Documenta 13: pol¨ªtica y optimista
La muestra de arte se extiende por toda la ciudad alemana y traspasa sus fronteras hasta Kabul, Alexandr¨ªa, El Cairo y Banff
Como ocurre cada cinco a?os, documenta acaba de abrir sus puertas en Kassel para, seg¨²n se comenta con frecuencia en el mundo del arte, ofrecer un panorama privilegiado de lo que est¨¢ pasando e incluso anticipar lo que va a pasar en el futuro pr¨®ximo. De hecho, algunas de las documentas m¨¢s memorables se recuerdan a¨²n como esos hitos que dejaron constancia de lo que despu¨¦s se impondr¨ªa como lugar com¨²n y hasta f¨®rmula reiterada. En esta documenta 13, que tiene como directora art¨ªstica a Carolyn Christov-Bakargiev y como segunda responsable a Chus Mart¨ªnez, la ¨²nica espa?ola con tan alta implicaci¨®n en este prestigioso acontecimiento adem¨¢s de Octavio Zaya ¡ªuno de los comisarios de la edici¨®n 11¡ª , se ha optado por una visi¨®n muy particular as¨ª que, casi seguro, ser¨¢ otra documenta recordada.
No s¨¦ si tendr¨¢ algo que ver que las dos personas al mando son mujeres -aunque la cronolog¨ªa que ofrece el cat¨¢logo y que empieza por Safo y el nombre de Griselda Pollock y Donna Haraway entre los participantes hace pensar que s¨ª-, pero lo cierto es que han sido capaces de crear un relato inesperado dentro de las modas a veces excesivamente obsesionadas con ¡°lo documental¡± como ¨²nica f¨®rmula de ¡°lo pol¨ªtico¡±. De hecho, documenta 13 es a ratos muy sensual en sus propuestas, llena que obras que apelan a los sentidos y hasta con abundantes pinturas o dibujos y esculturas entendidas a la manera cl¨¢sica y, al tiempo, tiene algo radical a cada paso, proponiendo una mirada que reta a lo impuesto y lo subvierte en sus puntos de partida. Esa es una de las caracter¨ªsticas m¨¢s notables de la propuesta: dar una significaci¨®n diferente al concepto ¡°pol¨ªtico¡± que en este caso ha dejado de ser dogm¨¢tico, unidireccional y se ha convertido en un juego extendido, una pregunta siempre abierta, un n¨²cleo que se expande y toma la cuidad entera ¡ªla antigua estaci¨®n, el gran parque, los viejos bunker de la guerra...¡ª , literalmente hablando. De hecho, adem¨¢s de los lugares tradicionales donde la documenta se muestra ¨Clas salas de exposici¨®n y los principales museos-, en la actual documenta el evento se ha extendido por parajes perif¨¦ricos, a veces incluso apartados, que el visitante debe perseguir y que, de no ser por lo que se propone desde la organizaci¨®n, ni siquiera visitar¨ªa. Se podr¨ªa incluso decir que no s¨®lo es posible hacerse una documenta a la carta, en la cual cada uno construye su propio recorrido y hasta elige a sus artistas, sino que el recorrido inverso al esperado -empezar por el Fridericianum y el documenta-Halle-, el paseo que comienza en la periferia y termina en el centro, es una f¨®rmula eficaz para comprender las estrategias de representaci¨®n de la propuesta y, sobre todo, para notar ese juego sutil de relaciones que van tejiendo entre obras en apariencia antit¨¦ticas.
Y es que hay muchas formas de ser pol¨ªtico, formas inesperadas que tal vez se relacionan con esta nueva era que se abre a¨²n incierta, pero que poco a poco va a dictar unas nuevas reglas del juego. Se trata en esta documenta de un campo expandido que vuelve los ojos hacia el tiempo de una manera muy particular: tiempo que toman las cosas para ocurrir, tiempo detenido, tiempo que requieren ciertas formas de arte, tiempo como fue el tiempo en otros momentos hist¨®ricos. Y tiempo que se exige al espectador que no puede pasar r¨¢pido por los trabajos, como en algunas escenograf¨ªas al uso, sino que tiene que esforzarse en encontrar y reconocer; en mirar y reflexionar. Nada de satisfacci¨®n inmediata, aunque tampoco un esfuerzo exclusivo de an¨¢lisis a la hora de afrontar las obras. Si es verdad que los trabajos mostrados nos seducen y nos envuelven y apelan a nuestros sentidos, a nuestra pasi¨®n por el relato, no es menos cierto que tambalean la mirada complaciente, la que exige verlo todo r¨¢pido y pasar a la siguiente experiencia ¨Ceso tambi¨¦n es una forma de mirada pol¨ªtica.
