Violencia y redenci¨®n
¡°En Guatemala se vive un 'apartheid' sin leyes¡±, afirma Rodrigo Rey Rosa, que publica ' Los sordos'. La novela trata sobre la virulenta realidad de su pa¨ªs.
"Me proh¨ªbo saber de la historia m¨¢s de lo que va surgiendo mientras la escribo. Nunca hago un bosquejo previo, sobre la marcha me doy cuenta de lo que necesita la novela. Supongo que eso me pone en el lugar del lector¡±. Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) habla de su trabajo sin plan para explicar que su nueva novela, Los sordos (Alfaguara), le llev¨® por caminos que no ten¨ªa previstos. ¡°Pens¨¦ que ser¨ªa la historia de un pistolero antip¨¢tico, un vaina, y me surgi¨® este chico m¨¢s bien inocente¡±, dice refiri¨¦ndose al protagonista, un muchacho de campo reciclado en la ciudad como guardaespaldas y que termina investigando la desaparici¨®n de su jefa, hija de un banquero al que ella misma considera un tirano.
Sentado en la cafeter¨ªa de un hotel madrile?o, Rey Rosa es a la vez parco, delicado y rotundo, como sus libros, escritos en una prosa sin materia grasa y que rara vez, es el caso, sobrepasan las 200 p¨¢ginas. El suyo es un estilo sin adornos, pero no fr¨ªo, en todo caso, ¡°una enorme c¨¢mara frigor¨ªfica en donde las palabras saltan, vivas, renacidas¡±, seg¨²n la descripci¨®n de Roberto Bola?o, que siempre se?al¨® a su colega como uno de los grandes narradores de su generaci¨®n. T¨ªtulos como Piedras encantadas, Caballeriza, El material humano o Los sordos han ido pintando poco a poco el mural de contrastes de la Guatemala actual, pero Rey Rosa insiste: ni plan ni tesis. ¡°Hay quien divide a los escritores en dos: los que tratan de explicar algo y los que tratan de explicarse algo. Yo soy de la segunda clase. No s¨¦ m¨¢s que el lector al que estoy hablando. Escarbo mientras escribo¡±.
Pero ausencia de plan, admite, no significa ausencia de prejuicios. En el origen de su nueva obra, los que despertaba en el escritor la figura de alguien que se gana la vida pegado a una pistola y que lleva en la frente escrito: no pasar. Cuando un personaje de Los sordos habla de la multitud que acude al entierro de un potentado su interlocutor le aconseja que divida entre tres la cifra de asistentes ¡°para descontar guardaespaldas¡±. Y eso que el finado no era, dice, ni narco ni pol¨ªtico. ¡°En Guatemala los guardaespaldas abundan, son una clase entera¡±, explica Rey Rosa. ¡°Es muy violento encontrarse constantemente con gente armada porque andar con pistolas te hace prepotente aunque no lo seas. Luego te das cuenta de que si uno saluda se rompe esa coraza. En el fondo casi todos son chicos del campo entrenados para estar de mala leche. Por eso me interes¨® lo que en ese trabajo hay de necesidad: hay demanda y ellos est¨¢n dispuestos a jugarse el pellejo. En toda Mesoam¨¦rica existe esa clase que no es polic¨ªa ni deja de serlo, que se mueve entre dos aguas: el crimen y el dinero¡±.
¡°No trato de explicar algo sino de explicarme algo. No s¨¦ m¨¢s que el lector al que hablo. Escarbo mientras escribo¡±
Los sordos tiene adem¨¢s algo de geograf¨ªa narrativa de Guatemala: parte del oriente campesino mestizo (ladino) y pasa por la capital: ¡°La emigraci¨®n a la ciudad es constante y universal. La alimenta esa ilusi¨®n de que all¨ª es donde est¨¢ el dinero. Mucha gente deja en el campo una vida m¨¢s o menos vivible por un infierno de pobreza¡±. La estaci¨®n final de la novela es el occidente guatemalteco, la zona ind¨ªgena, en la que conviven mayas de 22 etnias distintas. Lejos de todo adanismo, el escritor recuerda que hay m¨¢s Guatemalas que las que se dividen entre el mundo rural y el urbano: ¡°Tambi¨¦n hay un racismo muy enraizado de parte de los campesinos no ind¨ªgenas hacia los ind¨ªgenas¡±.
