La ¨²ltima parranda de Chavela Vargas
La despedida de la gran dama de la ranchera y el bolero
Bajita y de pelo plateado, Sara Huerta plant¨® su porte junto al f¨¦retro de Chavela Vargas y la cobij¨®. De 59 a?os, Sara lleg¨® al homenaje f¨²nebre a la cantante en la plaza Garibaldi, hizo fila dos horas y una vez al lado del ata¨²d puso un extremo de su rebozo negro y blanco encima del jorongo de vivos rojos que cubr¨ªa el caj¨®n. La mujer dijo quedito: ¡°Chavela, esp¨¦rame cantando La Macorina, y mientras llego sal¨²dame a Carlos Fuentes, que tambi¨¦n se acaba de ir¡±. Un minuto despu¨¦s, Sara se perd¨ªa en la noche del centro de la capital mexicana, bajo una lluvia que no marchit¨® ni por un segundo el velorio m¨¢s alegre que se haya visto en M¨¦xico en d¨¦cadas.
Como la se?ora Sara, varios miles de personas se fueron concentrando desde el mediod¨ªa de un lunes que comenz¨® soleado en la plaza de los mariachis a esperar sus cinco segundos frente a Chavela. La cantante lleg¨® en una caja color caoba a las 19.12. Y 10 minutos despu¨¦s el ritual comenzaba. Peregrinos venidos de todas las posibilidades socioecon¨®micas y edades, mezcla in¨¦dita en el M¨¦xico de la desigualdad, se santiguaban ante la pagana consagrada chamana por los huicholes en 2008. Acto seguido, el disparo. En una mano la se?al de la cruz, en la otra la c¨¢mara fotogr¨¢fica para dejar prueba de que era verdad que Chavela, la ¨²ltima figura de un siglo ido ahora, tambi¨¦n hab¨ªa marchado.
Durante una hora, los dolientes pasaron frente al f¨¦retro mientras el mariachi Guardia Nacional de la polic¨ªa de la ciudad de M¨¦xico pon¨ªa a calentar el sentimiento de la concurrencia, a la espera del momento en que Eugenia Le¨®n, Tania Libertad y Lila Downs hicieran oficial el adi¨®s cantado de la artista fallecida el domingo en Cuernavaca, Morelos (sur de la capital de este pa¨ªs) a los 93 a?os.
Margarita Brito, de la Colonia Guadalupe Proletaria, de plano no aguant¨® las ganas. Vestida en ch¨¢ndal rosa, de 43 a?os de edad, hoy puede contar que le cant¨® a la mism¨ªsima Chavela y d¨®nde si no que en Garibaldi. ¡°?Es preciso decir, una mentira!¡±, gritaba sin rubor Margarita, quien fue apurada para ceder el paso a las cantantes profesionales no sin antes una r¨²brica, que para eso hab¨ªa tenido los tama?os de ponerse: ¡°?eres una chingona, Chavela!¡±.
¡°Yo no fui su amiga, vengo aqu¨ª en calidad de admiradora¡±, confes¨® Tania Libertad a El Pa¨ªs unos minutos antes de participar en el homenaje. ¡°La primera vez que la o¨ª cantar¡±, explic¨® la artista nacida en Per¨², ¡°no tuve m¨¢s remedio que abandonarme, abandonarme por completo, vaciarme para recibirla a ella. Al o¨ªr una mujer tan fuerte tan viva como ella tienes que sacarte todo para recibirla. Esa vez empec¨¦ a llorar as¨ª nom¨¢s, nunca me pas¨® nada as¨ª¡±.
Frente al ata¨²d cant¨® primero Eugenia Le¨®n, quien interpret¨® Flor de Azalea y Volver Volver, acompa?ada por Los Macorinos, dueto de guitarristas compuesto por Juan Carlos Allende y Miguel Pe?a Tovar y quienes acompa?aron a Chavela los ¨²ltimos 10 a?os y hasta el domingo pasado, cuando la visitaron en el hospital minutos antes de que falleciera. Ya con mariachi, Eugenia cant¨® La Bruja.
