?rase una vez un chispazo
Una antolog¨ªa recorre el ¨²ltimo siglo de los microrrelatos en espa?ol y aboga por la independencia narrativa de los relatos brev¨ªsimos y su condici¨®n de cuarto g¨¦nero literario

Antolog¨ªa del microrrelato espa?ol (1906-2011). El cuarto g¨¦nero narrativo
Edici¨®n de Irene Andres-Su¨¢rez
C¨¢tedra. Madrid, 2012
525 p¨¢ginas. 13 euros
El que una antolog¨ªa de microrrelatos espa?oles aparezca en una colecci¨®n destinada a los cl¨¢sicos, dirigida a un p¨²blico escolar, pero tambi¨¦n a los lectores en general, resulta una prueba m¨¢s de la creciente aceptaci¨®n de este nuevo g¨¦nero dentro del sistema literario. Cuando en 1990 Antonio Fern¨¢ndez Ferrer public¨® su recopilaci¨®n La mano de la hormiga. Los cuentos m¨¢s breves del mundo y de las literaturas hisp¨¢nicas, pocos debieron darse cuenta de que el t¨ªtulo remedaba un cuento largo de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y una antolog¨ªa de Borges y Bioy Casares, Cuentos breves y extraordinarios (1955), puesto que apenas ¨¦ramos conscientes de lo que supon¨ªa esta distancia narrativa.
En poco m¨¢s de veinte a?os el panorama ha cambiado por completo, los microrrelatos se han independizado, ya no son cuentos breves, generando su propia historiograf¨ªa. Hoy disponemos, adem¨¢s, de reflexiones te¨®ricas sobre las estrategias y peculiaridades de estas narraciones m¨ªnimas, pero tambi¨¦n de antolog¨ªas y estudios bien fundamentados. Y, por una vez, los investigadores universitarios, los historiadores de la literatura, han ido por delante de los cr¨ªticos. Adem¨¢s, hace tiempo que varias editoriales (Thule, P¨¢ginas de Espuma, Cuadernos del Vig¨ªa y Menoscuarto, entre otras) le vienen prestando atenci¨®n. Y lo m¨¢s importante de todo: en lo que llevamos de siglo, cada vez es m¨¢s frecuente que quienes se inician en la escritura lo hagan en esta forma narrativa.
La aparici¨®n, pues, de esta antolog¨ªa de Irene Andres-Su¨¢rez es tanto consecuencia natural de lo arriba expuesto, como de una fecunda dedicaci¨®n de la autora al estudio del g¨¦nero. Abarca un siglo: desde comienzos del XX, con la obra pionera de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, hasta nuestros d¨ªas, con los nuevos nombres. Y a este respecto, dada la serie en la que aparece el libro, quiz¨¢ hubiera sido m¨¢s prudente detenerse en aquellos que tienen ya una obra consolidada dentro del g¨¦nero, como son Hip¨®lito G. Navarro, ?ngel Olgoso, Pedro Ugarte, Manuel Moyano, Juan Gracia Armend¨¢riz, Rub¨¦n Abella y Andr¨¦s Neuman. Y, sin embargo, me alegra encontrar aqu¨ª, por ejemplo, esa peque?a pieza maestra que es ¡°Futuro imperfecto¡±, de Lara Moreno, aunque su autora apenas haya cultivado el microrrelato.
Al lector deber¨ªa llamarle la atenci¨®n esa declaraci¨®n de principios que es el subt¨ªtulo: ¡°El cuarto g¨¦nero narrativo¡±, que si bien en otra distancia resultar¨ªa innecesaria, en ¨¦sta sigue siendo materia debatida. Coincido al respecto con la autora, quien mediante razones bien fundadas defiende la independencia gen¨¦rica del microrrelato frente al cuento o el poema en prosa.
Si aceptamos sus criterios, que alguna vez incumple al no limitarse a recoger autores que tengan al menos un libro publicado, seg¨²n precisa, podr¨ªamos reprocharle que incluya a varios que apenas han escrito unas pocas piezas. O, puesto que ha optado por acercarse hasta los ¨²ltimos nombres, prescinda de la obra de Pedro Casariego C¨®rdoba, Anelio Rodr¨ªguez Concepci¨®n, Francisco Silvera, Isabel Mellado o Mar¨ªa Jos¨¦ Barrios, todos ellos con alg¨²n libro de calidad. Si pensamos, en cambio, en los m¨¢s veteranos, deber¨ªa haberse incluido tambi¨¦n a Jos¨¦ de la Colina, Fernando A¨ªnsa y Cristina Peri Rossi. Pero, en fin, no es este el lugar para ponernos puntillosos.
Lo importante es que la antolog¨ªa, tanto en el pr¨®logo como en la completa bibliograf¨ªa aducida (echo de menos los Cuentos brev¨ªsimos, 1994, de Erna Brandenberger), adem¨¢s de en la selecci¨®n de los textos, atesora mucho y bueno de 73 autores. Aqu¨ª est¨¢n los grandes nombres: Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y G¨®mez de la Serna; Ana Mar¨ªa Matute, Max Aub, Ignacio Aldecoa, Gonzalo Su¨¢rez y Antonio Fern¨¢ndez Molina; y tras los a?os de la Transici¨®n, Javier Tomeo, Luis Mateo D¨ªez, Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano, Rafael P¨¦rez Estrada, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, Jos¨¦ Mar¨ªa Merino, Juan Pedro Aparicio y Julia Otxoa.
