Hijos de la tragedia
"Cuanto m¨¢s pobre eres, m¨¢s cultura necesitas", afirma Petros M¨¢rkaris El novelista, que tiene en marcha una trilog¨ªa policiaca sobre la crisis, critica la corrupci¨®n griega
Petros M¨¢rkaris (Estambul, 1937) naci¨® en la comunidad armenia de Turqu¨ªa, fue ap¨¢trida durante a?os, estudi¨® en Austria y Alemania, y en 1967 se instal¨® en Grecia. Es un prol¨ªfico guionista y dramaturgo, pero el ¨¦xito internacional le lleg¨® a finales de los noventa con las novelas sobre el polic¨ªa Kostas Jaritos, un observador agud¨ªsimo de la realidad griega. Cuando comenz¨® la crisis en su pa¨ªs, M¨¢rkaris decidi¨® escribir una trilog¨ªa sobre ella. Tras la primera entrega, Con el agua al cuello (Tusquets, 2011), a principios del a?o que viene se publicar¨¢ en Espa?a la segunda, de tono a¨²n m¨¢s t¨¦trico, en la que un asesino persigue a los evasores de capital. Antes, en septiembre, la misma editorial publicar¨¢ Un tiempo sombr¨ªo. La crisis en Grecia y el destino de Europa, una recopilaci¨®n de art¨ªculos y ensayos escritos originalmente en alem¨¢n para medios germanos.
PREGUNTA. En Atenas se escuchan frases dur¨ªsimas contra los alemanes. ?C¨®mo vive usted, un hombre de cultura germ¨¢nica, ese desencuentro tan peligroso para toda Europa?
RESPUESTA. Cuando llegu¨¦ a Grecia me preguntaba c¨®mo era posible que los griegos acogieran a los alemanes, sus antiguos ocupantes, con los brazos abiertos. Mejor que a quienes les liberaron, los brit¨¢nicos y los estadounidenses. Y de repente lleg¨® la crisis. En parte por nuestro empecinamiento, en parte porque los alemanes no muestran la menor comprensi¨®n, la relaci¨®n ha quedado destruida. Los alemanes parecen haber olvidado que nunca pidieron disculpas por la ocupaci¨®n. Lo hicieron con otros, no con los griegos. En la inmediata posguerra, el embajador de Alemania Federal en Grecia inform¨® a su ministerio de que no hac¨ªa falta pedir disculpas porque los griegos estaban muy ocupados con su guerra civil y hab¨ªan olvidado lo otro.
P. ?Era verdad eso?
R. Era falso, evidentemente. Ahora la historia nos est¨¢ atrapando, y de muy mala manera.
P. ?Hay posibilidad de arreglo?
R. Llevar¨¢ tiempo. Aunque si las cosas van bien, los griegos olvidan con rapidez. Es uno de sus defectos.
P. Otro fen¨®meno muy preocupante es la creciente xenofobia que se percibe entre los griegos.
¡°La gente que vivi¨® la posguerra conoci¨® la pobreza. Los j¨®venes no saben lo que es. Ahora van a saberlo y sienten p¨¢nico¡±
R. Tiene usted raz¨®n. Pero d¨¦jeme subrayar que desde hace un par de d¨¦cadas, Grecia sufre un terrible problema de inmigraci¨®n. Ning¨²n Gobierno griego, ninguno, ha dedicado la menor atenci¨®n al asunto de los inmigrantes ilegales. No ha habido control. Han mirado hacia otro lado. Ahora los nazis sacan provecho electoral de todo esto.
P. Cuando empez¨® la primera novela de la trilog¨ªa sobre la crisis, ?era usted m¨¢s o menos pesimista que ahora?
R. Cuando la crisis empez¨®, la reacci¨®n del partido gobernante, el Pasok, fue la de minimizar su importancia. Dijeron que pasar¨ªa en dos o tres a?os. Mi impresi¨®n, en cambio, era la de que la crisis hab¨ªa venido para quedarse. Decid¨ª hacer tres historias sobre la crisis en las que se describiera la evoluci¨®n de la misma y sus efectos sobre la gente. Cuando aparezca en Espa?a la segunda novela de la serie, ver¨¢ que la situaci¨®n en que se desenvuelve el inspector Jaritos es mucho peor que en la primera. Al publicarse Con el agua al cuello, una joven periodista me pregunt¨® si tendr¨ªa tiempo de hacer otras dos antes de que acabara la crisis. Le respond¨ª que tendr¨ªamos suerte si solo me daba tiempo a hacer tres novelas. Las cosas van a peor.
