El talento me salv¨® en Mauthausen
Un boxeador, un dibujante y un zapatero. Tres oficios distintos para tres hombres parecidos Unidos, 70 a?os atr¨¢s, por un objetivo: sobrevivir en los campos de exterminio nazis Gracias a su astucia, captaron el inter¨¦s de los crueles oficiales alemanes y lograron salvarse
Son tres supervivientes, que hoy viven en Francia, de entre los m¨¢s de 10.000 espa?oles que fueron deportados a los campos de concentraci¨®n y de los pocos que hoy quedan para contarlo. En sus casas, en sus salones, recuerdan aquellos aciagos d¨ªas y nos muestran sus recuerdos: fotograf¨ªas antiguas, documentos y textos.
Segundo Espallargas ¨Calias Paulino¨C fue boxeador en el campo de Mauthausen. Trabajaba duramente en la cantera y en comandos de carga y descarga de material pesado. Pero los fines de semana su vida cambiaba radical y peligrosamente. Los nazis montaban un cuadril¨¢tero y Paulino deb¨ªa boxear en un salvaje ring. Luchar y ganar o morir gaseado. Su garra le llev¨® a permanecer imbatido. As¨ª salv¨® su vida. Hoy, a sus 92 a?os, reside en las afueras de Par¨ªs.
Manuel Alfonso Ortells es dibujante. Comparti¨® barrac¨®n, tambi¨¦n en Mauthausen, con otros espa?oles, de entre los cuales recuerda a Eduardo Mu?oz, Lalo, gran amigo de Picasso. Le salv¨® la vida entrar a trabajar en la oficina para la construcci¨®n del campo y hacer alg¨²n dibujo pornogr¨¢fico a cambio de una raci¨®n de comida. Con 94 a?os, vive en Burdeos. All¨ª guarda su tesoro: una carpeta repleta de dibujos realizados con papel de los planos del campo.
Francisco Bernal era zapatero de profesi¨®n. Tener buenas manos para el calzado y hacer botas de buena calidad y resistencia le vali¨® la benevolencia de los kapos (presos convertidos en jefes de barrac¨®n o servicio) y SS de Mauthausen y Ebensee, dos de los campos donde estuvo preso. Ingenioso, luchador y solidario, recuerda situaciones inveros¨ªmiles. Tiene 93 a?os y vive en Par¨ªs.
Los tres tienen mucho en com¨²n. Son nonagenarios, viudos y adem¨¢s poseen una gran energ¨ªa y positividad como parte de su propia esencia. Conversar con ellos implica impregnarse de recuerdos tr¨¢gicos de la deportaci¨®n nazi, pero tambi¨¦n ofrecen una perspectiva art¨ªstica, con dosis de humor, iron¨ªa e incluso risotadas burlonas. Jam¨¢s regresaron a Espa?a para vivir.
Fueron muchos los presos de los campos: figuras pol¨ªticas, intelectuales, militares, resistentes o civiles, entre muchos otros an¨®nimos. Tambi¨¦n sufrieron futbolistas, boxeadores, dibujantes, pintores, cantantes, escritores y fot¨®grafos, entre otros oficios y profesiones. De entre los nombres que han recordado los mismos entrevistados habr¨ªa que citar, por ejemplo, al boxeador de peso pluma Lorenzo Vitri¨¤, el grafista Ramon Mil¨¤, el tenor Juan Vilat¨®, el futbolista Saturnino Navazo o el fot¨®grafo Francisco Boix, promotor de la sustracci¨®n de las fotograf¨ªas que sirvieron de testimonio de las matanzas.
Segundo Espallargas
El boxeador imbatido: Le llamaban Paulino. Alto, fuerte; su misi¨®n era ganar. Hoy, 70 a?os despu¨¦s, al entrar en su confortable sal¨®n, le vemos descansando en una butaca. Como un resorte, abre los ojos. Est¨¢ debilitado y muy sordo, pero todav¨ªa puede percibirse su complexi¨®n fuerte, brazos largos, manos grandes. Sus cabellos blancos le confieren cierto aire angelical, al que habr¨ªa que a?adir una suave sonrisa permanente.
