Am¨¦rica Latina, el continente m¨®vil
Graciela Speranza elabora en un libro un dispositivo facetado para interpretar el arte latinoamericano
Cerca de 40 millones de personas cruzan cada a?o la frontera entre Tijuana, M¨¦xico, y San Diego, EE UU. Ambas ciudades est¨¢n apenas a una decena de kil¨®metros de distancia. El artista belga-mexicano Francis Al?s emprendi¨® un demencial itinerario para ir de un lugar al otro sin cruzar ese conflictivo e hipercontrolado l¨ªmite fronterizo y acudir como invitado a una exposici¨®n. De modo que borde¨® el Oc¨¦ano Pac¨ªfico recalando en Ciudad de M¨¦xico, Panam¨¢, Auckland, Sidney, Singapur, Bangkok, Rang¨²n, Hong Kong, Shanghai, Se¨²l, Anchorage, Vancouver y Los ?ngeles. En total fueron 16 ciudades de tres continentes. Todos los documentos y objetos generados por dicho viaje constituyeron su obra titulada The Loop (1997). Con ella inicia Graciela Speranza el no menos sorprendente trayecto al que invita al lector a trav¨¦s de su libro Atlas port¨¢til de Am¨¦rica Latina. Arte y ficciones errantes, finalista en el Premio Anagrama de Ensayo 2012.
Es un libro que elude el desarrollo lineal y adopta una t¨¢ctica algo err¨¢tica, pero curiosamente coherente. La idea surgi¨® cuando la autora ¨Ccr¨ªtica de arte, narradora y guionista argentina-- visitaba la exposici¨®n Atlas ?C¨®mo llevar el mundo a cuestas? en el Museo Reina Sof¨ªa, de Madrid, a principios del a?o pasado. La muestra tomaba como referencia el Atlas Mnemosyne, de Aby Warburg, y su comisario, el pensador Georges Didi-Huberman, compuso de la misma manera un conjunto formado por im¨¢genes que se relacionaban entre s¨ª a trav¨¦s de v¨ªnculos ajenos a una historiograf¨ªa lineal. En esa exposici¨®n no figuraba ning¨²n artista latinoamericano. Pero no fue el resentimiento ante esa omisi¨®n, ni el deseo de afirmaci¨®n de una cierta ¡°identidad¡± lo que llev¨® a Speranza a realizar este trabajo. M¨¢s que completar esas lagunas, habituales y previsibles hasta hace poco, decidi¨® usar el modelo Warburg y trasladarlo a algunas de las claves de eso tan difuso que es el arte latinoamericano. Y lo ha hecho combinando descripciones y reflexiones sobre trabajos de artistas como Guilllermo Kuitca, Vik Muniz, Adriana Varejao, Francis Al?s, Tom¨¢s Saraceno, Gabriel Orozco, Teresa Margolles, Doris Salcedo o Alfredo Jaar, entre otros, con los de escritores como Roberto Bola?o, Mario Bellatin, Marcelo Cohen, Carlos Busqued, Fernando Vallejo o Sergio Chejfec.
Los elegidos para este itinerario son ¡°artistas intempestivos¡±, como dice la autora, ¡°que est¨¢n en su tiempo pero tambi¨¦n pueden mirarlo con cierta distancia, percibir no solo sus luces sino tambi¨¦n su oscuridad, atender a los signos del presente pero tambi¨¦n a lo arcaico¡±.
Am¨¦rica Latina es una especie de gran madeja de migraciones. A los habitantes nativos originales se les han sumado a lo largo de cinco siglos poblaciones formadas por sudeuropeos (Espa?a, Portugal e Italia, en su mayor¨ªa), africanos (como esclavos) y asi¨¢ticos (chinos y japoneses). Son 22 pa¨ªses con tantas similitudes como diferencias y, aun as¨ª, un nombre com¨²n que parece decir algo muy concreto. ?Pero qu¨¦ es ¡°lo latinoamericano¡±? Y en referencia concreta al mundo de la creaci¨®n contempor¨¢nea, ?por qu¨¦ se ha convertido en algo tan global como local?
Las respuestas dispersas de este libro se agrupan en torno a los mapas, las ciudades, las estrategias de supervivencia, a las esferas y redes de relaciones. Para ir de un sitio a otro no hay nunca una l¨ªnea recta. Podr¨ªa se como un juego de ideas y met¨¢foras pero es una propuesta que va tejiendo un universo que rompe las leyes de la l¨®gica sin dejar de apuntar a los sinsentidos de lo racional. El arte contempor¨¢neo es, al fin y al cabo, un lenguaje para la ficci¨®n. Con la misma efectividad para su disecci¨®n de la realidad como lo puede ser la novela. Para la suspensi¨®n temporal de la incredulidad, como ped¨ªa Borges, un Virgilio intempestivo en esta ruta. Todo fluye y no hay fronteras. Son artistas que ocupan ya un lugar destacado en la escena trasnacional del arte contempor¨¢neo. Es decir, forman parte de lo global y no reivindican literalmente sus ra¨ªces, pero a la vez reclaman el derecho a la duda y las preguntas por el lugar que ocupan en un mundo que sigue considerando a Am¨¦rica Latina un destino ¨Cun origen-- ex¨®tico y un tanto ajeno. ¡°M¨¢s que representar mi cultura, mi raza o mi g¨¦nero, trato de generar un espacio vac¨ªo que pueda ocupar el que mira y le permita encontrar su propia identidad en la experiencia¡±, dice el mexicano Gabriel Orozco en el libro. Speranza arroja sus conclusiones de un modo quiz¨¢ m¨¢s complejo, pero claro al fin y al cabo, si se sigue paso a paso: ¡°el arte latinoamericano puede definir su lugar en la red de la cultura mundializada sin subsumirse sin m¨¢s en la esfera global jer¨¢rquica que aloja las culturas perif¨¦ricas anulando las tensiones, sin complejizando la red con relaciones flexibles que preserven la autonom¨ªa relativa de la esfera propia y al mismo tiempo aumenten la tensi¨®n y la variedad de los enlaces¡±.
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