Ganar la guerra de clases
La desigualdad es hoy m¨¢s amplia que antes de la Gran Depresi¨®n El Nobel Joseph Stiglitz analiza la ruptura del pacto social que durante medio siglo ha neutralizado las tensiones
El precio de la desigualdad
Joseph E. Stiglitz
Traducci¨®n de Alejandro Pradera
Taurus. Madrid, 2012
498 p¨¢ginas. 20 euros (electr¨®nico: 9,99)
En muchos lugares del mundo desarrollado, especialmente en Estados Unidos, no se han conocido desde el periodo previo a la Gran Depresi¨®n niveles tales de desigualdad como los de la primera docena de a?os del siglo XXI. En este aspecto, el planeta parece haber hecho un lamentable viaje de ida y vuelta, como si no hubiera comprendido del todo los males a que dan lugar las sociedades demasiado divididas, demasiado polarizadas. Desde principios de los a?os ochenta, con la hegemon¨ªa de la revoluci¨®n conservadora, los ricos han ido haci¨¦ndose riqu¨ªsimos, mientras que los pobres y los menos pobres sobreviv¨ªan. Al llegar la Gran Recesi¨®n, desde el a?o 2007, los extremos contin¨²an igual (ricos y pobres), pero ha emergido un fen¨®meno nuevo: las clases medias se est¨¢n demediando y con mucha rapidez una parte de las mismas est¨¢ formando parte de los ej¨¦rcitos de reserva de los desocupados y pauperiz¨¢ndose. De ah¨ª lo que reza el subt¨ªtulo del ¨²ltimo libro del premio Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz: ¡°El 1% de la poblaci¨®n tiene lo que el 99% necesita¡±.
Los datos corroboran esta realidad, aunque muchas veces sorprendan. Dec¨ªa Mark Twain que ¡°los ricos son diferentes de ti y de m¨ª¡±. A los que est¨¢n arriba en la escala social les resulta dif¨ªcil imaginar c¨®mo es la vida de los de abajo y, cada vez m¨¢s, de los del medio. No valoran del todo la distancia social, mientras que el resto subraya con tinta indeleble la llamada ¡°renta relativa¡± y la privaci¨®n relativa: lo que cuenta para la sensaci¨®n de bienestar de un individuo no es solo su renta en t¨¦rminos absolutos sino su renta en relaci¨®n con los dem¨¢s, la preocupaci¨®n por su consumo comparado con el de su vecino, el no ser menos trabajando igual. En definitiva, no quedarse atr¨¢s en una distribuci¨®n cada vez m¨¢s regresiva de la renta y la riqueza (la desigualdad de patrimonios es a¨²n superior a la desigualdad de rentas).
Y los datos sorprenden por las vivencias distintas que desarrollan los diferentes estratos sociales. Quienes tienen el poder (y la riqueza) lo utilizan para reforzar sus posiciones econ¨®micas y pol¨ªticas o, como m¨ªnimo, para mantenerlas, pero tambi¨¦n intentan condicionar la forma de pensar, hacer aceptables las diferencias de ingresos que de otra manera resultar¨ªan odiosas. En ello juegan un papel central, en muchas ocasiones, los medios de comunicaci¨®n, cuando no ejercen el ¡°poder compensatorio¡± del que hablaba Galbraith. Las percepciones siempre han condicionado la realidad. Comprender la forma en que evolucionan las convicciones ha sido siempre un asunto de inter¨¦s central en la historia intelectual. Las creencias sociales como la econom¨ªa se diferencian de las ciencias exactas en que las convicciones afectan a la realidad. El multimillonario Warren Buffett lo dijo claro en una de esas sentencias que le caracterizan y no le dan miedo: ¡°Durante los ¨²ltimos 20 a?os ha habido una guerra de clases y mi clase ha vencido¡±.
Ha sido tal la extensi¨®n de la diferencia, el apoderamiento de las rentas de la mayor¨ªa, la desnudez c¨ªnica de los argumentos, que la cosa ha empezado a cambiar. Hace unos a?os, con motivo del primer centenario de su existencia, el semanario The Economist, nada sospechoso de veleidades izquierdistas, public¨® una serie de art¨ªculos con un mensaje com¨²n: el mayor enemigo del capitalismo es el capitalista. Por sus abusos. Ahora, una mayor¨ªa de ciudadanos se hace una triple composici¨®n indignada: los mercados no funcionan porque no son eficaces ni transparentes; el sistema pol¨ªtico no corrige los fallos del mercado; ergo, los sistemas pol¨ªtico y econ¨®mico son injustos. La democracia y la econom¨ªa de mercado son cuestionadas, y sectores como el financiero (el sistema sangu¨ªneo) y el mercado de trabajo (el sistema nervioso) est¨¢n afectados por una profunda desconfianza de la mayor¨ªa.
Ha sido un economista como Stiglitz, no un fil¨®sofo moral, quien ha actualizado las relaciones entre desigualdad y justicia, y desigualdad e ineficacia, lo cual eleva un escal¨®n la fiabilidad de la profesi¨®n del economista, tan profundamente deteriorada en esta crisis (no acert¨® a pronosticar su llegada, o por incapacidad cient¨ªfica o por haber ocultado los datos m¨¢s relevantes del problema en beneficio de quienes les pagaban). Stiglitz hace un pron¨®stico inquietante: durante a?os existi¨® un acuerdo impl¨ªcito entre la parte alta de la sociedad y el resto: nosotros os proporcionamos empleo y prosperidad y vosotros permit¨ªs que nos llevemos nuestras bonificaciones; todos vosotros os llev¨¢is una tajada, aunque nosotros nos llevamos la m¨¢s grande. Ese acuerdo, que siempre hab¨ªa sido fr¨¢gil, se ha desmoronado y los ricos se llevan la renta y la riqueza, pero no proporcionan a los dem¨¢s m¨¢s que angustia e inseguridad.
As¨ª pues, el sistema pol¨ªtico falla tanto como el econ¨®mico. La gente confiaba en la democracia, ten¨ªa fe en que el sistema pol¨ªtico iba a funcionar, cre¨ªa que iba a exigir responsabilidades a quienes hab¨ªan provocado la crisis para beneficiarse de ella y a reparar r¨¢pidamente las aver¨ªas de la econom¨ªa. Un lustro largo despu¨¦s del inicio de la Gran Recesi¨®n est¨¢ quedando claro que el sistema pol¨ªtico ha fracasado a la hora de evitar las dificultades m¨¢s lacerantes, de evitar el incremento de la desigualdad, de proteger a los m¨¢s desfavorecidos, de evitar los abusos.
Ello ha multiplicado la polarizaci¨®n y el desenga?o. Stiglitz muestra c¨®mo si las familias pobres que lo est¨¢n pasando mal aglutinan la simpat¨ªa de la mayor¨ªa, los de arriba suscitan una indignaci¨®n creciente. La admiraci¨®n por la inteligencia de las ¨¦lites est¨¢ deviniendo en enfado por su insensibilidad. La frase citada de Buffett podr¨ªa ser m¨¢s que ret¨®rica.
Babelia
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