Carmen, su hija mayor, y Nassima, su cuidadora, a la que adora, nos abren las puertas de la casa, donde el sol irrumpe con fuerza por las ventanas y puertas de un sal¨®n con numerosas fotograf¨ªas de Espallargas, un dibujo a l¨¢piz de dos hombres en combate y una pintura muy colorista con el rostro amoratado de un boxeador delante de un muro con un nombre: Mauthausen. El cuerpo de Espallargas est¨¢ cansado, pero su voz, aunque se agota pronto, sigue resonando fuerte. Medio en espa?ol, idioma algo olvidado con el paso de los a?os, medio en franc¨¦s, su lengua adoptiva, resume sonriente y reiteradamente: ¡°Ser boxeador me salv¨® en el campo. Yo me llamo Segundo, pero fue el comandante de Mauthausen el que me dio el nombre de Paulino porque admiraba mucho a un espa?ol que boxeaba en Alemania. Era muy bueno, se llamaba Paulino Uzcudun, campe¨®n de Espa?a y de Europa en peso pesado. Y claro, me llam¨® as¨ª cuando vio a un chico como yo, que ten¨ªa apenas 18 a?os, todo un chaval que boxeaba y ganaba siempre, ?siempre!¡±, r¨ªe y grita divertido. ¡°?S¨ª, s¨ª, ganaba siempre! La simpat¨ªa se multiplic¨® hacia el resto de los comandantes del campo, hacia el chef de barraca, hacia los otros prisioneros, a todos¡¡±, a?ade.
Segundo Espallargas Castro naci¨® un 3 de enero de 1920 en Albalate del Arzobispo, en la provincia de Teruel. Su nacimiento fue tan peculiar como espectacular: pesaba 7,5 kilos, algo sumamente excepcional como cuenta su hija, pues ven¨ªa gente desde lejos para ver al beb¨¦ y a su madre. Desde muy joven fue inscrito en cursos de gimnasia, y pronto, gracias a su complexi¨®n atl¨¦tica, se iniciar¨ªa en el mundo del boxeo, llegando a combatir en la categor¨ªa de peso pesado.
Su familia se dedicaba a la producci¨®n de aceite de oliva a gran escala desde dos generaciones atr¨¢s y lleg¨® a regentar varias f¨¢bricas en la regi¨®n. Su padre quiso que se ocupara de los camiones de la empresa, por lo que se convertir¨ªa en aprendiz de mec¨¢nico con menos de 13 a?os. Pero estall¨® la Guerra Civil y con solo 16 a?os quiso alistarse en el Ej¨¦rcito, llegando a ser teniente de la 162? Brigada Mixta del Ej¨¦rcito Popular Republicano. Su padre fue prisionero en Espa?a durante cinco a?os, y un hermano, fusilado. Al finalizar la guerra, se exili¨® a Francia, pero poco despu¨¦s comenz¨® la II Guerra Mundial y fue conducido a un campo de internamiento franc¨¦s. Cuando Francia entr¨® en guerra contra Alemania, Espallargas entr¨® en la 28? Compa?¨ªa de Trabajadores Extranjeros junto con otros espa?oles, trabajando a menudo en primera l¨ªnea para la construcci¨®n de fortificaciones. Pronto ser¨ªa hecho prisionero en la zona de los Vosges, comenzando as¨ª un largo periplo por los stalags alemanes (campos de prisioneros de guerra); finalmente, fue conducido a Mauthausen en enero de 1941, donde tambi¨¦n estuvo preso su t¨ªo.
Hoy a¨²n resuena en su cabeza el sonido del ring construido dentro de Mauthausen por el comandante del campo, quien disfrutaba viendo batirse a los prisioneros: ¡°?Montad el ring y llamad a Paulino!¡¯, gritaba Franz Ziereis, el comandante, cuando llegaba el fin de semana. ?l ordenaba y as¨ª se hac¨ªa. Yo iba y luchaba¡ Los SS apostaban por m¨ª. Yo ganaba, y eso me permiti¨® vivir¡±.