P. Pero ya desde antes de la crisis, el inspector Jaritos era muy esc¨¦ptico sobre la aparente prosperidad griega.
R. Jaritos y su mujer nacieron en la Grecia rural. La gente que vivi¨® la posguerra conoci¨® la pobreza absoluta, y en los pueblos, m¨¢s. Quienes crecieron en esa situaci¨®n saben c¨®mo enfrentarse a los problemas, y nunca acabaron de creerse el supuesto milagro por el que un pa¨ªs pobre se hizo rico. Eso no vale solo para mi polic¨ªa: vale para cualquier griego de cierta edad. No tienen miedo. Los j¨®venes, en cambio, no saben lo que es la pobreza y ahora van a saberlo: sienten p¨¢nico. Hasta hace poco, era costumbre que los padres compraran un coche a los hijos o hijas cuando entraban en la universidad. En este momento, con un desempleo juvenil del 51%, los j¨®venes, muy bien instruidos, solo piensan en emigrar.
P. ?Y la hija universitaria de Jaritos? ?Tambi¨¦n emigrar¨¢?
¡°Con la entrada en la UE empez¨® a llover dinero y la clase pol¨ªtica lo us¨® para comprar gente. No se invert¨ªa, se repart¨ªa¡±
R. En la nueva novela est¨¢ desesperada. Piensa en emigrar, como tantos otros j¨®venes. Eso es un problema porque est¨¢ casada, y su marido, m¨¦dico, quiere irse con ella, lo cual crea conflictos en ambas familias. Mire, los j¨®venes son los perdedores de hoy, todos los griegos seremos los perdedores de ma?ana.
P. ?C¨®mo se le ocurri¨® empezar a escribir sobre un polic¨ªa?
R. Entre 1991 y 1993 estuve escribiendo guiones para una serie de televisi¨®n llamada Anatom¨ªa del crimen. Ten¨ªa un enorme ¨¦xito, pero al principio de la tercera temporada me sent¨ªa exhausto. Quer¨ªa parar y los ejecutivos de televisi¨®n me presionaban para seguir. Llegu¨¦ con ellos a un acuerdo: iba a escribir los cuatro primeros meses de la nueva temporada, y luego lo dejar¨ªa. Estaba con esos episodios cuando empec¨¦ a sentir la presencia de una familia, padre, madre e hija. Cada ma?ana, cuando me pon¨ªa a escribir, estaban ah¨ª. Era una familia griega muy normal, ni ricos ni pobres. Yo no quer¨ªa saber nada de ellos, solo que desaparecieran de mi cabeza. Me complicaban el trabajo. Pero el hombre, el padre, era realmente insistente. Estaba ah¨ª cada ma?ana. Era una tortura que no me dejaba escribir. Entonces decid¨ª que si ¨¦l me torturaba a m¨ª, yo le torturar¨ªa a ¨¦l. Para empezar, le hice polic¨ªa, un polic¨ªa que particip¨® en las torturas durante la dictadura. As¨ª naci¨® Jaritos.
P. Usted ser¨¢ lector de novela negra.
R. Desde siempre.
P. ?Cu¨¢les son sus preferencias?
¡°Cuando la prensa alemana me pregunta qu¨¦ puede hacer Alemania por Grecia les digo: mantengan callados a sus pol¨ªticos¡±
R. Cuando empec¨¦, mis referencias eran las novelas brit¨¢nicas y estadounidenses. Siempre prefer¨ª las estadounidenses, por el fondo social. Los enigmas policiales no me interesan demasiado. Cuando empec¨¦ a escribir la serie de Jaritos y comprob¨¦ que la novela policial pod¨ªa ser novela pol¨ªtica, me asom¨¦ al panorama literario europeo. Descubr¨ª a Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, a Leonardo Sciascia¡ Mi generaci¨®n fue muy politizada, por lo que me interesaba hablar de pol¨ªtica. Y en ese sentido, Montalb¨¢n era un gran modelo.
