Odyssey creen que la empresa est¨¢ herida de muerte. Este fracaso les ha dejado muy tocados
?Tienes que venir a Bahamas!
Todo el mundo en el Archivo de Indias sabe qui¨¦n es Victoria Stapells. La investigadora canadiense, con nacionalidad espa?ola, lleva trabajando desde 1976 en Sevilla, ha trabajado en la Expo 92 y colabora para varios organismos p¨²blicos buscando documentos en los archivos y traduci¨¦ndolos al ingl¨¦s. Odyssey la contrata en abril de 2006 y le pide que recopile informaci¨®n sobre pecios hundidos en Gibraltar, Portugal, M¨¦xico y tambi¨¦n datos sobre La Mercedes.
Stapells acude todos los d¨ªas al Archivo. Estudia los legajos, los transcribe en espa?ol y luego los traduce al ingl¨¦s en su ordenador. En total son tres personas trabajando para la compa?¨ªa. Visitan varios archivos: Simancas (Valladolid), la Biblioteca Nacional, el Archivo Hist¨®rico, el de la Marina, en Viso del Marqu¨¦s (Ciudad Real), y la Real Academia de Historia. Victoria llega incluso a viajar a Cuba para conseguir datos para sus investigaciones. En esas fechas, La Mercedes es tan solo un proyecto m¨¢s.
El informe sobre la fragata se concluye en noviembre de 2006. Hay relatos sobre el combate, sobre la construcci¨®n del barco y sobre cada detalle de la carga. Stapells concluye su investigaci¨®n sin darle m¨¢s importancia. No tiene nunca la sensaci¨®n de que algo amenace al yacimiento. Asegura que su contacto en Odyssey le dice que quieren la informaci¨®n para hacer documentales.
El 19 de mayo, Stapells da un brinco al leer las noticias sobre el descubrimiento del tesoro y las sospechas de Espa?a. "Supe inmediatamente que se trataba de La Mercedes. Me qued¨¦ horrorizada al ver las fotos de los cubos saliendo del avi¨®n. Llam¨¦ a mis compa?eras, no sab¨ªamos qu¨¦ iba a pasar. La Guardia Civil iba a empezar una investigaci¨®n y de repente yo me ve¨ªa involucrada". Stapells manda un correo electr¨®nico a Odyssey. Su contacto le dice que no puede revelar nada por cuestiones de confidencialidad pero que, el barco "tiene que ver con la marca de un coche". "?No es naif la respuesta? ?Se creen unos Indiana Jones!"
Stapells da todos sus papeles a la Guardia Civil y al Centro Nacional de Inteligencia (CNI). La abogada de Odyssey la llama para pedirle que desaparezca de Espa?a. "No puedes hablar. Te pagamos un billete a las Bahamas", le dice por tel¨¦fono. Seg¨²n el relato de Stapells, Odyssey le amenaza con demandarle por incumplir el contrato de confidencialidad. Odyssey niega lo de las Bahamas y las amenazas. Su indignaci¨®n aumenta cuando un agente le pregunta por otra investigadora llamada Olga que hab¨ªa estado trabajando para Odyssey al mismo tiempo que ella sin que la empresa se lo notificara. "Me dijeron que Odyssey la hab¨ªa contratado para supervisar nuestro trabajo. Ah¨ª ya me cabre¨¦ del todo", recuerda Stapells.
La declaraci¨®n jurada de Stapells se convertir¨ªa despu¨¦s en un testimonio esencial para los abogados de Espa?a: "Mi investigaci¨®n confirm¨® que La Mercedes era un barco de guerra cuando se hundi¨® el 5 de octubre de 1804. Mi investigaci¨®n document¨® la importancia hist¨®rica para Espa?a de La Mercedes, incluyendo la p¨¦rdida de vidas en el hundimiento, y la declaraci¨®n de guerra de Espa?a a Reino Unido que sigui¨® al naufragio. Inform¨¦ de todos estos hechos a Odyssey".
El litigio: Odyssey y la f¨®rmula de la Coca Cola
La gran batalla es en los juzgados. Solo unos d¨ªas despu¨¦s del hallazgo, James Goold, el abogado que hab¨ªa ganado para Espa?a El Juno y La Galga en 2001, es el encargado de representar a Espa?a en Tampa. La mayor parte de los argumentos se env¨ªan al juez Mark Pizzo por v¨ªa electr¨®nica pero hay tambi¨¦n vistas orales. El objetivo del juez es determinar si estamos o no ante un buque de guerra. Si es as¨ª, Espa?a tiene todas las de ganar, seg¨²n las leyes estadounidenses. El juez declarar¨¢ entonces que no tiene jurisdicci¨®n y ordenar¨¢ el regreso de la carga.