De combate en combate, a medida que iba venciendo, los prisioneros lo admiraban, los combatientes le tem¨ªan y los alemanes le respetaban. Pero a diario deb¨ªa trabajar duramente como todos los dem¨¢s deportados. Primero carg¨® piedras de casi 40 kilos en la cantera de granito del campo, algo que recuerda con absoluta nitidez por lo mal que vivi¨® durante ese tiempo: ¡°Mi estancia en la cantera fue terrible, cada d¨ªa ve¨ªa morir a muchos hombres, de cansancio, mordidos por los perros, a palos, aquello era un matadero¡ Lo peor era el conocido ¡®muro del paracaidista¡¯: desde arriba, los SS lanzaban a los jud¨ªos y otros deportados, que ca¨ªan al precipicio y se estrellaban abajo, en la cantera, donde est¨¢bamos nosotros subiendo piedras. Horrible. Hab¨ªa que calcular por d¨®nde pod¨ªan caer y evitarlos¡¡±.
Tras largos meses en este lugar, fue reclutado por un kapo para trabajar en un kommando (grupo de trabajo) de carga y descarga de mercanc¨ªas pesadas en la estaci¨®n de Panof. Segundo Espallargas cargaba todo tipo de materiales, especialmente piedra, ladrillos y granito, por lo que quienes all¨ª trabajaban deb¨ªan estar fornidos para sobrevivir. Finalmente le permitieron pasar a las cocinas, donde deb¨ªa poner carb¨®n en las calderas, en el subsuelo.
Paulino med¨ªa algo m¨¢s de 1,80 y era un hombre musculado. Cuenta que con el paso del tiempo, y a ra¨ªz de sus combates imbatidos, lleg¨® a tener el supremo privilegio de escoger a algunos de sus adversarios. Era un hombre atrevido: quer¨ªa luchar contra los kapos m¨¢s crueles con los espa?oles, pegarles lo m¨¢s fuerte posible y vengar as¨ª a los compa?eros condenados.
Nuestro boxeador a¨²n recuerda a sus amigos del campo. All¨ª conoci¨® a Georges Gardebois, apodado Kiki, p¨²gil y campe¨®n franc¨¦s, nacido en Par¨ªs en 1907 y deportado a Mauthausen en abril de 1944. Tambi¨¦n a Michel Riquet, miembro de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, arrestado por la Gestapo en 1944 por participar en la Resistencia. Fue conducido a Mauthausen y, despu¨¦s, deportado a Dachau. Tras la liberaci¨®n, imparti¨® conferencias en la Notre Dame de Par¨ªs y se mantuvo muy activo en la divulgaci¨®n de lo ocurrido.
Tras la liberaci¨®n del campo, el 5 de mayo de 1945, Segundo Espallargas sigui¨® boxeando profesionalmente en Francia como Paulino en categor¨ªa de peso pesado.
El retorno no fue f¨¢cil; para nadie. Pero el car¨¢cter afable y abierto de Paulino le permiti¨® compaginar el boxeo con su otra profesi¨®n de mec¨¢nico electricista. As¨ª se le abrieron las puertas del mundo laboral en Francia. Residi¨® en Par¨ªs, Pau y Troyes, donde conoci¨® a su esposa, y tuvo cinco hijos.
¡°Yo siempre he tenido una salud de oro, pero ahora¡, bromea, mientras se acerca su enfermera para tomarle la tensi¨®n arterial. Luego nos mira a los que estamos en la sala, sonr¨ªe y concluye: Tengo una tensi¨®n baja, muy buena, de ni?o, como siempre he sido, un buen chico¡¡±.
Manuel Alfonso Ortells
Hacer planos y dibujos pornogr¨¢ficos: Nacido en 1918, este nonagenario ofrece desde las primeras conversaciones por tel¨¦fono la impresi¨®n de un hombre inquieto con muchas ganas de contar su experiencia en los campos nazis. Est¨¢ en silla de ruedas, pero se levanta para abrirnos la puerta de su domicilio de Burdeos. Lleva boina, grandes gafas de leer y una muleta a la que se agarra fuertemente.
