Un fantasma vuelve a recorrer Europa
Una edici¨®n del 'Manifiesto comunista' ilustrada por Fernando Vicente triunfa en la Feria del Libro empujada por la incertidumbre de la crisis
Una edici¨®n del Manifiesto comunista bellamente ilustrada por Fernando Vicente, y publicada por una peque?a editorial, N¨®rdica, se ha convertido en ¨¦xito de ventas durante la Feria del Libro de Madrid. En circunstancias diferentes de las actuales, tal vez bastar¨ªa buscar la explicaci¨®n en los innumerables caprichos que, de acuerdo con los editores, deciden la suerte de los miles de t¨ªtulos que aparecen cada a?o. La crisis, en cambio, sugiere indagar en otra direcci¨®n: aparte de entender lo que est¨¢ pasando, parecer¨ªa que los lectores quieren saber si existen alternativas y en qu¨¦ consisten.
Los panfletos de la indignaci¨®n, siempre con sus t¨ªtulos conminatorios, habr¨ªan cubierto ese espacio desde que estall¨® la crisis y la respuesta de los Gobiernos se ajust¨® de forma un¨¢nime, e imperativa, a los programas defendidos por los partidos conservadores en tiempos de bonanza. Puesto que Marx y Engels redactaron una enmienda a la totalidad del sistema capitalista hoy de nuevo en crisis, puede que detr¨¢s del inesperado ¨¦xito de la reedici¨®n del Manifiesto comunista se encuentre cuando menos la curiosidad de revisar esa enmienda y dilucidar en qu¨¦ aspectos podr¨ªa seguir vigente y constituir una esperanza para unos pa¨ªses que est¨¢n perdiendo casi todas.
El segundo congreso de la Liga Comunista, celebrado en noviembre de 1847 en Londres, encarg¨® la redacci¨®n de un programa de acci¨®n a Marx y Engels, quienes lo dieron a la imprenta en febrero del siguiente a?o. Las ediciones y traducciones se multiplicaron a un ritmo vertiginoso desde entonces, algunas tan singulares como la de Bakunin al ruso en 1860, y los autores no dejaron de congratularse en cada nuevo pr¨®logo de los muchos que redactaron para presentar el Manifiesto. ¡°Me veo, por desgracia, en la obligaci¨®n de firmar solo el pr¨®logo a la presente edici¨®n alemana¡±, escribe Engels en 1883, fecha en la que se produce en sutil punto de inflexi¨®n, ¡°Marx, el hombre al que la clase obrera de Europa y de Am¨¦rica, considerada globalmente, debe m¨¢s que a cualquier otro, Marx reposa en el cementerio de Highgate y sobre su tumba crece ya la primera hierba¡±.
A partir de 1883, Engels desea que ¡°figure en el frontispicio del propio Manifiesto¡± el reconocimiento de que pertenece a Marx, de que es una intuci¨®n ¡°¨²nica y exclusivamente suya¡±, la idea de que ¡°la historia entera ha sido una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominadoras y dominadas¡±. M¨¢s all¨¢ del tributo personal al amigo, Engels viene a decir en ese pr¨®logo que, como se?al¨® todav¨ªa junto a Marx en el de 1872, el Manifiesto deb¨ªa entenderse como un documento hist¨®rico m¨¢s que como un programa pol¨ªtico. Si en 1872 los autores hablaban de la necesidad de correcciones para ponerlo al d¨ªa, una d¨¦cada m¨¢s tarde Engels, muerto Marx, da a entender que no se cree legitimado para introducirlas por su cuenta.
La condici¨®n de documento hist¨®rico que adquiere el Manifiesto a partir de 1883 le priva sin duda de su eficacia como programa pol¨ªtico, pero le concede, en contrapartida, el atributo necesario para su ¨¦xito, la intemporalidad. El atributo suficiente derivar¨¢ del g¨¦nero literario al que subrepticiamente se inscribe, y que es el de los relatos escatol¨®gicos para explicar el devenir del mundo. A partir de esa intuici¨®n que Engels reconoce como ¡°¨²nica y exclusivamente¡± de Marx, los fundadores del socialismo cient¨ªfico redactan en apenas un centenar de p¨¢ginas una gigantomaquia en la que el papel eterno de los explotadores y los dominadores es interpretado por el personaje de la burgues¨ªa, a la que se le opone en el papel de los explotados y los dominados, tambi¨¦n eterno, el del proletariado.
A lo largo del Manifiesto se asiste entonces a las vicisitudes excepcionalmente bien narradas de un enfrentamiento ancestral, que evoca por momentos las del Gilgamesh y Enkidu babilonios o las de los ¨¢ngeles b¨ªblicos y sus espadas de fuego. Los hallazgos literarios del Manifiesto son tan abundantes como en los mejores poemas ¨¦picos de la antig¨¹edad, como cuando Marx y Engels hablan del comunismo como ¡°un fantasma que recorre Europa¡± o describen la crueldad que entonces imperaba en las relaciones de trabajo, igual que sigue imperando ahora, como ¡°aguas heladas del c¨¢lculo ego¨ªsta¡±. Al igual que sucede con las obras que el transcurso del tiempo ha consagrado como cl¨¢sicas, qu¨¦ cerca y al mismo tiempo qu¨¦ lejos de lo que dicen se encuentran los lectores de las sucesivas ¨¦pocas.
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