?Bastante que le importar¨¢ a ¨¦l¡!
El festejo fue un pesti?o, pero no por la ausencia de triunfos, que no los hubo, sino por esa sensaci¨®n malsana de lo que carece de ilusi¨®n, de alma, de ¨¢ngel, de aroma y de torer¨ªa
Mientras se desarrollaba el tercio del piquero del quinto de la tarde, Morante de la Puebla, con el capote plegado entre las manos, se recost¨® sobre las tablas, junto al burladero de cuadrillas, con la mirada perdida y el gesto disciplente. Alguien del tendido, cansado ya de una tarde pl¨²mbea y pesada, anot¨®: ?Bastante que le importar¨¢ a ¨¦l¡! Seguro que s¨ª, hombre; seguro que no era m¨¢s que una pose o un descanso entre tanta tensi¨®n, pero la imagen del torero sevillano era la foto de la desgana, de la desesperanza, de la abulia¡
Al final, el festejo fue un pesti?o, pero no por la ausencia de triunfos, que no los hubo, sino por esa sensaci¨®n malsana de lo que carece de ilusi¨®n, de alma, de ¨¢ngel, de aroma y de torer¨ªa, en una palabra.
Ficha
DOMECQ / MORANTE, TALAVANTE, S?NCHEZ
Toros de Juan Pedro Domecq, novillados, a excepci¨®n del sexto, mansones, inv¨¢lidos y muy sosos.
Morante de la Puebla: siete pinchazos y casi entera (pitos); pinchazo ¡ªaviso¡ª pinchazo y un descabello (palmas).
Alejandro Talavante: pinchazo y estocada (palmas); cinco pinchazos y estocada (silencio).
Juan Pablo S¨¢nchez, que confirm¨® la alternativa: estocada (silencio); estocada (palmas).
Plaza de las Ventas. 23 de mayo. Decimocuarta corrida de feria. Lleno.
Claro que a falta de toros bravos y toreros heroicos, la fiesta se ha refugiado necesariamente en el arte. El Arte con may¨²sculas es, hoy por hoy, lo que abarata las taquillas con la esperanza de un destello deslumbrante. A?oramos el toro y el torero artistas, y, despu¨¦s, pasa lo que pasa¡
El toro artista es el de ayer, el que cri¨® y potenci¨® Juan Pedro Domecq, bajo de hechuras, con cuerpo de novillo, ayuno de fuerzas, muy escasito de casta y rebosante de bondad. Es decir, el toro que no emociona. (Que no se olvide un detalle importante: Curro V¨¢zquez es el apoderado de Morante, y donde meta la mano el se?or V¨¢zquez, no hay toro). Y el torero de arte, ya se sabe, se llama Morante de la Puebla, que es como es, y nadie sabe como es. Un artista, dicen, raro, extra?o, y genial, al fin y al cabo. Si tiene su d¨ªa¡ ?Y si no lo tiene?
OVACI?N: La plaza se llen¨® hasta la bandera al reclamo del artista m¨¢s deseado.
PITOS: Fracaso ganadero en el d¨ªa que se descubri¨® una placa en las Ventas por el ¨¦xito de Juan Pedro en 2011.
Pero el arte se ha convertido en la ¨²nica esperanza blanca de la fiesta de los toros. El resto no existe. Es lo que viste entre los espectadores. Hoy, ser morantista es como hace a?os era ser currista moderno; un sello que est¨¢ de moda y que no siempre es sin¨®nimo de buen aficionado.
Y, ya se sabe, con un toro como el de ayer y un artista desganado, prep¨¢rense para el aburrimiento. Y eso es lo que ayer hubo en demas¨ªa en las Ventas, a pesar de que el morantismo militante, que es legi¨®n, se empe?a en ver en su imaginaci¨®n lo que la realidad le niega.
No era ayer el d¨ªa del genial torero sevillano. O no le gust¨® el toro. O vio en el tendido a Rafael de Paula, su antiguo apoderado, y el recuerdo le dio mal baj¨ªo, que todo puede ser en el mundo de los artistas. (Por cierto, es verdad que estuvo el torero de Jerez en el tendido, con algunos a?os y kilos de m¨¢s, una melena blanquecina, y torpe de movimientos, con la ayuda de una muleta -no la de torear- y el apoyo de un amigo).
Inv¨¢lido y chiquit¨ªn era el primero de Jos¨¦ Antonio, y lo recibi¨® con el capote arriba para que no se cayera el pobre m¨ªo. Mansito y sin fuerzas, lleg¨® a la muleta casi sin vida, y el torero, con cara de pocos amigos, y siempre precavido, le quit¨® las moscas de la cara, y se dispuso a matar. Bueno, a pinchar y lo hizo hasta siete veces antes de cobrar una estocada casi entera. Estaba claro que la sensaci¨®n de desgana primaba en el ¨¢nimo del torero.
El quinto, otro novillo, sali¨® con paso quedo, se detuvo en la puerta de chiqueros y, con la parsimonia de los artistas, baj¨® lentamente el hocico y oli¨® el piso. Por la cara que puso, no le gust¨®. Unos mantazos de Morante, tampoco. Es verdad, no obstante, que, muleta en mano se le vio con otro porte, como quien pretende justificarse. Y quedan en la retina dos derechazos hondos, de categor¨ªa, y un largo pase de pecho. Pero no hubo m¨¢s. La plaza entera empujaba al toro, pero a sus movimientos les faltaba la codicia necesaria.
Quedaba la sorpresa, ese quite en el sexto, con el que los tendidos so?aron antes de que Morante se perfilara. Una, dos ver¨®nicas con las manos bajas y el ment¨®n hundido, gracia perfumada del artista; otra m¨¢s, pero el animal renquea y desluce, y la media sin toro, porque hunde los pitones en la arena. Pero esa es la se?al para el morantismo militante de que hay que volver. Y habr¨¢ que hacerlo, qui¨¦n lo duda, y habr¨¢ que aguantar el poco esp¨ªritu de un artista que no est¨¢ inspirado a las siete y media de la tarde del 23 de mayo en Madrid, sino cuando las musas, caprichosas ellas, revolotean en esa cabeza llena de misterios y en esas mu?ecas l¨¢nguidas que, a veces, se llenan de vida esplendorosa. Pero, ayer, no hubo milagro. Ni los toros fueron artistas, ni el artista fue ese torero ilusionado que todos necesit¨¢bamos. Adi¨®s con el coraz¨®n, artista m¨ªo, y hasta el 6 de junio, que otra vez las espadas de la ilusi¨®n estar¨¢n prestas en todo lo alto.
Un solo quite, el de Morante en el sexto, es un corto bagaje para un cartel de post¨ªn. Entr¨® Talavante en sustituci¨®n de Cayetano y no justific¨® su contrato. Nada rese?able con el capote, y mucha superficialidad, mucho pico, y mucho toreo insulso con la muleta. Su primero no fue un toro, y, ya se sabe, si no hay toro, no hay emoci¨®n; y el segundo era un carret¨®n sin vida.
Y el tercero en discordia era un joven mexicano, Juan Pablo S¨¢nchez, con gusto y maneras artistas. Su primero, una birria; y el ¨²ltimo, un descastado bondadoso, al que mulete¨® con limpieza y sin emoci¨®n hasta que el animal se ech¨® por dos veces antes de entrar a matar. In¨¦dito el torero, aunque puso lo mejor de su parte.
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