Hijos devotos, padres dif¨ªciles
Cuando escriban el manual de la perfecta estrella de rock, seguro que dedicar¨¢n un cap¨ªtulo a esa maravillosa prerrogativa del triunfador: el ¡°producir a una leyenda¡±. Clara se?al de tu poder: obligas a la discogr¨¢fica a invertir en un artista veterano al que, en circunstancias normales, no dejar¨ªan pasar de la recepci¨®n. Adem¨¢s, marcas la agenda cultural: fuerzas a los medios a salir del bucle del presente para atender a un hist¨®rico.
Una jugada maestra que tambi¨¦n te aporta la autenticidad del elegido; creces en estatura, profundidad, sabidur¨ªa. ?Credibilidad por asociaci¨®n! Eso explica que una criatura tan arisca como Jack White trabaje con damas country tipo Loretta Lynn o Wanda Jackson. Jeff Tweedy, de Wilco, produjo a Mavis Staples. Bettye Lavette tuvo los servicios de Joe Henry y los Drive-By Truckers. El lance no es exclusivo de los chicos listos del rock alternativo: Questlove, inagotable baterista de The Roots, ha firmado producciones de Betty Wright, Al Green o Booker T.
Hay riesgos, cierto. Benefactores de generaciones anteriores vivieron pesadillas. Recuerden: Keith Richards y Chuck Berry, Elvis Costello y George Jones. Con todo, Dan Auerbach ha decidido redimir una de las fichas ganadas en la ruleta del ¨¦xito como miembro de Black Keys: productor de lo nuevo de Mac Rebennack, alias Dr. John.
El malaje de turno dir¨¢ que no hay mucho m¨¦rito en hacer de hada madrina con Dr. John: la tragedia del Katrina y la serie Treme le han devuelto a los focos. Ya en 1995, Siniestro Total le invoc¨® con Doctor Juan (¡°doctor Juan, doctor Juan / c¨²rame de todo mal / y del mordisco del caim¨¢n¡±).
Aunque Dr. John tenga cinco premios Grammy y saque discos regularmente, Auerbach le ha convencido para recuperar el esp¨ªritu de sus primeros elep¨¦s para Atlantic. No debi¨® ser f¨¢cil. En las distancias cortas, el Doctor es un gigante damnificado por d¨¦cadas de mala vida. Se siente muy c¨®modo en su papel de clasicista, un chef que espolvorea especias de Nueva Orleans sobre a?ejos standards o el repertorio de Duke Ellington.
Pero las referencias de Auerbach eran Gris-gris, Babylon o Sun, the moon and herbs, donde Mac se invent¨® el personaje de Dr. John, brujo de Nueva Orleans que operaba sobre p¨²blicos acostumbrados a lo psicod¨¦lico. La troupe era tan salvaje que se fue desintegrando, en estudio y en directo. No ayudaba que el jefe fuera un yonqui.
Auerbach ha evitado recrear la onda vud¨²: Locked down no es un proyecto retro. El guitarrista y cuatro m¨²sicos se encerraron con Rebennack en su estudio de Nashville y empezaron a crear (las 10 canciones tienen autor¨ªa colectiva). El Doctor fue invitado a usar ¨®rganos Farfisa y Wurlitzer, para alterar la t¨ªmbrica.
Los otros instrumentistas vienen de Antibalas, Menahan Street Band, Poets of Rhythm, los Soledad Brothers: blancos educados en los misterios del groove intercontinental. Escucharon viejos discos de Etiop¨ªa o Nigeria, para invocar a la inspiraci¨®n. En nueve d¨ªas, construyeron el armaz¨®n de Locked down. Un mes de parada y volvieron para meter letras m¨¢s el indispensable coro femenino.
?Funciona? Hasta cierto punto. Locked down (Nonesuch) entra ex¨®tico y vigoroso pero pierde fuelle en su segunda mitad. Existiendo el fil¨®n de himnos afrocubanos a los orishas, decepciona que Eleggua sea una nader¨ªa funk. O que las canciones m¨¢s personales se queden en la banalidad: My children, my angels, donde Dr. John se disculpa por haber sido un padre absentista; God¡¯s sure good tampoco alcanza el fervor del gran repertorio gospel. Pero hay que agradecer a Auerbach que tengamos un Doctor Juan africanizado, natural, indignado. ?A los 71 a?os!
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