Belleza sorprendida
Lugares que fueron esplendorosos pervierten su hermosura heredada haciendo del turismo su principal fuente de ingresos
En carta de 16 de junio de 1771 Werther ¡ªel h¨¦roe de la novela de Goethe¡ª informa a su corresponsal de c¨®mo conoci¨® a Lotte, ¡°una de las criaturas m¨¢s adorables del mundo¡±. Tom¨® un carruaje para llevar a dos damas a un baile en el campo y de camino fueron a recoger a una amiga de ambas. Llegaron a su casa a la hora del crep¨²sculo. Werther se ape¨® gentilmente, atraves¨® el patio y, al subir la escalinata y abrir la puerta, ¡°presenciaron mis ojos el espect¨¢culo m¨¢s encantador que jam¨¢s vieran. Seis ni?os de dos a once a?os correteaban en la antesala alrededor de una muchacha de hermosa figura y estatura mediana, que llevaba un sencillo vestido blanco con lazos rosa en los brazos y en el pecho. Ten¨ªa una hogaza de pan en la mano e iba cortando para cada peque?o una rebanada seg¨²n su edad y apetito¡±. Desde el momento en que contempl¨® a Lotte ocupada en esta modesta tarea dom¨¦stica, el joven cay¨® fatalmente enamorado.
?Nada m¨¢s sexy que la belleza inconsciente de s¨ª misma y sorprendida en su atractivo mientras ejecuta alg¨²n quehacer pr¨¢ctico. En eso reside la er¨®tica de los uniformes: la belleza natural se hace a¨²n m¨¢s irresistible cuando se enfunda en un atuendo profesional que la despersonaliza. Werther fue quemado por la flecha del amor porque Lotte estaba dando de merendar a sus hermanos y fue justamente esa actitud ancilar, de olvido de s¨ª misma, lo que atrajo su atenci¨®n fervorosa. Tambi¨¦n la belleza corporal tiene algo de instrumental. El cuerpo m¨¢s seductor se compone de partes que cumplen siempre una funci¨®n org¨¢nica: el cabello, los ojos, la boca, el busto, el sexo, las piernas ¡ªpor mencionar s¨®lo la perspectiva frontal¡ª, todos al servicio de una necesidad biol¨®gica y funcionando ciegamente como si ignorasen la turbaci¨®n refleja que suscitan. Y al contrario: obs¨¦rvese que ¡ªa diferencia del pavo real¡ª no hay en el cuerpo humano ning¨²n ¨®rgano destinado exclusivamente a soliviantar el deseo; si gusta, si encandila, si inflama al espectador, lo hace distra¨ªdamente, como extra?ado de su poder, mientras se aplica a sus urgencias vitales primarias. He aqu¨ª el riesgo de cierta cirug¨ªa est¨¦tica invasiva cuando, en vez de realzar discretamente lo natural de nuestra constituci¨®n, lo sustituye por ¨®rganos sint¨¦ticos nuevos, costosos, sin funci¨®n vital expresa, llamativamente orientados a gustar, y entonces el eros, inhibido ante tanta intenci¨®n, se coarta en su fin. Cuando Plat¨®n defini¨® el amor como un ¡°penetrar en belleza¡± debi¨® haber a?adido que se trata siempre de una belleza distra¨ªda, sorprendida en su ministerio. Se parece a esos remeros que cita Kierkegaard, que s¨®lo avanzan en su singladura cuando dan la espalda a su objetivo. Es verdad: s¨®lo una hermosura que da la espalda a su poder resulta verdaderamente deseable.
Recuerdo haber le¨ªdo a un arque¨®logo curtido en mil exploraciones que los yacimientos griegos se distinguen siempre, en comparaci¨®n con los de otros lugares, por la belleza que acompa?a a la pieza hallada en la arena o el fondo del mar, por humilde que sea: ese pueblo admirable no pod¨ªa concebir una herramienta sin prestar a lo ¨²til el encantamiento de una forma deliciosa. Para m¨ª, la quintaesencia de lo bello se compendia en la cer¨¢mica griega arcaica y cl¨¢sica, ¨¢nforas y vasos de vientres tallados con id¨ªlicas figuras negras y rojas y usados para la modesta tarea de escanciar el vino mezclado con agua en los simposios. Si no hay utilidad sin belleza, tampoco encontramos all¨ª belleza sin utilidad, ning¨²n ornato rococ¨® y superfluo: la poes¨ªa, la m¨²sica, la arquitectura, el teatro, la ret¨®rica o la filosof¨ªa son actividades comunitarias y deben contribuir al ¨¦xito de una sociabilidad amable y buena. Aqu¨ª no rige el aut-aut rom¨¢ntico que te obliga a elegir entre lo bello y lo ¨²til. Por el contrario, el ideal griego del kalos kai agathos a¨²na lo bello con lo bueno, lo justo, lo ¨²til y lo santo. ¡°Un m¨¢s amargo fin (que el del h¨¦roe Belerofonte) / aguarda a lo que es agradable a despecho de lo justo¡± (?stmica, 7. 47), advierte P¨ªndaro, sublime poeta.
La quintaesencia de lo bello se compendia en la cer¨¢mica griega arcaica y cl¨¢sica, ¨¢nforas y vasos de vientres tallados con figuras negras y rojas
Un utilitarismo feo y rampl¨®n es un gran fastidio. Pero casi peor me parece esa belleza supernumeraria que se hace demasiado consciente de s¨ª misma y, sustituyendo la utilidad social por el inter¨¦s de cortas miras, trata de rentabilizar para su propio beneficio el deseo o el agrado que suscita en los dem¨¢s. En ¡ì 45 de su Cr¨ªtica del juicio relata Kant la conocida an¨¦cdota del alegre hostelero. Para contentar a los hu¨¦spedes que se alojan en su casa, esconde en el bosque a un ¡°compadre burl¨®n¡± que, sirvi¨¦ndose de una ca?a, sabe imitar el hermoso canto del ruise?or. Los mismos que gozaban de esos trinos con embeleso se sienten frustrados cuando el enga?o se descubre. ?Por qu¨¦, si la m¨²sica es la misma? Porque al principio el hu¨¦sped cree ser testigo privilegiado del j¨²bilo de una naturaleza sorprendida en su felicidad ma?anera, mientras que el placer huye de ¨¦l tan pronto conoce que esa felicidad aparente es s¨®lo un simulacro y la supuesta sorpresa no otra cosa que un bien calculado inter¨¦s.
Todo este rodeo para explicar y explicarme por qu¨¦ no acabo de encontrarle el chiste a viajar a los lugares que fueron esplendorosos en el pasado y que ahora pervierten su genuina belleza heredada haciendo del turismo su principal fuente de ingresos. Palacios, templos, edificios civiles, mercados, plazas o puertos levantados por muertos con talento que ya no sirven a las necesidades cotidianas y reales de la poblaci¨®n viviente; salones, cuadros, tapices, esculturas, vajillas, l¨¢mparas, joyas o mobiliario catalogados en museos y sin poseedores que les den uso. Una ciudad demasiado consciente de sus atractivos y sin posibilidad de ser sorprendida; una liga de compadres burlones camuflados por todos sus rincones; una maravillosa Lotte que da la merienda metamorfoseada en mu?eca de pl¨¢stico sint¨¦tico.
Javier Gom¨¢ Lanz¨®n acaba de publicar Todo a mil. 33 microensayos de filosof¨ªa mundana. Galaxia Gutenberg, Barcelona 2012. 176 p¨¢ginas. 16,50 euros.
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