Edward Hopper: el cine tambi¨¦n es usted. Y la soledad
La primera vez que observ¨¦ en un cat¨¢logo las pinturas de Edward Hopper sent¨ª que ya conoc¨ªa ese universo, esa luz, esa atm¨®sfera, esos paisajes, ese misterio, ese estado de ¨¢nimo
El primer contacto con algunos pintores que se van a incrustar en tu retina y en tu alma para el resto de tu existencia se lo debo al cine. Descubr¨ª en la ni?ez a Van Gogh con el rostro anguloso, el hoyuelo en la barbilla, la mirada febril y el cabello te?ido de Kirk Douglas en El loco del pelo rojo. Las figuras en descomposici¨®n retorcidas por el sufrimiento, monstruosas, de Francis Bacon, acompa?adas por el sonido desgarrado, l¨ªrico y tr¨ªgico de Gato Barbieri, en los t¨ªtulos de cr¨¦dito al comienzo de ?ltimo tango en Par¨ªs.
Pero la primera y conmocionante vez que observ¨¦ en un cat¨¢logo, en una reproducci¨®n o en un libro, las pinturas de Edward Hopper sent¨ª que ya conoc¨ªa ese universo, esa luz, esa atm¨®sfera, esos paisajes, ese misterio, ese estado de ¨¢nimo. Me lo hab¨ªa mostrado el cine en muchas ocasiones. Pretenciosa o suavemente, de forma ostentosa o sutil, cont¨¢ndome historias tristes y desasosegantes, de imposible final feliz, habl¨¢ndome de soledades y del silencio, de ambientes, actitudes y sentimientos familiarizados con la desolaci¨®n y resignados ante ella. Lo que no pod¨ªa imaginar es que esos directores, guionistas, iluminadores y fot¨®grafos hab¨ªan mamado del intransferible mundo de un pintor genial. Incluso me atrever¨¦ a afirmar que hay una m¨²sica, mayoritariamente de jazz, que tambi¨¦n suena a Hopper. En baladas de Coltrane, de Miles Davis, de Gerry Mulligan y de Stan Getz, en la voz susurrante y fantasmal del ya desdentado y desahuciado yonqui Chet Baker, tal vez en los pianos de Monk y de Evans. Es un mundo tr¨¢gico y a la vez hermoso. De almas perdidas. Tambi¨¦n puede dar miedo esa tristeza, ese mutismo, esas miradas perdidas. Es peligrosa la excesiva identificaci¨®n emocional con Hopper. Pero es maravilloso para lamerse las heridas demasiado profundas, las que no puedes, ni sabes, ni quieres comunicar a nadie. Ocurre no solo observando esos seres vivos que parecen muertos. Tambi¨¦n con los paisajes, las gasolineras, los moteles, los puentes, las casas, los teatros, los cines.
Alguien me concede el privilegio de poder acceder a la exposici¨®n de Hopper cuando a¨²n la est¨¢n montando en el museo Thyssen, con algunos cuadros que todav¨ªa no han sido expuestos y de los que solo ves su fotograf¨ªa, en un espacio casi desierto que parece milagroso, sin prisas ni colas, para ti solo, acompa?ado de la explicaci¨®n, los datos y la narrativa magistral de Tom¨¢s Llorens, un hombre tranquilo y profundamente educado que parece saber infinitas cosas del pintor y de su expresividad.
Y, por supuesto, husmeo cargado de ilusi¨®n y adrenalina buscando ese cuadro que amamos los que hemos vivido apasionada o irremediablemente la noche, los bares, cierta literatura y el gran cine estadounidense. Es Nighthawks. Pero no han permitido viajar a los fascinantes halcones de la noche. Permanecen en su obligado y fijo hogar de Chicago. Ser¨¢ la primera visita que haga al pisar esa ciudad el pr¨®ximo mes. Y despu¨¦s observar¨¦ su arquitectura, intentar¨¦ escuchar el mejor blues. Pero ante todo, mirar y sentir de cerca a esos mitol¨®gicos halcones que toman copas o beben caf¨¦ en silencio, concentrados en s¨ª mismos o en sus recuerdos, arropados por esa luz m¨¢gica.
Pero s¨ª est¨¢n muchas de sus desoladas mujeres (casi siempre utiliz¨® a su esposa como modelo), desnudas o vestidas, acompa?adas por hombres (aunque no les sirva de mucho) o solas, mirando nadie sabe qu¨¦ por la ventana o simplemente el vac¨ªo, en sus casas, en el p¨®rtico, en hoteles sombr¨ªos, en caf¨¦s, en teatros, con alguna maleta cerca. ?Acaban de llegar o van a irse? ?De d¨®nde vienen? ?Qu¨¦ ha ocurrido en su vida? ?Qu¨¦ piensan, qu¨¦ sienten, qu¨¦ recuerdan? ?Han amado, se han sentido amadas alguna vez? ?Han conocido la p¨¦rdida, la traici¨®n o el abandono? ?O solo est¨¢n abrumadas por el fardo gris¨¢ceo que impone la vida? Seguro que tienen pasado, pero ?existe para ellas el presente, poseen futuro?
Salgo en estado de flotaci¨®n del museo. Tambi¨¦n emocionado. Pregunt¨¢ndome por la relaci¨®n ¨ªntima que has establecido ancestralmente con algunos pintores. Los comprendes, te hipnotizan, los sientes y te sirven en cualquier ¨¦poca de tu vida. Es un amor a perpetuidad.
Babelia
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