As¨ª que Odyssey basa su estrategia en ese punto. Para empezar, la compa?¨ªa estadounidense no quiere revelar el nombre del barco. Dice que no lo sabe con seguridad, que tiene varias hip¨®tesis pero que no hay nada que apunte con m¨¢s fuerza a una de ellas. Asegura que lo que encontr¨® en el oc¨¦ano es solo una extensa carga de monedas de plata y oro incapaces de establecer por s¨ª solas a qu¨¦ buque pertenec¨ªan. Goold pide informaci¨®n sobre la carga y el lugar donde se ha encontrado pero Odyssey solicita a su vez a Pizzo que todas sus repuestas sean consideradas confidenciales. Los abogados se remontan a un precedente curioso: la f¨®rmula de la Coca Cola. En 1985 un juez hab¨ªa permitido que se conociera la f¨®rmula del refresco durante el litigio que enfrentaba a la compa?¨ªa con la empresa que embotellaba el producto. Sin embargo, el magistrado hab¨ªa ordenado que todos los documentos quedaran fuera del p¨²blico de manera que nunca se conociera el secreto. La idea de Odyssey era sencilla: lo que vale para la Coca Cola vale para nosotros.
No col¨®. La historia de La Mercedes hab¨ªa sido ya publicada por algunos medios y el juez oblig¨® a Odyssey a revelar la identidad del hallazgo que se escond¨ªa tras el nombre codificado de Black Swan.
A partir de ah¨ª, todas las pruebas presentadas por Espa?a tratan de demostrar que La Mercedes es un buque de guerra. Se presentan cartas y documentos de la ¨¦poca y testimonios como el de Victoria Stapells. No hay duda, el Nuestra Se?ora de las Mercedes era un barco militar que navegaba en ¨¦poca de paz con la misi¨®n de llevar los caudales de la corona y las fortunas de los mercaderes a Espa?a. Nunca dej¨® de ser lo que fue, una fragata con ca?ones dirigida por militares en una ¨¦poca inestable en la que Reino Unido, Francia y Espa?a luchaban a cara de perro por el dominio de los mares.
La compa?¨ªa salta al siguiente paso en su estrategia: tratar de convencer al juez de que La Mercedes viajaba solo en una misi¨®n comercial y de transporte de correo y que la mayor parte de la carga era de los mercaderes. Eso abre la posibilidad de que otros reclamantes se sumen al caso. Algunos descendientes piden derechos sobre el tesoro. Los exige hasta el Gobierno de Per¨². El caso entra a veces en un sorprendente debate que parece exasperar un tanto al juez Mark Pizzo. Un ejemplo es lo que ocurre el 8 de enero de 2009, seg¨²n las transcripciones de la vista. El abogado de Per¨², Mark Maney, usa una estramb¨®tica analog¨ªa para defender que su cliente tiene derecho al tesoro pues las monedas fueron acu?adas con oro extra¨ªdo de las minas del pa¨ªs. Participan tambi¨¦n en la conversaci¨®n David Paul Horan, abogado de los descendientes de los mercaderes, Melinda Macconel, letrada de Odyssey y, por supuesto, James Goold.
Abogado Maney: Per¨² y Espa?a se divorciaron despu¨¦s de que se hundiera el buque. No puede d¨¢rselo al marido sin tener en cuenta si la otra parte tiene derechos.
Juez Pizzo: ?Si es as¨ª, podr¨ªa reclamar Per¨² el oro de todos los altares que hay en Espa?a?
Abogado Horan: Siguiendo con la analog¨ªa del divorcio, todos somos nietos. Y no me importa si es del padre o de la madre. El hecho es que nosotros somos los nietos.
Juez Pizzo: ?Sabe qu¨¦? Esto podr¨ªa hacernos llegar al principio l¨®gico: Ad¨¢n y Eva y todos somos descendientes.
Abogado Goold: Pero ese no es un asunto para esta Corte.
Juez Pizzo: Ciertamente, no.
Abogada Macconell: Sin embargo, se?or¨ªa, Florida era parte de Espa?a en 1804.
Juez Pizzo: Creo que ya hemos tenido nuestra lecci¨®n de historia del d¨ªa. Hagamos un receso.
