Almibarada apoteosis de Manzanares

Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares vivi¨® una tarde gloriosa en la Maestranza sevillana. Cort¨® cuatro orejas, se lo llevaron a hombros por la Puerta del Pr¨ªncipe y consigui¨® que la plaza entera saliera toreando por la ribera del Guadalquivir. Fue una corrida preciosa en la que un p¨²blico arrollador y entusiasta vivi¨® una de esas sorprendentes y emotivas historias para contar.

Fue la de Manzanares una tarde complet¨ªsima de un torero en estado de gracia, que ha ca¨ªdo de pie, y vive un momento esplendoroso, acompa?ado por esa sant¨ªsima trinidad del toreo que forman sus tres subalternos de a pie, Trujillo, Curro Javier y Luis Bl¨¢zquez, y dos ap¨®stoles en forma de picadores, que son Chocolate y Barroso.

Todo comenz¨® con sabor a triunfo con unas ajustadas ver¨®nicas y elegantes chicuelinas de salida al primer toro. Y termin¨®, a la muerte el quinto, con el matador y sus subalternos en el centro del ruedo, monteras en mano, respondiendo a una atronadora ovaci¨®n de la plaza puesta en pie, feliz y agradecida. Encaminado era el nombre de su primero, que cumpli¨® en el caballo y permiti¨® que Talavante se luciera en unos lent¨ªsimos delantales. Se doli¨® en banderillas, y lleg¨® a la muleta con las fuerzas muy justas, y una bondad infinita; una exquisitez para paladares exigentes. Y Manzanares, que es pura elegancia, pre?ado de buen gusto e inspiraci¨®n, lo tore¨® por ambas manos con armon¨ªa y empaque. Y los tendidos se volvieron locos. Mat¨® mal de una estocada tendida en la suerte de recibir, pero dio igual.

Y sali¨® el quinto, Jerezano, al que veronique¨® aceleradamente; tras mansear en el caballo, lleg¨® el tercio de banderillas y se produjo uno de los momentos m¨¢s bellos que se puedan presenciar en una plaza de toros: la perfecci¨®n baj¨® del cielo para inspirar a Juan Jos¨¦ Trujillo en dos pares aut¨¦nticos, de poder a poder, un tercero del mismo tenor de Luis Bl¨¢zquez, y el manejo prodigioso del capote de Curro Javier. Las palmas echaban humo y apagaron los ecos de la m¨²sica, que quiso estar presente en evento tan singular. Jerezano era de andares lentos, y Manzanares lo estudi¨®, lo mim¨®, lo cuid¨®, y dibuj¨® con ¨¦l unos cuantos derechazos inmensos y una tanda de naturales henchidos de solemnidad. Las dos orejas se las entreg¨® al doctor Ram¨®n Vila, exjefe del equipo m¨¦dico, a quien le hab¨ªa brindado la muerte del toro.

Este es el toro que gusta hoy: con cara y trap¨ªo de novillo, sin casta, con las fuerzas just¨ªsimas y con una clase excepcional. Vamos, que el lote de Manzanares se parec¨ªa a un toro bravo y encastado como un huevo a una casta?a. Dos ovejitas obedientes y dulces de coraz¨®n que permitieron que un artista jugara al toro con ellas. ?D¨®nde est¨¢ el toro vibrante, encastado y codicioso? ?D¨®nde el toro desafiante y poderoso y el torero heroico?

Este es el toreo de hoy, que m¨¢s se parece a un paso de ballet que a la lucha entre un animal bravo y noble y un ser humano. Lo de ahora, lo de ayer, es otra cosa; es alm¨ªbar, hermosa, dulce y empalagosa, pero nada vibrante. Priman el buen gusto y la elegancia, pero no hay emoci¨®n, ni conmoci¨®n, cimientos del toreo de verdad.

Honor y gloria a Manzanares, y que dure muchos a?os. Pero el toreo aut¨¦ntico nunca fue cursi, y el suyo se asoma, -elegantemente, eso s¨ª- a ese bello precipicio.

Reapareci¨® Juan Jos¨¦ Padilla y se ha convertido en el torero m¨¢s aplaudido de la feria. Hasta siete grandes y sentidas ovaciones de cari?o recibi¨® a lo largo de su actuaci¨®n, un dechado de entrega, de verg¨¹enza y buenas maneras. Le toc¨® el peor lote, veronique¨® con limpieza, banderille¨® con soltura y clasicismo a pesar de alg¨²n fallo, y mulete¨® con buen son. Estuvo muy por encima de un lote insulso y parado.

Y Talavante cort¨® una merecida oreja a otra ovejita que sali¨® en tercer lugar, y se aburri¨® con el parado sexto.