El pr¨®logo, que podr¨ªa leerse como un libro exento, aparece dividido en dos partes diferenciadas, dedicadas, respectivamente, a la teor¨ªa y a la historia. Seguir insistiendo en lo que entendemos por microrrelato, en esencia un texto narrativo brev¨ªsimo que cuenta una historia, la cual exige ser tratada en esa estricta dimensi¨®n, sirvi¨¦ndose de unas estrategias diferentes de las que suele utilizar el cuento y el poema en prosa, resulta necesario, pues no es infrecuente que en concursos, blogs e incluso libros intenten darnos gato por liebre. Como tampoco resulta un asunto ni engorroso, ni balad¨ª, la discusi¨®n terminol¨®gica que lleva a cabo la autora.
En cuanto a la antolog¨ªa, a las piezas concretas, recoge con acierto textos cl¨¢sicos como ¡°Juego de damas¡±, de Lorca; ¡°El tiovivo¡±, de Ana Mar¨ªa Matute; ¡°Nagasaki¡±, de Sastre, seguramente el microrrelato espa?ol m¨¢s antologado; la ¡°Historia m¨ªnima XXIV¡±, de Tomeo; ¡°El ¨¢ngel¡±, de Z¨²?iga; o la ¡°La felicidad¡±, de Neuman.
El microrrelato, g¨¦nero mestizo entre los h¨ªbridos (?no lo son todos acaso desde pr¨¢cticamente sus or¨ªgenes?), recorre el siglo entero sin apenas desfallecimiento. No en vano, desde aquel Cuentos largos que proyectara Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, y anunci¨® en 1924, hasta el reciente Teatro de ceniza (2011), de Manuel Moyano, no ha dejado de significarse a lo largo del Modernismo y los a?os del Arte Nuevo, pero tambi¨¦n en la est¨¦tica del realismo comprometido o expresionista, lo fant¨¢stico y lo grotesco. Todo ello queda bien reflejado en esta antolog¨ªa, que no tardar¨¢ en hacerse imprescindible para todos aquellos interesados en la narrativa m¨¢s breve.
Tres cuentos al ¡®sprint¡¯
El tiovivo, por Ana Mar¨ªa Matute
El ni?o que no ten¨ªa perras gordas merodeaba por la feria con las manos en los bolsillos, buscando por el suelo. El ni?o que no ten¨ªa perras gordas no quer¨ªa mirar al tiro en blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensartados en barras de oro. El ni?o que no ten¨ªa perras gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, dec¨ªa: ¡°Eso es una tonter¨ªa que no lleva a ninguna parte. S¨®lo da vueltas y vueltas y no lleva a ninguna parte¡±. Un d¨ªa de lluvia, el ni?o encontr¨® en el suelo una chapa redonda de hojalata; la mejor chapa de la mejor botella de cerveza que viera nunca. La chapa brillaba tanto que el ni?o la cogi¨® y se fue corriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas. Y aunque llov¨ªa y el tiovivo estaba tapado con la lona, en silencio y quieto, subi¨® en un caballo de oro que ten¨ªa grandes alas. Y el tiovivo empez¨® a dar vueltas, vueltas, y la m¨²sica se puso a dar gritos entre la gente, como ¨¦l no vio nunca. Pero aquel tiovivo era tan grande, tan grande, que nunca terminaba su vuelta, y los rostros de la feria, y los tolditos, y la lluvia, se alejaron de ¨¦l. ¡°Qu¨¦ hermoso es no ir a ninguna parte¡±, pens¨® el ni?o, que nunca estuvo tan alegre. Cuando el sol sec¨® la tierra mojada, y el hombre levant¨® la lona, todo el mundo huy¨®, gritando. Y ning¨²n ni?o quiso volver a montar en aquel tiovivo. (1956)
Nagasaki, por Alfonso Sastre
Me llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y hab¨ªa venido a ver a mis padres en Hiroshima. Ahora, ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta p¨¦rdida y tambi¨¦n por mis horribles quemaduras. Ya s¨®lo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y con mis hijos.
Dada la confusi¨®n de estos momentos, no creo que pueda llegar a Nagasaki enseguida, como ser¨ªa mi deseo; pero, sea como sea, yo camino hacia all¨¢.
No quisiera morir en el camino. ?Ojal¨¢ llegue a tiempo de abrazarlos! (1964)
La felicidad, por Andr¨¦s Neuman
Me llamo Marcos. Siempre he querido ser Crist¨®bal. No me refiero a llamarme Crist¨®bal. Crist¨®bal es mi amigo: iba a decir el mejor, pero dir¨¦ que el ¨²nico. Gabriela es mi mujer. Ella me quiere mucho y se acuesta con Crist¨®bal. ?l es inteligente, seguro de s¨ª mismo y un ¨¢gil bailar¨ªn. Tambi¨¦n monta a caballo y domina la gram¨¢tica latina. Cocina para las mujeres. Luego se las almuerza. Yo dir¨ªa que Gabriela es su plato predilecto. Alg¨²n desprevenido podr¨¢ pensar que mi mujer me traiciona: nada m¨¢s lejos. Siempre he querido ser Crist¨®bal, pero no vivo cruzado de brazos. Ensayo no ser Marcos. Tomo clases de baile y repaso mis manuales de estudiante. S¨¦ bien que mi mujer me adora. Y es tanta su adoraci¨®n, que la pobre se acuesta con ¨¦l, con el hombre que yo quisiera ser. Entre los gruesos brazos de Crist¨®bal, mi Gabriela me aguarda desde hace a?os con los brazos abiertos. A m¨ª me colma de gozo tanta paciencia. Ojal¨¢ mi esmero est¨¦ a la altura de sus esperanzas, y alg¨²n d¨ªa, muy pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, enga?ando a Crist¨®bal, acostumbr¨¢ndose a su cuerpo, a su car¨¢cter y sus gustos, para estar lo m¨¢s c¨®moda y feliz posible cuando yo sea como ¨¦l y lo dejemos solo. (2006).
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