D¨ªas de aguacero y cine sopor¨ªfero en La Croisette
Cualquier visitante ocasional o asiduo de Cannes sabe que, adem¨¢s de la gran fiesta del cine, supone una m¨¢quina de hacer dinero
Cualquier visitante ocasional o asiduo del Festival de Cannes, lo haga por trabajo, por placer o por la necesidad de exhibirse en la feria de las vanidades, sabe que adem¨¢s de la gran fiesta del cine, que es como suelen definirlo sus publicistas y los periodistas de imaginaci¨®n plana y enamorada del t¨®pico, el festival tambi¨¦n supone una m¨¢quina de hacer dinero, una industria armoniosamente engrasada para cumplir ese objetivo. Cannes ofrece todo tipo de tentaciones a precios caros para que los visitantes consuman sin tregua. Pero tambi¨¦n dispone de una climatolog¨ªa excepcional durante el mes de mayo. No pasas calor ni fr¨ªo, la manga corta es muy adecuada para el d¨ªa y la noche solo precisa de una chaqueta ligera. Y por supuesto, ves ritualmente millares de esm¨®quines y vestidos de gala ya que son las ¨²nicas prendas que se permiten en las sesiones oficiales de la tarde. Si a?adimos la fant¨¢stica luz que caracteriza a la Costa Azul en primavera, el marco resulta esplendoroso. Si no supieras que la naturaleza es caprichosa y hace lo que le da la gana, creer¨ªas que esa temperatura y esa luminosidad tambi¨¦n est¨¢n creadas desde un ordenador infalible, el mismo que logra que en la organizaci¨®n de este inmenso negocio a lo largo de 13 d¨ªas no falle ning¨²n elemento.
Lo peor que pod¨ªa ocurrir en Cannes es que un d¨ªa especial cayera tibiamente agua del cielo, pero lo normal era que un rato despu¨¦s volviera a salir el sol. Incluso eso ten¨ªa cierto encanto. Pero este a?o algunos dioses malignos se han conjurado, o a lo peor han sido contratados por otro futuro festival que pretenda algo tan osado como intentar hacerle la competencia a Cannes en las mismas fechas, para que no pare de llover desde hace tres d¨ªas, sin prisas y sin pausas. Y el agua tambi¨¦n viene acompa?ada de un fr¨ªo molesto aunque soportable. Es la primera vez que que observo algo as¨ª en los 25 a?os que llevo viniendo aqu¨ª. Y todos los rituales y las costumbres que se practican en Cannes sufren por ello. La alfombra roja se sube a toda prisa y con paraguas, los infinitos mirones no tienen nada que ver, las m¨²ltiples fiestas que se organizan todas las noches en la playa pierden su sentido, retiran las terrazas en los bares y restaurantes que no est¨¢n cubiertos, se difumina el eterno y lujoso escaparate que est¨¢ encarnado en las calles, el desfile ancestral de escotes y faldas cortas necesita abrigarse ante el peligro de agarrar un catarro serio o una pulmon¨ªa. Los ¨²nicos personajes que consecuentemente est¨¢n encantados con la ira del cielo son los vendedores callejeros de paraguas, todos ellos negros y con pinta de atravesar una supervivencia muy dura. Y siempre deseas que se prolongue la alegr¨ªa en la casa del pobre, pero tambi¨¦n es humano anhelar que deje de llover de una pu?etera vez.
Ante semejante inclemencia del tiempo los esp¨ªritus sensatos deducir¨¢n que no existe un refugio tan grato como estar dentro de una sala de cine mientras que te cuentan historias en la pantalla. Pero en mi caso no ha sido as¨ª durante la aciaga jornada de ayer. Es m¨¢s, la opci¨®n de empaparme o de observar melanc¨®licamente la lluvia desde un soportal, un caf¨¦ o la habitaci¨®n de mi hotel, me parec¨ªa m¨¢s envidiable que soportar las pel¨ªculas que exhibi¨® la secci¨®n oficial.
Una es Like someone in love, dirigida por el pope iran¨ª Abbas Kiarostami, se?or al que ¨²ltimamente le ha dado por ampliar su visi¨®n del universo y localizar sus historias fuera de Ir¨¢n. Hace dos a?os concibi¨® en la Toscana Copia certificada. Ahora ha decidido expresarse en Jap¨®n. Lo que no tengo claro, como casi siempre en su cine, es qu¨¦ ha pretendido narrar. En cualquier caso la an¨¦cdota que desarrolla esta pel¨ªcula es de una levedad alarmante y el estilo para hacerlo a¨²n m¨¢s pl¨²mbeo que cuando rodaba en Ir¨¢n. Un adinerado cliente convence a una chica que adem¨¢s de estudiante ejerce de puta para que vaya a casa de un anciano profesor. Pero ¨¦l solo quiere hablar y ella l¨®gicamente se duerme. Al d¨ªas siguiente, el novio de la dama, le cuenta su torturada relaci¨®n con ella al anciano, creyendo que este es su abuelo. El malentendido se aclarar¨¢ violentamente. Fin. Son dos horas de planos morosos en los que no ocurre nada que despierte el menor inter¨¦s, di¨¢logos absurdos, momentos pretendidamente dram¨¢ticos que resultan involuntaria y grotescamente c¨®micos. He cre¨ªdo escuchar alg¨²n abucheo en la sala, algo ins¨®lito en un festival que considera a Kiarostami como una de las tres o cuatro cosas m¨¢s sublimes que le han ocurrido al cine actual. Ellos sabr¨¢n por qu¨¦.
La otra viene firmada por un se?or de 90 a?os llamado Alain Resnais. Y celebro mucho, como en el caso de Manoel de Oliveira, que sigue en activo a los 102 a?os, que Resnais contin¨²e haciendo las pel¨ªculas que desea, pero reivindico mi sagrado derecho a aburrirme infinitamente con su expresividad. Me ocurr¨ªa antes, cuando la cr¨ªtica aseguraba que era el gran mago l¨ªrico que jugaba enigm¨¢ticamente con el espacio y el tiempo, pero mi estado no ha cambiado en las ¨²ltimas d¨¦cadas de su cine, en las que habla fundamentalmente del teatro, sus misterios y su profunda relaci¨®n con la vida. En Vous n¡® avez encore rien vu, un autor teatral que acaba de morir deja el encargo de convocar en su mansi¨®n a los actores y actrices con los que trabaj¨® en diversas representaciones de Eur¨ªdice para que observen en una pantalla otra versi¨®n de su obra interpretada por una compa?¨ªa juvenil. Y, c¨®mo no, los viejos actores reflexionan sobre el amor, la vida, el paso del tiempo, la muerte y dem¨¢s trascendentes cuestiones. Creo que pillo el mensaje, pero a¨²n as¨ª, tengo que luchar durante toda la proyecci¨®n para que no se me cierren los p¨¢rpados. Al encenderse las luces de la sala, deduzco que no lo he conseguido.
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