Manuel Alfonso Ortells posee un esp¨ªritu positivo incluso al recordar los acontecimientos m¨¢s tr¨¢gicos. Es generoso, divertido, nervioso, tal como transmite en su libro autobiogr¨¢fico De Barcelona a Mauthausen. Diez a?os de mi vida, que me firma con una bonita graf¨ªa. Lo escribi¨® en 1984, como ¨¦l dice, de memoria y sin haber le¨ªdo apenas las experiencias de otros deportados. Antes de conseguir un editor, hizo 60 ejemplares de forma artesanal, a base de fotocopias, para sus hijos, amigos y archivos; todos eran diferentes. Durante la entrevista va comentando las fotograf¨ªas, dibujos y pinturas de su carpeta, algunos realizados en el propio campo de Mauthausen.
Desde ni?o le apasionaban las im¨¢genes de la revista TBO, por lo que estudi¨® dibujo en la escuela de cer¨¢mica de Onda (Castell¨®n). Al estallar la Guerra Civil se alist¨® voluntario en la m¨ªtica Columna Durruti, estuvo en el frente de Arag¨®n; a los pocos meses fue nombrado sargento y en una contienda fue ametrallado cerca de la frontera. Logr¨® escapar hasta Francia, donde pisar¨ªa diversos campos franceses y se enrolar¨ªa en compa?¨ªas de trabajadores extranjeros. En uno de ellos, en Septfonts, consigui¨® comprar clandestinamente, si as¨ª puede decirse, un l¨¢piz, un cuaderno para dibujo y papel de escribir para enviar cartas a su madre. Esos fueron entonces sus tesoros m¨¢s queridos.
Los bombardeos se intensificaron, Par¨ªs cay¨® en junio de 1940 y P¨¦tain firm¨® el armisticio con Alemania. Ortells fue capturado por el Ej¨¦rcito alem¨¢n en St. Di¨¦ (Vosges) y trasladado al Stalag XI B, donde dibuj¨® una copia a l¨¢piz de una fotograf¨ªa de su madre, la misma que consigui¨® esconder en el campo de Mauthausen burlando la vigilancia nazi y que muestra ahora con orgullo en su casa.
¡°Cuando llegamos en tren ¨¦ramos muchos, unos 800, ?y no sab¨ªan qu¨¦ hacer con todos nosotros! Nos pusieron en una barraca con todas las pertenencias. Aprovech¨¦ y escond¨ª cosas, l¨¢pices, papel, fotos, el dibujo del retrato de mi madre, todo r¨¢pido, r¨¢pido¡ en el colch¨®n. No nos registraron hasta el d¨ªa siguiente, cosa muy rara. Ese dibujo estuvo conmigo hasta la liberaci¨®n, escondido como se pod¨ªa, debajo de las axilas durante la inspecci¨®n de barracones¡¡±.
El dibujo le salv¨® la vida, repite constantemente. Su afici¨®n a dibujar y a firmar con un peque?o p¨¢jaro, s¨ªmbolo de sus ansias de libertad, fue decisiva para que le apodaran El Pajarito. Con su astucia, se fue ganando poco a poco la confianza de sus superiores, llegando a realizar caricaturas de sus compa?eros y postales de Navidad, y a lograr en alguna ocasi¨®n una raci¨®n extra de comida a cambio de dibujos pornogr¨¢ficos.
Durante unos cinco meses trabaj¨® hasta el l¨ªmite de sus fuerzas en el comando Strassenbau, dedicado a la construcci¨®n de la carretera de Mauthausen. Hambre, trabajo y fr¨ªo, mucho fr¨ªo, en invierno. De repente, en mayo de 1941, le reclamaron en el baub¨¹ro, la oficina de los ingenieros y arquitectos donde se hac¨ªan los planos para la construcci¨®n del campo. Le hicieron una prueba, la super¨® y all¨ª trabaj¨® hasta el d¨ªa de la liberaci¨®n. ¡°Hab¨ªa presos arquitectos que eran polacos, checos, yugoslavos, belgas, alg¨²n franc¨¦s; el kapo era alem¨¢n, y hab¨ªa cuatro espa?oles: Mu?oz, artista y pintor valenciano; P¨¦rez, joven madrile?o delineante, y otros dos que eran ordenanzas de los SS. Incluso vi alguna vez por all¨ª durante cierto tiempo a un buen pintor jud¨ªo ruso, Smolianoff, que fue el grabador que falsific¨®, por cuenta de los nazis, papel moneda ingl¨¦s¡±. En el campo tambi¨¦n conoci¨® a Otto Peltzer, atleta alem¨¢n ganador de los 800 metros en los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles en 1932. Estaba preso en Mauthausen por ser homosexual e ir contra la ideolog¨ªa nazi.