P. ?Se siente parte de alg¨²n tipo de corriente literaria mediterr¨¢nea?
R. S¨ª. El sur produce una novela policial espec¨ªfica. Para empezar, tiene un alto contenido social y pol¨ªtico. Otra caracter¨ªstica es su relativa ausencia de brutalidad, en comparaci¨®n con la novela policial n¨®rdica. Supongo que tiene que ver con el hecho de que el sur ha tenido que enfrentarse, pol¨ªtica y socialmente, con la brutalidad: dictaduras, fascismos, mafias¡ Un escritor sueco, en cambio, tiene que demostrar que no todo es id¨ªlico en su sociedad y por eso recurre a la violencia. El tercer factor, muy importante, es la cocina. Pepe Carvalho, o el Montalbano de Andrea Camilleri, o el propio Jaritos, aman comer bien. Con los escritores n¨®rdicos se tiende a la cerveza y los bocadillos. Lo de la cocina tiene mucho que ver con la posici¨®n de la mujer en la sociedad. En el centro y el norte de Europa, la emancipaci¨®n de la mujer ocurri¨® antes y ya hace a?os que se liberaron de la condici¨®n de amas de casa. Eso fue bueno para la mujer, pero malo para la cocina. Los griegos de mi generaci¨®n, y en general los mediterr¨¢neos, tuvieron madres que eran amas de casa. En nuestra infancia la comida fue un asunto relevante. Y por eso acabamos meti¨¦ndola en las novelas. Y a¨²n una ¨²ltima cosa: la ciudad. Si usted lee una novela de Agatha Christie, no hay ciudad detr¨¢s. En nuestras novelas mediterr¨¢neas la ciudad no es solo un escenario, como ocurre frecuentemente con la novela estadounidense, sino un personaje. Si uno ha le¨ªdo a V¨¢zquez Montalb¨¢n, llega al restaurante Casa Leopoldo y le es completamente familiar.
P. ?C¨®mo ser¨¢ la Atenas en la que vivir¨¢ Jaritos al final de la trilog¨ªa?
R. Atenas ya ha cambiado mucho en los ¨²ltimos tres a?os. Ha cambiado a peor. Ni siquiera yo la reconozco. Las revueltas en el centro de la ciudad han dejado decenas de edificios quemados. Fue un desastre que comenz¨® en 2008, con la primera explosi¨®n de violencia urbana y la decisi¨®n gubernamental de no utilizar su poder para sofocarla. Entonces tres escritores firmamos una carta en la que afirm¨¢bamos que aquello era lo peor que pod¨ªa suceder. La intelectualidad de izquierdas me critic¨® por firmar la declaraci¨®n. Les respond¨ª que la ciudad estaba rompi¨¦ndose y hab¨ªa que hacer algo. Ahora les digo: mirad lo que ha ocurrido. No resulta admisible que la violencia de la izquierda sea leg¨ªtima, y la violencia de la derecha, no. Eso es ideolog¨ªa barata. ?Aqu¨ª todos somos inocentes de lo que ocurre? La inocencia se ha convertido en Grecia en una profesi¨®n. Tendr¨ªamos que hacer un monumento a Jean-Paul Sartre y concederle la nacionalidad griega a t¨ªtulo p¨®stumo, porque la ¨²nica verdad que permanece en pie aqu¨ª es aquel principio sartreano: el infierno son los otros.
P. ?Cu¨¢l es la raz¨®n de que el sistema pol¨ªtico griego sea de tan poca calidad?
R. Cuando llegu¨¦, en los sesenta, Grecia era a¨²n muy pobre, frugal y disciplinada. En 1980, con la entrada en la Uni¨®n Europea, empez¨® a llover dinero. Fue como si a un paciente alimentado con sonda se le sirvieran de repente, sin proceso de adaptaci¨®n, grandes potajes y piernas de cordero. Grecia se puso enferma. La clase pol¨ªtica us¨® ese dinero europeo para comprar gente con un sistema clientelar. El dinero no se invert¨ªa, se repart¨ªa.
P. ?Qu¨¦ consecuencias tuvo eso en la sociedad?
R. Hacer dinero r¨¢pido se convirti¨® en una obsesi¨®n colectiva. Fue un dopaje masivo y brutal. Ahora descubrimos que nuestro cuerpo est¨¢ enfermo, como el de cualquier dopado.