Estoy en el rinc¨®n de una cantina, de Jos¨¦ Alfredo, corri¨® a cargo de Tania. La plaza lanzaba gritos de Chavela Chavela, era un sonido grave, m¨¢s propio de una proclama gremial, nada parecido al dolor, menos al reclamo, era un ¡°de aqu¨ª a d¨®nde nos vamos, t¨² mandas¡±.
Muchas de las juergas nocturnas mexicanas acaban en la plaza de Garibaldi y, tal vez por el ambiente festivo que se respira habitualmente en esa plaza, las cientos de personas que se agolpaban para ver lo que ocurr¨ªa a trav¨¦s de la pantalla que se hab¨ªa instalado confirmaban que era tiempo de fiesta no de duelo. S¨ª que arreciaron las l¨¢grimas en algunos momentos, como cuando lleg¨® el f¨¦retro o cuando estas tres herederas musicales comenzaron a cantar. Entonces, Garibaldi, lejos del f¨¦retro y de los enjambres de fot¨®grafos y reporteros se convirti¨® en un coro de cientos de voces. Todos quer¨ªan llorar a Chavela, aunque fuera con canciones.
Evangelina e Ignacio lo hac¨ªan ¡°porque Chavela cantaba algo muy nuestro, muy de M¨¦xico¡±. Ellos saben que lo que ocurri¨® este lunes es m¨¢s que excepcional porque tambi¨¦n despidieron a Jos¨¦ Alfredo y a Lola Beltr¨¢n. ¡°Aquello fue solo en Bellas Artes. Pero es que Chavela es otra cosa¡±.
El tequila y las cervezas corr¨ªan de mano en mano y se brind¨® una y mil veces a la salud de la chamana. ¡°?Por qu¨¦ te fuiste, Chavela, y no me llevaste?¡± ¡°?Qui¨¦n va a cantar a M¨¦xico ahora?¡±. De vez en cuando alguien gritaba un "viva Chavela" y el p¨²blico romp¨ªa en un aplauso. ¡°Este es el homenaje de verdad, el que le hace el pueblo y no el de Bellas Artes. Ella siempre fue muy cr¨ªtica y no le gustaban los pol¨ªticos¡±, aseguraba Bert¨ªn mientras invitaba a un trago de mezcal a todo el que se acercaba.
Y este joven no andaba tan desencaminado porque entre los presentes hab¨ªa gente de todas las clases, pero sobre todo populares. Algunos no sab¨ªan la edad que ten¨ªa Chavela o que naci¨® en Costa Rica. Lo que s¨ª que sab¨ªan es que cantaba a su M¨¦xico. ¡°Y ni siquiera ten¨ªa una gran voz, pero lo emocionante era el sentimiento que le pon¨ªa¡±, asegur¨® Beltr¨¢n.
Con un manto bordado de flores en los hombros, Lila Downs, los negros ojos hinchados de llanto, abri¨® una botella de mezcal Alip¨²s y verti¨® licor al p¨ªe del ata¨²d, donde tantos dolientes hab¨ªan dejado flores. ¡°En el nombre del padre, del hijo¡ va por usted do?a Chavela¡± brind¨® y la profundidad de esa voz mitad de Oaxaca mitad de origen anglosaj¨®n llev¨® a la plaza Garibaldi a otro nivel apenas pronunci¨® el ¡°Que no somos iguales, dice la gente¡¡±, de V¨¢monos, de Jos¨¦ Alfredo.
Cuando las tres cantantes entonaron La Llorona no hubo en esa plaza ni camarero, ni borracho, ni fot¨®grafo o periodista, ni funcionario de gobierno ni taxista que no cantara con Tania, Eugenia y Lila uno de los himnos inmortalizados por Chavela. Quien en ¨²ltimas fechas ya solo de vez en vez se tomaba un tequila, ayer vio c¨®mo todos sus amigos y amigas la envolvieron de canciones y tragos, a pocos metros del Tenampa, la cantina que hace muchos a?os, de viva voz, llenara cuando era esa Paloma negra que gritaba ¡°quiero ser libre, vivir la vida, con quien yo quiera¡±.
Babelia
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