These foolish things
Ricardo Moya estrena hoy un montaje de Viejos tiempos en el Espa?ol madrile?o, con estupendo reparto: Ariadna Gil, Jos¨¦ Luis Garc¨ªa P¨¦rez y Emma Su¨¢rez. Old times se estren¨® en 1971, en el Aldwych; una producci¨®n de la Royal Shakespeare, dirigida por Peter Hall, con Dorothy Tutin, Colin Blakely y Vivien Merchant, la esposa de Pinter, una de las actrices m¨¢s el¨¦ctricas que he visto en mi vida. Tres a?os m¨¢s tarde, Luis Escobar tradujo la obra y la present¨® en el Eslava, con otro elenco de lujo: Irene Guti¨¦rrez Caba, Lola Cardona, y Paco Rabal, que con esta funci¨®n se despidi¨® del teatro. Veo que Moya ha elegido la traducci¨®n de Escobar, en lo que entiendo como una muestra de homenaje y reconocimiento: era una opci¨®n muy arriesgada estrenar Viejos tiempos en un teatro comercial como el Eslava. Escobar apost¨® fuerte por Pinter: en el 67 hab¨ªa montado El amante y La colecci¨®n, y en el 70, Regreso al hogar, en el Marquina, bajo el breve paraguas de ¡°c¨¢mara y ensayo¡±. Viejos tiempos se ha hecho varias veces en catal¨¢n, en notables puestas de Carme Portaceli y Rosa Novell, pero yo no he vuelto a verla en castellano.
En aquella ¨¦poca voces mal¨¦volas afirmaban que Rabal, Cardona y Guti¨¦rrez Caba no entend¨ªan el texto de Pinter. No lo creo en absoluto: aquellos tres ten¨ªan un instinto dram¨¢tico a prueba de bombas. Puede que no llegaran a discernir del todo (como les pasa a los personajes, como nos pasa a nosotros) las neblinosas fronteras entre realidad y memoria que hay en el texto, pero estoy convencido de que entend¨ªan y actuaban cada sentimiento, escena a escena, que es de lo que se trata.
Los protagonistas de Viejos tiempos son un marido, una esposa, y una amiga que vuelve. Como en tantas otras piezas suyas, se desata una lucha por el territorio, y el territorio es aqu¨ª el pasado, ese pa¨ªs extranjero donde las cosas ¡°suceden de otra manera¡±, como escribi¨® L.P. Hartley en El mensajero, novela que en aquellos d¨ªas Pinter acababa de adaptar para Losey. Deeley y Anna, el marido y la amiga, vampiros del alma, luchar¨¢n sin cuartel por la posesi¨®n de Kate a trav¨¦s de sus recuerdos: el gran tema de la obra es la construcci¨®n de la memoria como una forma de apropiaci¨®n indebida. Pinter crea una textura de intensidad casi polic¨ªaca a partir de elementos m¨ªnimos y aparentemente triviales pero que se convierten en bombas de relojer¨ªa, en armas arrojadizas.
De casi todo hace m¨¢s de veinte a?os: un piso compartido en Chelsea, un encuentro en el pub Wayfarer, una fiesta privada en Westbourne Grove. Supuestos lazos comunes, gente de paso, amigos que no han vuelto a ver. Una lejana tarde de agosto en un cine, una pel¨ªcula de t¨ªtulo significativo: Odd man out, de Carol Reed. Ropa interior robada o prestada. Un hombre atisbando unos muslos blanqu¨ªsimos; otro hombre (tal vez el mismo) llorando en una habitaci¨®n. Las l¨ªneas, como espadas entrechocando, de una canci¨®n que podr¨ªa ser el himno de los tres: They can't take that away from me. (Se me ocurre otra que le ir¨ªa A?N mejor: These foolish things, en la voz espectral de Billie Holiday). Tropismos que crecen como c¨ªrculos de una piedra en el agua, sujetos a la percepci¨®n subjetiva de los personajes. Esencia Pinter: amenaza, lirismo seco, antisentimental. Y misterio, siempre. ?Est¨¢ Anna con ellos, en la misma habitaci¨®n, o ha sido invocada por la pareja? ?Son Anna y Kate dos mitades de una sola mujer, como en Persona, de Bergman? ?Est¨¢n muertos los tres y habitan un limbo en el que pasado, presente y futuro coexisten? Esas fueron las preguntas que m¨¢s se repitieron tras su estreno. Anna, proustiana, nos ofrece una pista capital: ¡°Hay cosas que recordamos y a lo mejor nunca sucedieron, pero en el momento de evocarlas suceden, cobran vida¡±. Por si no quedaba claro, Pinter a?adi¨®, para zanjar las cuestiones: ¡°It happens. It all happens¡±. Sucede. Todo sucede. En el gran arte.
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