Dos comas, dos palabras
Meses despu¨¦s, el juez Pizzo da la raz¨®n a Espa?a. El texto de su orden no deja lugar a duda: "M¨¢s de 200 a?os han pasado desde que La Mercedes explot¨®. El lugar donde descansan sus restos y los de los que murieron aquel fat¨ªdico d¨ªa ha permanecido intacto durante siglos. Hasta hace poco. Las leyes internacionales reconocen la solemnidad de su recuerdo y el inter¨¦s de Espa?a por preservarlo. El seguimiento de esta corte a esos principios promueve el respeto rec¨ªproco por los muertos de nuestras naciones del mar. Esta corte de la raz¨®n a Espa?a sobre el yacimiento de La Mercedes y desestima la reclamaci¨®n de Odyssey".
El proceso se prolonga durante casi tres a?os m¨¢s con recursos, pruebas y documentos. En paralelo se mueve la maquinaria pol¨ªtica y diplom¨¢tica. Espa?a consigue el favor de las secretar¨ªas de Estado y Defensa, que apoyan p¨²blicamente a Espa?a antes de la primera orden de Pizzo.
Mientras tanto, Odyssey trata de evitar lo que ya parece a todas luces una derrota definitiva. La firma paga a la compa?¨ªa lobista Jenking Hill Consulting para que consiga influenciar a algunos congresistas y senadores de Washington y cambiar la ley que protege a todos los buques militares. Es cuesti¨®n de dos comas y dos palabras en la definici¨®n de "naves militares hundidas". El cambio supone dejar fuera de esa definici¨®n a La Mercedes. La maniobra lobista consigue sus frutos en el Congreso pero es rechazada en el Senado.
La muerte del Cisne Negro
Es un d¨ªa soleado en Tampa. La ciudad al oeste de Florida es tan plana, desparramada y carente de atracciones que parece que uno siempre se encuentra en las afueras. Las calles parecen autopistas, todo est¨¢ incre¨ªblemente lejos y si se le pregunta a la escasa gente joven que se ve en la calle c¨®mo es vivir en Tampa pondr¨¢n cara de desesperaci¨®n mientras agotan un caf¨¦ de Starbucks. "No s¨¦ qu¨¦ hago aqu¨ª", dice una joven en un hotel de la ciudad, "pero el tiempo est¨¢ bien".
En ese aburrido lugar est¨¢ la sede de Odyssey Marine Exploration. Por fuera es un edificio gris de grandes ventanales en mitad de una calle donde hay varias empresas de tecnolog¨ªa. No hay nada que indique que la compa?¨ªa se dedica a buscar tesoros, ni siquiera un letrero con el nombre de la empresa. "Lo hacemos as¨ª por razones de seguridad", se?ala una joven empleada de la compa?¨ªa.
En el interior, los despachos se adornan con r¨¦plicas de los restos que han encontrado los barcos de Odyssey y alusiones a piratas, tesoros y naufragios. La mayor¨ªa de las r¨¦plicas son del SS Republic, un buque estadounidense hundido en 1865 con 400.000 d¨®lares en monedas que Odyssey encontr¨® en 2004. El rescate report¨® a Odyssey 75 millones de d¨®lares y le hizo subir en el mercado del Nasdaq. Cerr¨® el a?o con 5,2 millones de beneficio. Desde entonces todo han sido p¨¦rdidas. En siete a?os, la compa?¨ªa perdi¨® unos 140 millones de d¨®lares.
Pese a las cifras, la vicepresidenta de la compa?¨ªa, Laura Barton, explica en su despacho que el futuro de Odyssey es prometedor: "Tenemos acuerdos con el Reino Unido, vamos a recuperar el HMS Victory y desarrollamos nuevos negocios como la miner¨ªa de piedras preciosas en el fondo del mar. El asunto del Cisne Negro nos ha llevado mucho tiempo pero seguimos adelante y con muchas ganas". Barton asegura que vender monedas de oro o plata sigue siendo negocio, aunque reconoce que pasar¨¢n a?os para que se rentabilice.
Extrabajadores de la compa?¨ªa, sin embargo, consideran que la empresa est¨¢ herida de muerte. "Creo que se dedicaran a lo de las piedras preciosas. El caso de La Mercedes los ha dejado muy tocados. Pr¨¢cticamente no podr¨¢n trabajar en ning¨²n sitio", opina un antiguo empleado de la compa?¨ªa. Ninguno de los extrabajadores consultados quiere dar su nombre. Vivieron de cerca el caso de La Mercedes y consideran que la empresa se extralimit¨® cuando recuper¨® el barco sin tener el permiso de Espa?a. Uno de ellos apunta a Greg Stemm como el culpable: "Es un megal¨®mano. A veces ten¨ªamos problemas para hacerle ver que la arqueolog¨ªa no siempre casa bien con lo que ¨¦l consideraba bueno para la compa?¨ªa. A veces entraba en raz¨®n, otras no". Otro considera que no revelar desde el principio el nombre de La Mercedes fue "un error imperdonable".
