La enciclopedia pierde los papeles
Tras 244 a?os de historia, la ¡®Brit¨¢nica¡¯ pone fin a su versi¨®n impresa y apuesta por el digital La RAE podr¨ªa hacer lo mismo en 2014 con su Diccionario
Sin aviso previo, el martes cay¨® un icono. El adi¨®s de la Enciclopedia Brit¨¢nica a su versi¨®n impresa entierra una trayectoria de 244 a?os y visualiza el futuro de sopet¨®n: el saber con may¨²sculas emigra a Internet. La defunci¨®n del papel ha zarandeado el mundo de la cultura, sensible como pocos a la ca¨ªda de s¨ªmbolos. La Brit¨¢nica, nacida en Edimburgo en 1768 y editada en Estados Unidos desde 1902, encarnaba el af¨¢n por aprehender el conocimiento universal, que arranc¨® de la Ilustraci¨®n francesa.
Sucesivas ediciones contribuyeron a agrandar la aureola de rigor de la obra, nutrida por grandes especialistas y redactada con un estilo narrativo que encandil¨® a Borges. Entre los autores que colaboraron con ella figuran Sigmund Freud, Albert Einstein o Marie Curie. Como ocurre a menudo con los s¨ªmbolos en el proceso de construcci¨®n, en estos dos siglos y medio la Enciclopedia Brit¨¢nica se fue rodeando de legendarias an¨¦cdotas: sirvi¨® de combustible salvador a Ernest Shackleton ¡ªse cuenta que llev¨® un volumen a la Ant¨¢rtida a principios del XX y que se calent¨® quemando una a una sus p¨¢ginas¡ª; el autor estadounidense A. J. Jacobs intent¨® emular al autor de El Aleph y leerse los 32 tomos para escribir su libro El sabelotodo. Tras conocer el cierre del papel, se declar¨® ¡°compungido¡±. Como otros lectores, apreciaba la idea de que ¡°todo el conocimiento del mundo pod¨ªa guardarse en esos tomos¡±.
La empresa editora de lo que tantos expertos consideran el m¨¢s solvente compendio enciclop¨¦dico del mundo pertenece al millonario suizo Jacqui Safra desde 1996. Sus ¨²ltimas versiones, se?ala Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n, que daba por descontada la supresi¨®n de la versi¨®n impresa, ¡°ya no ten¨ªan nada que ver con lo que ley¨® Borges¡±. ¡°Era un cierre anunciado, la cuesti¨®n era cu¨¢ndo. Por mucho que podamos lamentarlo, es una decisi¨®n l¨®gica. Las enciclopedias fueron el primer producto editorial que sufri¨® los embates digitales¡±, a?ade.
Freud, Einstein y Marie Curie, entre otros, participaron en su redacci¨®n
Mill¨¢n cita la Enciclopedia Brit¨¢nica como el gran referente del mundo anglosaj¨®n, y la Espasa, del hispano. ¡°El negocio de ambas en los ¨²ltimos a?os estaba sobre todo en las instituciones, que iban comprando los ap¨¦ndices anuales¡±, sostiene Mill¨¢n, quien destaca que la esencia de la enciclopedia es id¨®nea para el mundo virtual: ¡°Son obras digitales por su propia naturaleza¡±.
Durante d¨¦cadas, las enciclopedias eran algo m¨¢s que una colecci¨®n de libros. A Juan Jos¨¦ Mill¨¢s le fascinaba la Espasa que hab¨ªa comprado su padre en 1917. Le convirti¨® en un lector borgiano. ¡°Era una perfecta representaci¨®n del mundo, pero tambi¨¦n un mundo en s¨ª misma¡±. Mill¨¢s le dedic¨® un ensayo a esa enciclopedia que se lo sab¨ªa todo para celebrar su centenario en 2005. Espasa hab¨ªa comenzado a editarse en fasc¨ªculos en 1905, aunque su primer tomo se public¨® tres a?os despu¨¦s. Los 72 libros del cuerpo central (el ap¨¦ndice sumaba otros diez) tardaron 22 a?os en completarse (1908-1930). Ahora en manos del Grupo Planeta, la enciclopedia sigue edit¨¢ndose en papel y dispone de una versi¨®n digital que permite a los compradores de los libros impresos actualizarse de forma permanente gracias a un c¨®digo propio. ¡°Es un mercado cada vez m¨¢s peque?o pero seguimos vendiendo enciclopedias en papel¡±, se?alan fuentes de Planeta, que tambi¨¦n edita la Gran Enciclopedia de Planeta. El grupo est¨¢ volcando ambas obras hacia las escuelas para que los profesores accedan a contenidos digitales ¡°con la misma calidad y solvencia que las de la enciclopedia¡±.
?Qu¨¦ ser¨¢ una enciclopedia ma?ana? Un lugar de infinito saber actualizado al instante. Un espacio enemigo de fatuidades intelectuales. ¡°Nadie piensa ah¨ª en la perfecci¨®n, sabes mucho m¨¢s, tienes m¨¢s datos pero eres menos sabio porque descubres todo lo que no sabes. El criterio de perfecci¨®n baja¡±, reflexiona Jos¨¦ Antonio Pascual, vicedirector de la Real Academia Espa?ola (RAE).
Pascual conoce de primera mano la transici¨®n de la galaxia Gutenberg al universo Internet. Dirige el Nuevo Diccionario Hist¨®rico del Espa?ol, la primera obra de la RAE que se concibe en exclusiva para el mundo digital, que carecer¨¢ de soporte f¨ªsico y que ser¨¢ de acceso gratuito. A finales de marzo mostrar¨¢ su primera cara: un corpus con 52 millones de registros, el Diccionario de autoridades, el fichero de papel de la RAE (12 millones) o el Diccionario Hist¨®rico de 1946. ¡°Ese d¨ªa empezaremos a romper aguas con la salida de los materiales que estamos usando para la obra¡±, bromea Pascual, rendido admirador de las ventajas de las nuevas tecnolog¨ªas. Una, que salta a la vista, tiene que ver con la ocupaci¨®n f¨ªsica, la manejabilidad y la movilidad de las enciclopedias de papel, un escollo inexistente en formatos virtuales. Otra tiene que ver con la inmediatez para actualizar, corregir, enriquecer (la web es el reino del hiperv¨ªnculo) y relacionar, tareas lentas que exigen una sapiencia borgiana en las versiones impresas. Pascual a?ade un da?o colateral que desaparece en Internet: la fatiga del lexic¨®grafo, un mal end¨¦mico de los especialistas. ¡°Muchos diccionarios son mejores en la A que en la B y sucesivas letras, porque el lexic¨®grafo ya no puede m¨¢s¡±, explica.
?Le aguarda un futuro similar al Diccionario de la RAE? El director de la RAE, Jos¨¦ Manuel Blecua, cabecea para negar la mayor pero admite: ¡°No hay que verlo como una muerte sino como una transformaci¨®n. El mundo actual no se presta a la rigidez y a la lentitud del papel, la forma de adquisici¨®n del conocimiento es diferente en cada ¨¦poca¡±. El Diccionario de la RAE saldr¨¢ en 2014 con su edici¨®n n¨²mero 23. Podr¨ªa ser la ¨²ltima en ir a la imprenta...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.