?Es-c¨¢n-da-lo!
Y en corrida tan descastada y airada surgi¨® la chispa en el tercio de varas del tercero. Montaba a caballo Jos¨¦ Ney Zambrano
?Qu¨¦ triste espect¨¢culo ver a un hombre sufrir en el ruedo¡! ?Qu¨¦ imagen m¨¢s desolada produce la incapacidad manifiesta! Qu¨¦ dolor para quien est¨¢ ah¨ª abajo que te rechinen los o¨ªdos con los gritos alborotados de ¡®fuera, fuera¡¯ de toda una plaza desolada y enfadada¡ ?Qu¨¦ esc¨¢ndalo puede llegar a producir el p¨¢nico insuperable, cuando el miedo atenaza el cerebro y el cuerpo no responde! ?Qu¨¦ dolor, Julio Aparicio, verte desmadejado, con la mirada perdida, las piernas flaqueadas y con la cabeza a revientacalderas, bloqueada, huyendo de la propia sombra de un vestido torero¡!
Y pensar que momentos antes, no m¨¢s terminar el pase¨ªllo, los tendidos lo hab¨ªan recibio con una cari?osa ovaci¨®n para espantar el mal recuerdo de aquella cornada en la garganta de hace dos a?os.
El Ventorrillo/Aparicio, D¨ªaz, Gallo
Toros de El Ventorrillo, bien presentados, mansos, descastados, deslucidos y ¨¢speros.
Julio Aparicio: seis pinchazos y un descabello (bronca); pinchazo, media perpendicular y baja y un descabello (bronca).
Curro D¨ªaz: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada (silencio).
Eduardo Gallo: pinchazo y estocada baja (ovaci¨®n); casi entera ca¨ªda -aviso- y un descabello (silencio).
Plaza de las Ventas. 15 de mayo. Sexta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Pero sali¨® el primer toro y Julio cant¨® a las claras que su ¨¢nimo no pod¨ªa soportar semejante encuentro. Capote¨® de mala manera, se inhibi¨® descaradamente en el tercio de varas y, cuando tom¨® la muleta, la plaza entera imaginaba ya el siguiente cap¨ªtulo: pas¨® al toro por bajo, muy precavido; se detuvo, lo mir¨® y decidi¨® huir a tablas para tomar el estoque. No lo mat¨®, sino que intent¨® acuchillarlo, y la bronca fue de campeonato. Y fue el ¨²nico toro que acudi¨® con cierta clase a los enga?os, aunque se march¨® al otro mundo agujereado de manera infame.
Lo vivido durante la lidia del cuarto fue a¨²n m¨¢s penoso. Se inhibi¨® Julio de manera escandalosa durante los dos primeros tercios, y permiti¨® que al animal lo masacrara el picador de turno. Llegada la hora de la muleta, intent¨® hacer el esfuerzo sobrehumano de citarlo, pero no fue posible. Una nueva bronca y nueva algarab¨ªa. Y as¨ª, adem¨¢s, durante toda la corrida, incumpliendo su responsabilidad como director de lidia.
?Pobre torero! ?Qu¨¦ mal rato pas¨® y nos hizo pasar a todos! Pero no hay que echar en saco roto el significado de las dos broncas que recibi¨®: Julio Aparicio falt¨® el respeto al p¨²blico, porque as¨ª no se debe reaparecer. El ¨²nico culpable de su sonado fracaso es ¨¦l. Si no se est¨¢, no se est¨¢. Y este torero no parece estar para vestirse de luces.
Curro D¨ªaz llegaba a Madrid con la buena intenci¨®n de sacarse la espina de su ausencia de la Feria de Abril, pero dos marrajos -el primero no ten¨ªa un pase, y el segundo, parad¨ªsimo, desarroll¨® mucho peligro- se lo impidieron.
Y Eduardo Gallo, que entr¨® en sustituci¨®n del herido ?ngel Teruel, justific¨® su inclusi¨®n con una encomiable decisi¨®n, un valor seco y unos enormes deseos de triunfo. Se le nota poco placeado, pero ello no fue ¨®bice para aguantar con estoicismo los ga?afones y tornillazos que su lote reparti¨® con generosidad. Se plant¨® con seguridad ante su primero, que lo puso en serios aprietos, y no se arredr¨® ante la violencia del sexto. A pesar de sus defectos, como torero moderno que es, ayer volvi¨® a decir que quiere ser alguien.
Y en corrida tan descastada y airada surgi¨® la chispa en el tercio de varas del tercero. Montaba a caballo Jos¨¦ Ney Zambrano: se dej¨® ver, situado el toro en la distancia, lo cit¨® con la voz y levantando el palo, le dio el pecho y lo pic¨® en todo lo alto en un puyazo medido. Mientras la plaza se frotaba los ojos, volvi¨® a repetir la haza?a y descubri¨® que los buenos picadores todav¨ªa existen. ?le¡
OVACI?N: El picador Jos¨¦ Ney Zambrano y el banderillero Angel Otero se ganaron el reconocimiento del respetable.
PITOS: La actitud de Aparicio fue la firma de un divorcio sonado con la afici¨®n madrile?a.
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