La hora de la expiaci¨®n
"Es estimulante que un cineasta como Kevin Smith se rebele contra la inercia que le hab¨ªa convertido en su sombra y que lo haga tanteando nuevos terrenos"
Sorprende detectar, en los cr¨¦ditos finales de esta pel¨ªcula, que el reparto ha sido ordenado bajo tres conceptos rectores: sexo, religi¨®n y pol¨ªtica. Gesto revelador de cierto car¨¢cter program¨¢tico en lo que se presenta como pel¨ªcula de terror, pero aspira a ser un disidente corte en secci¨®n de una Norteam¨¦rica al borde del colapso moral. Red state tambi¨¦n encarna una estimulante paradoja: es el diagn¨®stico de un estado espiritual irredimible, pero funciona como el inesperado acto de redenci¨®n personal de un cineasta que, tras a?os de visible deriva, se hab¨ªa dado contra el fondo de su autoestima con su anterior trabajo, Vaya par de polis.
RED STATE
Direcci¨®n: Kevin Smith.
Int¨¦rpretes: Michael Parks, Melissa Leo, John Goodman, Michael Angarano, Ronnie Connell.
G¨¦nero: terror. EE UU, 2011.
Duraci¨®n: 88 minutos.
El renacimiento de Kevin Smith no parte de una puesta al d¨ªa de las claves que le dieron a conocer: la verbosidad pop de Clerks (1994), acta fundacional de la edad de oro del supuesto cine indie americano. Lejos de ese registro, Red state se disfraza de ejercicio de torture porn para ir disgregando poco a poco las convenciones del subg¨¦nero y proponer un problem¨¢tico retrato colectivo en el que adolescentes m¨¢s necesitados que sedientos de sexo, integristas religiosos con la homofobia como bandera y la endogamia como cemento, y fuerzas del orden dispuestas a extender la etiqueta de terrorista a cualquier perturbaci¨®n de la realidad, se entrecruzan en una danza ca¨®tica, la ecuaci¨®n irresoluble de una tierra de las libertades degradada en mapa de exclusiones. El asedio a los davidianos en Waco resuena en todo el tramo final de la pel¨ªcula, donde los verdugos se convierten en v¨ªctimas y el feroz fundamentalismo deviene en una disidencia cercada.
Red state es, al mismo tiempo, una buena noticia y una oportunidad perdida. Es estimulante que un cineasta como Kevin Smith se rebele contra la inercia que le hab¨ªa convertido en su sombra y que lo haga tanteando nuevos terrenos, con ganas de tocar las narices, con vocaci¨®n de manifiesto airado. Ojal¨¢ todo ese ¨ªmpetu hubiese cristalizado en una pel¨ªcula m¨¢s rotunda y carism¨¢tica, menos desarticulada. Lo mejor del conjunto es ese reverendo cuyo carisma y sentido del espect¨¢culo tienen algo de monse?or Escriv¨¢ de Balaguer en versi¨®n redneck.
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