A continuaci¨®n extrae una postal pintada por el gran pintor Eduardo Mu?oz, Lalo, del que dice: ¡°?l era el maestro y yo el aprendiz. Era muy buen hombre y muy amigo m¨ªo. En el baub¨¹ro ¨¦l era el artista y yo el delineante¡±. Aquel dibujo caricaturizado estaba dedicado a Ortells y lo representaba como un gran p¨¢jaro encima de una higuera atado con una bola de preso. Seg¨²n Mu?oz, la higuera significaba que estaba en la Luna.
Pronto presenci¨® otro acontecimiento que le impactar¨ªa y que reflejar¨ªa en uno de sus dibujos m¨¢s crudos y coloridos. En la cantera, unos jud¨ªos holandeses est¨¢n subiendo los 186 escalones aupando una camilla con sus compa?eros muertos y ensangrentados. ¡°Yo vi a este equipo de presos que dibuj¨¦ trasladando a sus muertos con los brazos colgando y las escaleras con rastros de sangre de otros que tambi¨¦n murieron¡±.
Lo dice mientras ense?a su dibujo Solidaridad, en el que refleja la ayuda de un deportado con traje de rayas a otro preso sin fuerzas para sostenerse en pie. La Federaci¨®n Espa?ola de Deportados e Internados Pol¨ªticos (FEDIP), creada en 1945 y disuelta hacia el a?o 2000, lleg¨® a estampar dicho dibujo en formato de sello de correos.
Tras la liberaci¨®n, Ortells se instal¨® en Burdeos; no pudo dedicarse profesionalmente al dibujo, pero algunos sirvieron para ilustrar libros. Conoci¨® a su esposa, Natividad Eguiluz, con la que se cas¨® en 1949 y tuvo descendencia. Antes de cerrar su ¨¢lbum de recuerdos, Ortells extrae un ¨²ltimo dibujo, el que se hizo a s¨ª mismo en Burdeos. Sentado encima de una tortuga como transporte, sigue una flecha que indica el camino a Espa?a. Riendo explica: ¡°Claro, me dibuj¨¦ a m¨ª mismo as¨ª, como quien no ten¨ªa prisa alguna para regresar, a paso de tortuga¡±.
Francisco Bernal
El Zapatero apodado 'Gandhi': Naci¨® en 1919, pero lo declararon en junio de 1920. Aprendi¨® el oficio de zapatero en su Zaragoza natal; era bueno, muy bueno como ¨¦l mismo ratifica, y, sobre todo, muy ingenioso. Esto fue lo que le salv¨® la vida en los campos. As¨ª lo cuenta en su casa de Par¨ªs, con una gorra que nunca se quita.
Su padre, de Garrapinillos (Zaragoza), campesino de remolacha y m¨¢s tarde alba?il, era un hombre estricto para mantener la disciplina en una casa con 10 integrantes en la familia, abuela incluida. Fue all¨ª donde Bernal aprendi¨® a trabajar los zapatos durante m¨¢s de tres a?os y medio.
Tras algunos lapsus de memoria, tiempo y vivencias durante una conversaci¨®n que dura horas, lo que Bernal recuerda mejor es a partir de su arresto, en junio de 1940, en Francia, donde se hab¨ªa exiliado. Fue conducido al Stalag VII A de Moosburg, donde permaneci¨® 14 meses y trabaj¨® en la zapater¨ªa: ¡°Hab¨ªa bastantes polacos, que nos ten¨ªan man¨ªa y dec¨ªan de los espa?oles: ¡®Ateo, caput¡¯. Yo les dec¨ªa que hab¨ªa hecho la primera comuni¨®n, igual que ellos¡¡±.