Alfaguara publicar¨¢ el a?o que viene dos vol¨²menes m¨¢s con obra de Rodrigo Rey Rosa. Uno incluir¨¢ todos sus libros de cuentos (C¨¢rcel de ¨¢rboles, El cuchillo del mendigo, El agua quieta, Ning¨²n lugar sagrado y Otro zoo) y algunos relatos in¨¦ditos. El otro reunir¨¢ las novelas que transcurren en Guatemala menos la que se publica ahora (Que me maten si¡, El cojo bueno, Piedras encantadas y Caballeriza). Rey Rosa volvi¨® a su pa¨ªs hace una d¨¦cada despu¨¦s de vivir en Nueva York y T¨¢nger. Hijo de una familia burguesa de la capital ¡ªsangre italiana por parte de padre¡ª, dice que fue la distancia lo que le llev¨® a interesarse por mundos en principio ajenos a su origen. De entrada, el mundo maya, que en Los sordos tiene una relevancia decisiva, en s¨ª mismo y como contraste: el que se da entre la medicina tradicional y la cient¨ªfica o entre el derecho occidental y el maya (los dos tienen validez legal ¡°aunque mucha gente no lo sepa y algunos duden de que puedan funcionar dos derechos en un mismo Estado¡±). Una realidad dif¨ªcilmente reducible al t¨®pico y en la que, entre otras cosas, los miembros de culturas de esas que llaman ancestrales se comunican por Skype. ¡°Esa parte es puro naturalismo¡±, aclara Rey Rosa.
¡°Haber vivido tanto tiempo fuera me permiti¨® vivir todo eso con cierta no dir¨ªa objetividad, pero s¨ª subjetividad controlada. Me interesaron los otros¡±, explica. ¡°Si vives siempre en el mismo lugar tiendes a caer en los esquemas heredados. Pero no quiero enga?arme, habr¨ªa que ver c¨®mo se lee eso desde el punto de vista de ellos. Tampoco he hecho nada especial, pero solo el hecho de querer comprender al otro ya es parte de la comprensi¨®n. En Guatemala se vive una especie de apartheid sin leyes¡±. ?Resentimiento contra su propia clase? Rey Rosa escucha la pregunta y antes de que se cierre la interrogaci¨®n se r¨ªe y responde sin dudar: ¡°Yo lo tengo, he de decir. Con algunos aspectos, porque no todos somos iguales. Uno no puede abstraerse de su propia clase y al final es una cuesti¨®n de empat¨ªa y simpat¨ªa. La escritura de ficci¨®n permite ponerse en la piel de otro y cambiar la percepci¨®n que se tiene de ¨¦l. Sobre todo permite evitar esa idealizaci¨®n que lo convierte en algo casi sagrado. Para bien o para mal¡±.
El secuestro es recurrente en sus libros. Su madre fue secuestrada en 1981 y ¨¦l fue el encargado de entregar el rescate
En Los sordos se relata un conato de linchamiento, algo que llev¨® al novelista a un laberinto de injusticias en el que la vieja autoridad maya fue suplantada durante d¨¦cadas por tropas paramilitares engrosadas por los propios ind¨ªgenas pero creadas por el Ej¨¦rcito durante una de las ¡°guerras internas¡± m¨¢s larga de Am¨¦rica Latina, la que se vivi¨® en Guatemala entre 1960 y 1996. Rodrigo Rey Rosa vivi¨® en el extranjero el coraz¨®n de ese conflicto. En 1980, con 22 a?os y tras estudiar medicina, se march¨® a Nueva York. All¨ª se matricul¨® en una escuela de artes visuales para conseguir el visado mientras trabajaba como int¨¦rprete en el juzgado de lo criminal. Aunque en 2004 terminar¨ªa adaptando ¨¦l mismo al cine una de sus novelas ¡ªLo que so?¨® Sebasti¨¢n, publicada 10 a?os antes¡ª, aquella escuela fue importante sobre todo por un anuncio, el de un taller literario dirigido por Paul Bowles en Marruecos. Rey Rosa mand¨® un cuento y lo aceptaron. Con el tiempo, T¨¢nger se convertir¨ªa en su nueva casa y el autor de El cielo protector, en su amigo y traductor al ingl¨¦s.
La violencia, no obstante, persigui¨® al aprendiz de escritor hasta Manhattan. Llevaba meses all¨ª cuando, en junio de 1981, su padre le pidi¨® que volviera. Hab¨ªan secuestrado a su madre, de 64 a?os. El secuestro dur¨® seis meses y ¨¦l fue el encargado de entregar el dinero del rescate siguiendo instrucciones de los secuestradores en ¡°el t¨ªpico recorrido al estilo de la busca del tesoro por la ciudad de Guatemala¡±: haga esto, suba a este coche, c¨¢mbiese de ropa¡ Aquel episodio ¡ªque puso a su madre en contacto con ¡°reservas inesperadas de fortaleza interior¡± y la convirti¨® en una mujer ¡°m¨¢s dulce¡±¡ª ha ido apareciendo de tanto en tanto en la obra narrativa de su hijo, ya fuera en el viejo relato ¡®La entrega¡¯, en la novela El cojo bueno o, ahora, en Los sordos. ¡°Casi me molesta que vuelva a aparecer¡±, dice, resignado, el escritor.