P. ?Hay una cura?
R. Eso me pregunto yo. Queda todav¨ªa una buena parte de Grecia que trabaja decentemente. Y esa gente es la que sufre m¨¢s golpes: subidas de impuestos, recesi¨®n, de todo. El Pasok, que siempre fue el partido hegem¨®nico, hundi¨® a las clases medias y bajas, justamente las que le votaban. Por eso se ha convertido en una fuerza marginal. Las clases medias griegas necesitan ayuda para levantarse. Tambi¨¦n hay grandes empresas privadas griegas que funcionan bien y exportan a China. Lo que no est¨¢ contaminado por el sector p¨²blico a¨²n tiene futuro. Mire, el problema del Estado griego comenz¨® con el fin de la guerra civil; los vencedores, los nacionalistas, quisieron ayudar a los suyos, y lo hicieron colocando un gran n¨²mero de gente en el sector p¨²blico. Esas personas empezaron como porteros y al poco tiempo ya eran gestores. Ahora nos enfrentamos a un monstruo que debe ser abatido. Lo ¨²nico que quiere ese monstruo es comer. Ya ve lo que est¨¢ pasando: los grandes sindicatos del sector p¨²blico abandonan al Pasok y se pasan a la nueva izquierda radical, Syriza, que hace mal en acogerlos porque traen gente corrupta, enviciada con las pr¨¢cticas que nos han llevado al desastre.
P. ?Y las consecuencias culturales del desastre?
R. Grecia era un pa¨ªs pobre con un alto nivel cultural. No solo poes¨ªa, no solo teatro, no solo m¨²sica: podr¨ªa darle muchos nombres. Las pel¨ªculas de mi amigo Theo Angelopoulos son un ejemplo. Pero en 1980 no solo decidimos que hab¨ªamos acabado con la pobreza, sino tambi¨¦n con los valores de la pobreza, morales y culturales. Ahora estamos volviendo a la pobreza, pero sin valores. Es una de las cosas que m¨¢s me preocupan, porque cuanto m¨¢s pobre eres, m¨¢s valores morales y m¨¢s cultura necesitas.
P. ?Qu¨¦ ha votado Jaritos en las ¨²ltimas elecciones?
R. Jaritos es polic¨ªa y por tanto tiene instintos conservadores. No le gusta estar sin Gobierno. Ignoro lo que votaron su hija o su yerno, pero estoy seguro de que tanto ¨¦l como su mujer votaron a la derecha, a Nueva Democracia. Hicieron como muchos otros griegos: se taparon la nariz, porque Nueva Democracia apesta, y votaron.
P. ?Y ahora?
R. ?Y yo qu¨¦ s¨¦! La prensa alemana me tiene loco pregunt¨¢ndome qu¨¦ va a pasar, y solo puedo explicarles que a veces no hay respuestas. Y si me preguntan qu¨¦ puede hacer Alemania por Grecia, les digo que mantengan callados a sus pol¨ªticos. Que dejen de insultar a los griegos, por favor. El 24 de mayo estuve en Bonn para dar una conferencia y vi una portada de Die Welt, el diario conservador, en la que una ministra proclamaba: ¡°Europa debe aprender de Alemania¡±. Nosotros no aprendemos, cierto, pero los alemanes tampoco aprenden. Recuerdo cuando los estadounidenses nos dec¨ªan: ¡°Nosotros tenemos el poder, as¨ª que deb¨¦is hacer lo que nosotros ordenamos¡±. Lo mismo dec¨ªan, con m¨¢s brutalidad, los sovi¨¦ticos a los polacos o los checos: ¡°Cumplid nuestras ¨®rdenes y callad, porque somos los m¨¢s fuertes¡±. Los alemanes, en cambio, no nos dicen que son m¨¢s fuertes, sino que son ¡°mejores¡±.
P. Recurren a argumentos morales.
R. Porque tienen el trauma de la Segunda Guerra Mundial. No se atreven a decir ¡°somos m¨¢s fuertes que vosotros¡± y optan por decir ¡°somos mejores que vosotros¡±, lo cual es mucho peor.
Babelia
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