En este stalag capt¨® la atenci¨®n de los SS al hacer funcionar a la perfecci¨®n una herramienta para trabajar y lijar las suelas de botas y zapatos. Los alemanes ten¨ªan una m¨¢quina de este tipo, pero solo ¨¦l sab¨ªa manejarla. As¨ª se gan¨® el respeto de los SS.
En septiembre de 1941, Bernal y muchos presos m¨¢s fueron subidos a un tren de ganado maloliente bajo la consigna de que los trasladaban a Francia. ¡°Nos enga?aron. El viaje dur¨® 35 horas. Un compa?ero que miraba a trav¨¦s de la peque?a rendija del vag¨®n dijo: ¡®Me parece que, en vez del para¨ªso terrenal, vamos al infierno porque nos esperan los SS con una calavera en la solapa de los uniformes y llevan cuatro perros lobos¡±. Los recibi¨® Bachmayer, el jefe del campo. ¡°Cuando llegamos los primeros espa?oles, dijeron: ¡®Los abogados, que levanten la mano¡¡¯. Nadie. ¡®Los b¨¦licos, que levanten la mano¡¡¯. Uno. ¡®M¨¦dicos¡¡¯. Alguno. ¡®Y ahora, alba?iles y carpinteros¡¡¯. Casi todos. ¡®?Pero qui¨¦n es esta gente que me han tra¨ªdo aqu¨ª!¡¯. Delante de la masa proletaria, estaba muy cabreado¡±.
Para levantar la moral en Mauthausen, Bachmayer permiti¨® que los presos que tuvieran a¨²n fuerzas disfrutaran, solo los domingos por la tarde, de tiempo destinado al ocio, si es que as¨ª puede denominarse. Representaciones teatrales, f¨²tbol, boxeo y m¨²sica. Los SS solo quer¨ªan diversi¨®n. Defraudarles significar¨ªa la muerte inmediata. Para el teatro utilizaron el barrac¨®n que serv¨ªa de cine a los nazis. Fue en 1942 cuando Bernal propuso representar una corrida de toros. As¨ª la recuerda: ¡°A m¨ª me dieron el papel de ingl¨¦s, quiz¨¢ por lo alto y delgado. Me vistieron como tal: me sent¨ªa muy raro, con pantalones arremangados, un sombrero de caza y una c¨¢mara de cart¨®n¡ Yo ten¨ªa que tirarme al ruedo y hacer como que filmaba. Con una bicicleta y una manta simularon el toro con los cuernos. La obra tuvo ¨¦xito; los alemanes se rieron mucho¡±. Por su f¨ªsico, a Francisco le apodaron Gandhi.
Tras Mauthausen, Bernal estuvo en el campo de Redl-Zipf y, finalmente, en 1943, en Ebensee, ubicado a unos 90 kil¨®metros al sur de Linz, en Austria; un lugar que acogi¨® un enorme complejo industrial subterr¨¢neo donde se fabricaron armas y municiones. Tambi¨¦n fue planta de montaje del conocido Messerschmitt ME 262, el primer avi¨®n de combate a reacci¨®n. All¨ª murieron 9.000 hombres de un total de casi 20.000 que trabajaron en p¨¦simas condiciones a 30 grados bajo cero y mal alimentados. ¡°El invierno en Ebensee era muy fr¨ªo. Los presos iban a los t¨²neles y trabajaban muy duro sin apenas comida. Los que est¨¢bamos entonces fuera de las obras, como yo, que era el zapatero del campo, el relojero y pocos m¨¢s, repart¨ªamos las sopas de mediod¨ªa, un pan para varios y un poco de margarina¡±. Francisco, de 1,85 metros, lleg¨® a pesar menos de 48 kilos.
¡°En Ebensee hab¨ªa un comandante de las SS terrible¡±, recuerda Bernal. ¡°Un d¨ªa mat¨® a tiros a 31 presos, entre ellos un espa?ol. Por capricho, solo por capricho. Siempre estaba pase¨¢ndose con el l¨¢tigo en la mano, una trenza de cuero que llevaba en el centro una varilla fina de acero flexible. Como yo era el zapatero, lo tuve en mis manos varias veces para arreglarlo¡±. El 5 de mayo de 1945 fue liberado. Solo regres¨® a Zaragoza a visitar a su madre enferma.
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