Sin pretenderlo, aquel secuestro termin¨® tambi¨¦n marcando el desarrollo de El material humano (Anagrama), publicado en 2009, el apasionante diario de sus pesquisas en los antiguos archivos de la polic¨ªa y el ¨²nico libro durante cuya escritura reconoce haber pasado miedo. Tener pretensiones filocomunistas, limpiar botas sin tener licencia, maltratar la bandera patria o propalar ideas ex¨®ticas son algunos de los motivos por los que se fichaba en los a?os cincuenta a los clasificados como delincuentes pol¨ªticos. Parece, en efecto, una ordenaci¨®n sacada de un cuento de Borges, el maestro de juventud de Rey Rosa, que ahora anda sumergido en otros archivos, los de los psiqui¨¢tricos. ¡°No dir¨ªa investigando, curioseando¡±, matiza. ¡°No s¨¦ qu¨¦ voy a hacer con ello¡±. Tal vez, apunta, un documental sobre un universo entre carcelario y hospitalario en el que se mezclaban los enfermos, los delincuentes y los incomprendidos: ¡°La aplicaci¨®n de los estudios de Foucault, tal cual¡±, como en el caso de un ind¨ªgena de 16 a?os al que cre¨ªan sordomudo y demente cuando lo que le pasaba era que no hablaba espa?ol. ¡°La mitad de la gente no habla espa?ol o solo lo balbucea, pero vive en otra cultura. Adem¨¢s, la mitad de esa mitad es analfabeta¡±, explica Rey Rosa. ¡°El Estado no garantiza siquiera el derecho a int¨¦rprete en un juicio penal. No hay especialistas en 22 dialectos. Es un Estado que no puede administrar su propia justicia. No puede ser que uno no sepa de qu¨¦ lo est¨¢n acusando. La marginaci¨®n de casi la mitad de la poblaci¨®n no es funcional en ning¨²n sistema, incluida la democracia¡±.
¡°En un pa¨ªs de tanto contraste no hace falta armar mucho el relato. Basta con recordar¡±
Rey Rosa relat¨® en C¨¢rcel de ¨¢rboles el caso de un centro psiqui¨¢trico clandestino en medio de la selva. Ahora acaba de enterarse de que lo que ¨¦l cre¨ªa inventado fue cruda realidad: ¡°No s¨¦ por qu¨¦ sigo en Guatemala. A veces pienso que es porque hay tanto material¡ Casos que oyes y que parecen ficci¨®n. En estos pa¨ªses de anarqu¨ªa y de contraste entre gran riqueza y pobreza extrema cabe cualquier relaci¨®n humana. No hay que armar mucho el relato, sirve con recordar, vale casi con aplicar la escritura autom¨¢tica¡±. O con mirar la prensa. Los sordos, por ejemplo, recoge una nota de la agencia EFE que sacude al padre de una secuestrada: con 600 asesinatos por a?o, Guatemala ha superado ya las muertes violentas de mujeres de Ciudad Ju¨¢rez.