Aunque no solo: si la documenta 13 se expande por toda la ciudad, Kassel se abre al mundo, geogr¨¢fica y simb¨®licamente, a trav¨¦s de Kabul, Alexandr¨ªa, El Cairo y Banff, donde se han organizado y se van a organizar algunas actividades antes y durante del evento ¨Cen la propia ciudad alemana se propone un amplio programa, por cierto, bajo el revelador t¨ªtulo Quiz¨¢s . Esa mirada prendida en lo ex-c¨¦ntrico ¨Cdesde Kabul o El Cairo, hasta las partes alejadas de las calles principales- es la misma que ha sido capaz de recuperar a mujeres artistas olvidadas por la historia ¨CMar¨ªa Martins o Emily Carr, entre otras-; o formas excluidas por ¡°el gran arte¡± , como los tapices de Hannah Ryggan contestada por la monumental propuesta de Goshka Macuga, que ocupa brillante la rotonda del Fridericiamun. Princesas bactrianas de piedra ¨Cinesperadas y maravillosas- o cer¨¢micas de Antoni Cumella ¨Cuno de los artistas espa?oles presentes, adem¨¢s de Dora Garc¨ªa, el joven cineasta Albert Serra, Julio Gonz¨¢lez y Dal¨ª, sobre el cual escribe Ignacio Vidal-Folch-, vuelven a poner de manifiesto ese campo expandido que se mencionaba y que se mezcla en la sala con las botellas pintadas de Morandi y con Lee Miller y los artefactos duchampianos.
Se trata, pues, de un proyecto serio y ambicioso, pero sobre todo optimista pese a abordar muchos trabajos los problemas y conflictos actuales; un proyecto lleno de fuerza en la mayor parte de las propuestas presentadas, un poco un modo de exorcizar los tiempos tristes que vivimos y un buen augurio para el futuro ¨Cqui¨¦n sabe. Hay sorpresas deslumbrantes como El rechazo del tiempo del siempre inteligente William Kentridge; o el video-paseo de Janet Cardiff y Georges Bures Miller, que toman la propia estaci¨®n para transformar las sensaciones de los espectadores de la forma sutil en la cual suelen trabajar. La propuesta delicada de Tacita Dean, el maxi-collage ir¨®nico de Geoffry Farmer a partir de viejas revistas, la cr¨ªtica colonial de Kader Attia, la sutil biblioteca formada por libros de madera de Mark Dio, se combinan con el perspicaz Francis Alys, el radical¨ªsimo Tino Sehgal, la monumentalidad de Lara Favaretto, el relato excelente de Clemens von Wedemeyer o la propuesta de terapia, a medio caminos entre Jung y los chamanes y que exige al visitante implicarse, de Pedro Reyes, quien comparte el espacio del parque con Joan Jonas o Trockel, entre otros casi cincuenta artistas que se presentan en este ¨¢rea de la ciudad. En el propio parque sorprende el trabajo de Anna Maria Maiolino, que atrapa a la naturaleza en una casa, y la casi antit¨¦tica propuesta, la obra increibles de Pierre Huygue, quien ha reconstruido, piedra a piedra, incluso las huellas de un cami¨®n en el barro, un paraje que crea la sensaci¨®n de abandonado y destruido y que exige un mantenimiento constante ¨Cqu¨¦ complejo mantener el orden en un caos programado.
A largo del verano se llevar¨¢n a cabo algunas residencia del escritores, a la cuales est¨¢ invitado Enrique Vila-Matas. Los escritores se sentar¨¢n a trabajar en el restaurante Dschingis Khan de la ciudad y, dicen las responsables, este set inhabitual ayudar¨¢ a explorar las posibilidades de la privacidad en un espacio p¨²blico. Aunque, se me ocurre de pronto, si no se trata quiz¨¢s de esa exploraci¨®n del tiempo como fue antes, el tiempo eterno de la cer¨¢mica y las princesas bactrianas ¨Cal fin y al cabo no hace tantos los escritores trabajaban en la mesa de un caf¨¦.
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