En socorro de Dios
Una de las utilidades m¨¢s indudables de las religiones es ayudarnos a organizar por medio de sus rituales festivos el ciclo anual. Establecen mojones conmemorativos y celebraciones codificadas que nos permiten visualizar el paso del tiempo como un perpetuo regreso de lo significativo y no como una constante p¨¦rdida hacia lo insignificante. Para disfrutar de este beneficio no hace falta tener ninguna fe religiosa en particular, basta con aceptar cualquiera de las convenciones cronol¨®gicas que dependen de ellas¡ Al menos en su origen. Incluso se puede sustituir la creencia ortodoxa por algo m¨¢s l¨²dico: yo, por m¨ªnimo ejemplo, estructuro mi a?o seg¨²n las grandes citas h¨ªpicas internacionales, otra religi¨®n de modesto alcance. Los hay que prefieren el viaje a la playa o el dispendio en regalos y banquetes familiares¡
Tambi¨¦n pueden servir a este fin conmemorativo las recurrentes celebraciones art¨ªsticas ligadas a ciertas fechas, como el Misterio de Elche, la revisi¨®n navide?a de ?Qu¨¦ bello es vivir! en televisi¨®n o los villancicos populares. Y desde luego La Pasi¨®n seg¨²n San Juan de Bach, compuesta para un viernes santo de 1724 y que desde entonces sigue regresando en Semana Santa como un regalo sublime que inspira por igual a los piadosos y a los imp¨ªos. Es una obra maestra m¨¢s breve y menos conocida que La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo, pero tambi¨¦n m¨¢s intensa y m¨¢s arrebatada, con highlights de fascinante delirio. Gracias a la industria discogr¨¢fica, que por el momento en el terreno de la m¨²sica cl¨¢sica todav¨ªa perdura pese al acoso de la pirater¨ªa canallesca, contamos con muchas grabaciones excelentes: aunque mi opini¨®n en este campo valga a¨²n menos que en otros, mi preferida es la de Newton Classics dirigida por Peter Schreier. Pero el pasado Domingo de Ramos tuve la suerte de o¨ªr una a¨²n mejor¡ ?Y en vivo!
'La Pasi¨®n seg¨²n San Juan' de Bach sigue regresando en Semana Santa como un regalo
Christian Pr¨¦gardien es un tenor sobresaliente, adem¨¢s de pedagogo musical, especializado precisamente en uno de los papeles de esa Pasi¨®n de Bach: el Evangelista, que canta como nadie. Pero en esta ocasi¨®n, en el Kursaal donostiarra, ofici¨® como director de la obra y a su prestigioso reclamo acudieron los mejores solistas imaginables: el joven Eric Stoklossa, que fue el Evangelista ahora, Sybilla Rubens (con ese nombre hay que ser algo grande, como si te llamas Victoria de los ?ngeles¡), Andreas Weller, Dietrich Henschel¡Y los dos que mejor supieron emocionarme: el contralto Andreas Scholl, ya bien conocido pero al que uno nunca se cansa de redescubrir, y el bajo York Felix Speer, para m¨ª in¨¦dito y por tanto de impacto a¨²n m¨¢s formidable por su voz y su presencia dram¨¢tica. El conjunto de m¨²sica antigua Le Concert Lorrain fue la orquesta y la voz coral, tan decisiva en la pieza, la aport¨® el Neederlands Kamerkoor, insuperables ese d¨ªa y a esa hora en sus respectivos cometidos. Todo puede resumirse en el t¨ªtulo que Emece, el cr¨ªtico musical del Diario Vasco, encontr¨® para su cr¨®nica: "?Conciertazo!".
M¨¢s all¨¢ del recitado de los vers¨ªculos del Evangelio de Juan, las arias corales o solistas comentan con una libertad sorprendente el significado teol¨®gico de los hechos narrados. A pesar del car¨¢cter luctuoso de la narraci¨®n, las voces hablan constantemente de alegr¨ªa, de j¨²bilo, de felicidad¡?Nuestro rescate ha sido pagado! En su ¨²ltimo solo, el bajo le hace al Cristo crucificado y agonizante una pregunta de audacia casi desvergonzada: "Dime, ?he sido ya eximido de la muerte?". Y aunque el dolor impide responder al torturado, el demandante toma la ca¨ªda inerte de su cabeza sobre el pecho como un "s¨ª" ex¨¢nime y trascendental¡
En los convites volterianos de Sans-Souci, cuando Federico depart¨ªa casi familiarmente con sus cortesanos de m¨¢s alto rango, se produc¨ªa de vez en cuando una interrupci¨®n. El emperador ordenaba a todos ponerse en pie y descubrirse, predicando con su propio ejemplo: hab¨ªa llegado el viejo maestro Juan Sebasti¨¢n. Quiz¨¢ el astuto Federico murmuraba entonces para sus adentros lo que mucho despu¨¦s escribi¨® mi amigo Cioran: "?Si supiese Dios cu¨¢nto le debe a Bach!".
Babelia
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