As¨ª naci¨® el vibrador
La directora Tanya Wexler mezcla realidad y ficci¨®n en ¡®Hysteria¡¯, una comedia sobre c¨®mo se ide¨® el consolador
Para ser un pintalabios, tal vez fuera algo largo. Pero al electricista le hab¨ªa gustado. De hecho, quer¨ªa regal¨¢rselo a su hija. Lo que no le convenc¨ªa era el color. As¨ª que fue a hablar con la directora, Tanya Wexler, que hab¨ªa tenido el mismo detalle con todo el reparto, para pedirle un cambio. ¡°?No lo tendr¨ªais rosa?¡±, le pregunt¨®. Wexler se qued¨® algo sorprendida. ¡°?Te has le¨ªdo el guion?¡±, le contest¨®. Resulta que no. De hacerlo, el hombre habr¨ªa descubierto que Hysteria, la pel¨ªcula en la que trabajaba y que se estrena hoy en Espa?a, no narraba el invento del pintalabios, sino del vibrador.
En el Londres victoriano de 1880 el doctor Mortimer Granville (Hugh Dancy) se dedica a aplacar las tensiones de las mujeres a las que se les diagnostica la histeria. Su trabajo consiste, b¨¢sicamente, en masajear las partes ¨ªntimas de las pacientes hasta provocarles la cura ¨Ces decir, el orgasmo-. Pero a fuerza de sanear se?oras Granville acaba destrozando su mano milagrosa. Y en busca de una soluci¨®n que le conceda alivio, el hombre da con una placentera herramienta mec¨¢nica.
¡°Es una comedia rom¨¢ntica sobre el invento del vibrador en la ¨¦poca victoriana¡±, resume Hysteria su directora (Chicago, 1970). Y es, como se anuncia al principio del filme, una historia a medias entre realidad y ficci¨®n. ¡°Son aut¨¦nticos el contexto m¨¦dico, la escenograf¨ªa y el doctor. Es cierto tambi¨¦n que el consolador fue inventado por un hombre que ten¨ªa la mano cansada. Sin embargo ¨¦l ide¨® un objeto para masajear la musculatura, luego varios m¨¦dicos fueron perfeccion¨¢ndolo. Y la parte de comedia tambi¨¦n es ficticia¡±, aclara Wexler.
Fruto de su imaginaci¨®n es adem¨¢s la otra protagonista del filme, Charlotte, una joven que lucha por la igualdad de g¨¦nero, interpretada por Maggie Gyllenhaal. ¡°Es una feminista en el sentido mejor de la palabra. Reivindica que las mujeres inviertan en su talento, en vez de perder el tiempo en debates in¨²tiles¡±, la describe Wexler. Una tarea complicada, en una ¨¦poca en la que una f¨¦mina que mostrara deseo sexual era etiquetada como hist¨¦rica.
Esa enfermedad se sigui¨® diagnosticando hasta 1952. Sorprendente, aunque hasta cierto punto. ¡°Durante mucho tiempo necesitamos justificar el deseo sexual en t¨¦rminos de procreaci¨®n y matrimonio. Era una influencia puritano-tradicional debida a la religi¨®n y a la cultura¡±, explica Wexler. Y, de paso, aprovecha para lanzar un llamamiento al orgasmo libre: ¡°Sienta bien. Te hace sentir bien y no le hace da?o a nadie. ?Por qu¨¦ simplemente no lo disfrutamos? ?Es mejor que el crack!¡±.
A un siglo y medio del Londres de Hysteria sin embargo sigue existiendo alg¨²n que otro tab¨² sobre el sexo. Y las salas de Estados Unidos ofrece prueba de ello, seg¨²n Wexler: ¡°La entrada para la pel¨ªcula est¨¢ vetada a los menores de 17. Pero Los juegos del hambre, que va de ni?os que se masacran, solo se proh¨ªbe a los menores de 13. Eso dice mucho¡±.
Por mucho que abandere la modernidad, Wexler tambi¨¦n ha experimentado cierta verg¨¹enza, sobre todo por los controles de los aeropuertos. Al parecer, no entienden de homenajes al doctor Granville. ¡°Llevaba 20 vibradores, para la promoci¨®n del filme. Siempre me paraban. Y hace poco en San Francisco fue por mi propio consolador¡±, recuerda Wexler. El momento inc¨®modo fue sin embargo la ocasi¨®n para descubrir que, sin saberlo, formaba parte de una secta silenciosa. ¡°Una empleada de la agencia del aeropuerto me dijo: ¡®No te preocupes, yo tambi¨¦n le explico a mi novio que no intento remplazarlo sino que a veces simplemente las chicas tenemos que hacerlo¡±.
Ahora Wexler ya lo lleva con naturalidad. Y se adelanta a los prejuicios. ¡°Ah, tengo un vibrador¡±, suele avisar al guardia de turno. Con una mezcla de orgullo e iron¨ªa, en cambio, la directora habla de su mujer: ¡°Llevamos 21 a?os juntas. Ser lesbiana es lo ¨²nico que hace que me inviten a las fiestas guays. Por lo dem¨¢s soy aburrid¨ªsima: tengo una casa, un perro, una furgoneta¡±. Tiene, tambi¨¦n y sobre todo, cuatro hijos, que son a la vez su pasi¨®n y profesi¨®n principal. ¡°En el momento en el que saben decir dos palabras dejas de ser cineasta, mujer, lesbiana o lo que sea. Solo eres madre¡±, asegura Wexler.
En efecto, en los ¨²ltimos a?os la estadounidense se ha volcado en el oficio maternal. Tanto que desde su anterior filme, Ball in the house, han pasado 10 a?os. Y siete han tenido que fluir para que la idea de Hysteria se hiciera largometraje. ¡°Cuando una amiga me propuso el guion supe que ten¨ªa que rodarlo. Aunque solo hab¨ªa hecho dos filmes y ella tampoco era conocida. Necesit¨¢bamos un producto perfecto para que lo compraran¡±, rememora Wexler. Impecable o no, finalmente consiguieron el filme que quer¨ªan: ¡°El tipo de comedia sobre el vibrador al que llevar¨ªas a tu madre¡±.
De hecho, la americana llev¨® a la suya a verla. Y la progenitora, de unos 70 a?os, disfrut¨® mucho. Tal vez, incluso demasiado. ¡°Me dijo que la fiesta de despu¨¦s le hab¨ªa encantado pero que le daba pena que se hubiesen acabado los consoladores. Quer¨ªa llev¨¢rselos a sus amigas¡±, relata Wexler. La directora alucin¨®, le dio las gracias y, enseguida, le hizo prometer que jam¨¢s volver¨ªan a tener esa conversaci¨®n. Vale la modernidad. Vale los avances sociales. Y vale la lucha contra los tab¨²es. Pero ¡°hay cosas de las que hijas y madres no deber¨ªan hablar¡±.
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