El arte baja a la mina
La bienal Manifesta se instala en unos yacimientos abandonados de Flandes Reflexiona sobre las mutaciones del capitalismo y reclamar justicia para sus v¨ªctimas
El arte baja a la mina. Durante este verano, la bienal Manifesta se ha instalado sobre los yacimientos abandonados de Flandes para explorar los v¨ªnculos entre arte e industria. Este paisaje, en el que el gris plomizo no da tregua ni un domingo de agosto, se acaba de convertir en cuartel general de una bienal itinerante, preocupada por crear sinergias entre la creaci¨®n contempor¨¢nea y el lugar que le da cobijo.
En episodios anteriores, Manifesta se traslad¨® a Murcia para inspeccionar las migraciones de ?frica y a la regi¨®n alpina de Trento para observar su declive industrial. Para su novena edici¨®n, la bienal ha escogido las antiguas minas de Waterschei, en las afueras de Genk, una de las capitales belgas del carb¨®n. Hasta el 30 de septiembre, su sede se ubica en un complejo art d¨¦co de 23.000 metros cuadrados que hoy se cae a pedazos, como la industria a la que acogi¨®. En 1987, el cierre de la mina dej¨® a la regi¨®n expuesta a un futuro tan negro como el carb¨®n. Aqu¨ª nacieron el modisto Martin Margiela y el futbolista Ronny Gaspercic. No cuesta del todo entender por qu¨¦ no tardaron en escapar.
Manifesta demuestra que la energ¨ªa f¨®sil tambi¨¦n puede ser materia prima para la creaci¨®n. La exposici¨®n analiza la presencia del carb¨®n en la historia del arte, exponiendo obras que reflexionan sobre la desindustrializaci¨®n de los ¨²ltimos 30 a?os y reclaman justicia para sus v¨ªctimas colaterales. ¡°M¨¢s que lamentar con nostalgia un ayer idealizado que nunca existi¨®, el proyecto pretende recordar. Se enmarca en una posici¨®n ajena a la ideolog¨ªa dominante en el capitalismo, r¨¦gimen que no requiere del pasado en su mec¨¢nica y que batalla por diluir la memoria social¡±, explica su comisario, el mexicano Cuauht¨¦moc Medina, antiguo conservador de la Tate Modern.
El sistema empuja a olvidar para entrar sin desasosiego en la pr¨®xima etapa del progreso, pero Manifesta se resiste a ello. La bienal establece un inventario de la pintura, la escultura y la fotograf¨ªa de los dos ¨²ltimos siglos que se han interesado por esta industria subterr¨¢nea. Por ejemplo, las fotograf¨ªas de Bill Brandt, donde ni?os genuflexos buscan pedazos de carb¨®n entre los escombros, o los primeros dibujos del Henry Moore, hijo de minero, que traz¨® vi?etas claustrof¨®bicas que anticipan los cuerpos retorcidos de sus esculturas y parecen transcribir en im¨¢genes lo mismo que Emile Zola contaba en Germinal.
Sin embargo, no todo son estampas desesperadas de la era industrial. Para la propaganda sovi¨¦tica, el minero se convertir¨¢ en una figura heroica a imitar. Cuenta la leyenda que Aleks¨¦i Staj¨¢nov consigui¨® extraer 102 toneladas de carb¨®n en menos de seis horas. Es decir, 14 veces m¨¢s que la media de sus camaradas. La proeza de este esforzado obrero engendrar¨¢ una doctrina, el stajanovismo, que proclama la gloria al trabajo contra todo indicio de alienaci¨®n. Cuanto m¨¢s rendimiento, m¨¢s felicidad. El cortometraje The Radiant Path (1940), protagonizado por una costurera que seduce a su superior gracias a una productividad digna de aplauso, dar¨¢ prueba de ello.
Otros artistas reivindican el carb¨®n. El brit¨¢nico Richard Long, abanderado del land art, expone una elegante alfombra rectangular de ese mineral que contradice toda acusaci¨®n de fe¨ªsmo. Y ese punk de entreguerras llamado Marcel Duchamp revolucionar¨¢ la Exposici¨®n Universal de 1938 con un techo de sacos de carb¨®n, reproducido a tama?o real en Manifesta, con el que reivindica la suciedad de la materia oscura ante la obsesi¨®n por la pulcritud de la luz el¨¦ctrica.
De manera m¨¢s aleg¨®rica, las brutales transformaciones impuestas por el capitalismo quedan reflejadas en el espectacular manto de residuos textiles a cargo del artista chino Ni Haifeng, que propone al visitante remendarlos con m¨¢quinas de coser puestas a su disposici¨®n. Por su parte, el proyecto Capitalismo amarillo, a cargo del castellonense Jota Izquierdo, exhibe las imitaciones chinas de prendas de marca que, pese a trocar el logo de Calvin Klein por el de Caiwen Kelai, har¨¢n furor en todo mercadillo que se precie.
A su lado, fot¨®grafos cotizados como Edward Burtynsky y Paolo Woods tambi¨¦n reflejan la influencia creciente de China en el mercado global. ¡°Me interesa expresar c¨®mo los cambios en las fuerzas del mercado y las orientaciones pol¨ªticas inciden en las realidades locales¡±, explica Woods, que retrata la presencia masiva de inversores chinos en ?frica.
Para los artistas m¨¢s j¨®venes, el minero se convierte en un ¨ªdolo ca¨ªdo del capitalismo. ¡°Son ¨¢ngeles valientes que aceptan la mortalidad y deben renunciar a sus alas¡±, apunta el fot¨®grafo croata Igor Grubic, que reivindica el papel de los mineros serbios en la debacle del r¨¦gimen de Milosevic y les restituye un halo salvador en sus im¨¢genes.
A su manera, el artista brit¨¢nico Jeremy Deller hace algo semejante en el documental rodado junto al director Mike Figgis, que glorifica a los mineros brit¨¢nicos que se opusieron al f¨¦rreo plan de cierres de Margaret Thatcher. En cambio, para el franc¨¦s Christian Boltanski, el destino de la miner¨ªa queda simbolizado por las cajas de hojalata donde los obreros guardaban sus propiedades. Si se le aplica una mirada algo ceniza, cobran el mismo aspecto que los nichos de un cementerio.
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