Los horrores del presente se amontonan sobre los del pasado y el miedo es libre. ?Tambi¨¦n el miedo a hurgar en las cloacas del poder? En El material humano Rey Rosa habla con frecuencia de la tentaci¨®n de volver a marcharse del pa¨ªs. Cuando alguien le pregunta si se siente amenazado responde que decir que s¨ª ser¨ªa exagerar y decir que no, faltar a la verdad. ¡°As¨ª me siento¡±, dice tres a?os despu¨¦s de publicar aquel libro. ¡°De todos modos, en Guatemala casi nadie lee. El aparato represor sabe que un libro no hace nada. Tal vez si alguien se siente identificado ¡ªun narco, por ejemplo¡ª, pero no como sistema. Yo no me lo tomo como un riesgo personal. Por la actitud general de uno, tal vez s¨ª¡ Cuando trabajaba en El material humano s¨ª pas¨¦ miedo, pero tengo amigos periodistas que se meten m¨¢s en temas arriesgados. A un novelista nadie lo toma en serio, somos apenas una peque?a molestia¡±. No obstante, tras un silencio de varios segundos retoma el hilo: ¡°?Amenazado? A ratos. Nunca estuve en una organizaci¨®n pol¨ªtica, pero a mis amigos que estuvieron les dan paranoias que son explicables porque ellos s¨ª han visto que lo que temes pasa¡±. Al escritor no le inspira demasiada confianza la deriva del Gobierno que sali¨® de las urnas en noviembre pasado, cuando el general retirado Otto P¨¦rez Molina lleg¨® al poder enarbolando la bandera de la seguridad, esa palabra que con tanta facilidad se convierte en eufemismo: ¡°Se est¨¢ armando una como asamblea constituyente para cambiar leyes que van a permitir m¨¢s control y represi¨®n. Se est¨¢ criminalizando a los movimientos ecologistas, muchos de ellos ind¨ªgenas, que protestan contra la miner¨ªa. Hasta ahora ha habido movimientos populares que no ha podido reprimir porque la ley no lo permite, pero si la ley cambia¡ Hay un par¨¦ntesis que podr¨ªa cerrarse y expresar cr¨ªticas podr¨ªa volverse peligroso¡±.
?Y qu¨¦ puede hacer la literatura? ¡°En mi caso, enterarse¡±, responde Rey Rosa. ¡°No creo que la literatura tenga grandes efectos, pero s¨ª puede desatar una reflexi¨®n. Un trabajo de ficci¨®n serio puede ser un instrumento de conocimiento, no sociol¨®gico ni etnol¨®gico, simplemente humano. El hecho de tratar de explicarse las cosas ya afecta. No soy optimista y no quiero decir que sea algo bueno, pero s¨ª que la actitud de querer entender cambia la percepci¨®n de la realidad. Sobre todo desde el punto de vista de los que somos parte del sistema queramos o no, los que estamos bien, los que vivimos¡ Quien m¨¢s quien menos, ah¨ª estamos todos y somos una minor¨ªa: yo, los lectores de mis libros¡ a ellos s¨ª que puedo incomodarles un poco. Eso es lo ¨²nico que puedo hacer. Sugerir cierta autocr¨ªtica. En estos ejercicios narrativos m¨ªos hay una especie de autocr¨ªtica como clase¡±. Y a?ade entre risas: ¡°Pertenezco a una clase bastante desagradable. Supongo que lo que marca la diferencia es decir: pertenezco a ella, pero no me siento c¨®modo¡±.
¡°Cuando el 98% de los cr¨ªmenes queda sin resolver, el g¨¦nero policiaco es imposible¡±
Aunque El material humano, su libro del miedo, se mueve entre el diario, la cr¨®nica y el ensayo, Rodrigo Rey Rosa no pierde la fe en la invenci¨®n: ¡°La ficci¨®n es m¨¢s insidiosa, entra como un virus sin que te des cuenta. Tiene la ventaja de ir disfrazada de entretenimiento: llega al fondo sin crear una barrera antes de haber hecho su trabajo¡±. En su caso, el entretenimiento que conlleva toda trama ¡ª¡°y dicen que la trama no engendra arte serio¡±, apunta ir¨®nico¡ª acerca algunos de sus libros al g¨¦nero negro. Eso s¨ª, con todos los matices y dos referentes que se a?aden a la conversaci¨®n: Leonardo Sciascia y Raymond Chandler. ¡°Sciascia, al que empec¨¦ a leer tarde, me ha servido de gu¨ªa de c¨®mo cierta novela policiaca puede ser un instrumento de cr¨ªtica del poder, de un poder an¨¢rquico como el de la mafia. Sin aparente intenci¨®n, la obra de Chandler es una cr¨ªtica muy fuerte a la clase adinerada de Los ?ngeles de su tiempo, a la que pinta como la m¨¢s sospechosa y criminal. En Sciascia todo es m¨¢s consciente, su obra es el reflejo de c¨®mo funciona un sistema de justicia donde nunca se resuelven los cr¨ªmenes porque antes matan al juez. En Inglaterra o en Estados Unidos se llega al fin; en Sicilia y en Latinoam¨¦rica los cr¨ªmenes no se resuelven en el 98% de los casos. Basta con mirar los peri¨®dicos. Eso imposibilita el policiaco y da lugar a un g¨¦nero distinto. Por eso en una novela el final abierto es incluso naturalista¡±.
Los sordos. Rodrigo Rey Rosa. Alfaguara. Madrid, 2012. 240 p¨¢ginas. 18 euros (electr¨®nico: 7,99).
Babelia
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