Stemm entra en el despacho de Barton. Lleva vaqueros y la camisa azul de la empresa. Trata de parecer optimista. Se?ala todos los proyectos de la compa?¨ªa. Pero se nota que est¨¢ enfadado. ?l es Odyssey. ?l la fund¨® y la llev¨® a los l¨ªmites. Como otras empresas modernas, su producto no era algo material. Lo que Stemm ha vendido es sue?os, ilusiones infantiles de piratas y tesoros hundidos con las que los inversores han jugado en bolsa y obtenido beneficios. Y luego contratos con Disney, Volvo o Discovery Channel. Con el documental Treasure Quest (JWM Productions-Discovery Channel), Odyssey gan¨® dos millones en un a?o prorrogable a otros siete.
Pero todo ese negocio, si es que alguna vez lo ha sido, est¨¢ en cuesti¨®n con las decisiones judiciales en el caso de La Mercedes. A la teor¨ªa del Black Swan, el libro de Taleb que hab¨ªa servido para ocultar la identidad de La Mercedes, le faltaba otra pata. Efectivamente, el tesoro de La Mercedes era como un cisne negro, un acontecimiento sorprendente, de gran impacto y de imprevisibles consecuencias. "La decisi¨®n judicial del caso, unida a la de El Juno y La Galga, es important¨ªsima. Establece que los artefactos encontrados no pueden ser objeto de acci¨®n legal alguna. Son propiedad p¨²blica de un Estado y deben ser devueltos a su leg¨ªtimo propietario sin que el recuperador tenga derecho a compensaci¨®n", explica Mariano Aznar, miembro de la comisi¨®n cient¨ªfica del Plan Nacional para la Protecci¨®n del Patrimonio Subacu¨¢tico.
El brillo del oro y la plata puede volver a ser motivo de disputa. Varios museos espa?oles piden un trozo del tesoro. El ¨²ltimo en hacerlo, el Ayuntamiento de Segovia. Pero esa ya es otra historia.
Y ahora qu¨¦
Espa?a tiene miles de pecios perdidos en los oc¨¦anos. Pero su intenci¨®n no es recuperarlos. "El esp¨ªritu de la Convenci¨®n de la Unesco es conservar los yacimientos in situ", comenta ?ngeles Alastru¨¦, subdirectora de Protecci¨®n de Patrimonio Hist¨®rico, en un hotel de Sarasota, en Florida, mientras espera noticias del equipo cient¨ªfico que se encarga de inventariar las monedas para llevarlas a Espa?a.
Es jueves por la ma?ana y la operaci¨®n del traslado de las monedas hasta la base militar de MacDill, en Tampa ha sido mantenida en un riguroso secreto. No se sabe cu¨¢ndo ni c¨®mo se llevar¨¢ el tesoro hasta la base. Mientras espera, Alastru¨¦ desgrana todos los proyectos que Espa?a tiene en mente ejecutar y algunas de las cosas que se han hecho dentro del Plan Nacional de Patrimonio Subacu¨¢tico. "En Catalu?a se han encontrado 800 yacimientos de los que casi la mitad son pecios, en Andaluc¨ªa se han se?alado 53 zonas arqueol¨®gicas... Lo principal para proteger es saber qu¨¦ es lo que tenemos", dice Alastru¨¦, para quien las nuevas tecnolog¨ªas servir¨¢n para dar a conocer todo lo que se vaya localizando sin tener que tocar los pecios. Seg¨²n la Unesco, hay tres millones de pecios perdidos en los oc¨¦anos. Aunque existe el rumor de que esa cifra sali¨® del propio Greg Stemm, cuando trabaj¨® para la Unesco como experto.
Esa misma tarde, un tr¨¢iler cargado de monedas toma la autopista en direcci¨®n a la base militar escoltado por los US Marshall. El trabajo se ha terminado. Los dos aviones H¨¦rcules que han aterrizado unas horas en la pista de MacDill cargan los arcones llenos de plata y oro y salen rumbo a Espa?a, el lugar a donde estaba destinada la carga antes de que un balazo se llevara por delante a La Mercedes. No se sabe a¨²n con seguridad qu¨¦ ser¨¢ de esas monedas, cu¨¢ndo podr¨¢n verse y qu¨¦ instituciones las albergar¨¢n.
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