La humanidad del gran pirata financiero
Jarecki nos habla de un tibur¨®n financiero cuyo imperio se puede desmoronar y elige a Richard Gere para que lo interprete
Hace calor pegajoso, h¨²medo y tormentoso en San Sebasti¨¢n, una ciudad tan hermosa que te invita permanentemente a estar en la calle, en la que supone un pecado guarecerse en el hotel aunque veas y escuches el mar desde tu habitaci¨®n. Pero ya no tengo ni edad ni esp¨ªritu para que las inclemencias del tiempo me machaquen a cambio de disfrutar del paisaje. O sea que espero pacientemente en mi refugio a que llegue la noche para ir a cenar, algo que constituye uno de los placeres ancestrales en una ciudad que se empe?a en mimar sin prisas y sin pausas al paladar y al est¨®mago.
Lo hago en un restaurante excelente, de toda la vida, r¨²stico, enemistado con las cargantes tendencias y la sofisticaci¨®n pretenciosa. La conversaci¨®n con el amigo que estoy cenando es muy grata, pero durante unos segundos este percibe que mi mirada y mi cabeza se han ausentado. La culpa es de una se?ora que atraviesa el restaurante buscando la salida. Es de estatura media, no lleva maquillaje o es muy leve, usa calzado plano, su edad hace tiempo que cruz¨® el oto?o. Pero la encuentro guap¨ªsima, todo en ella desprende hipnosis y estilo. Aunque la visi¨®n es muy breve hay algo en ella que me resulta familiar. ¡°?De qu¨¦ conozco yo a esta dama?¡±, me pregunto. Mi memoria tarda un minuto en resolver el enigma. Llevo cuarenta y cinco a?os en su compa?¨ªa, enamorado de su arte y de su persona a trav¨¦s de una pantalla. Se llama Susan Sarandon. Es una actriz inmensa, estoy seguro de que tambi¨¦n posee una notable inteligencia, todo en ella resulta atrayente, ha sido, es y ser¨¢ una estrella en el sentido m¨¢s profundo y perdurable hasta el d¨ªa que la palme.
Encontrarse fuera de focos a mujer tan fascinante no va a ser una ex¨®tica casualidad en esta edici¨®n del festival de San Sebastian. Su director, Jos¨¦ Luis Rebordinos, alguien dotado de una energ¨ªa proteica, honradez, imaginaci¨®n y esa virtud tan infrecuente denominada buen rollo, se ha propuesto tambi¨¦n ejercer de mago, conseguir que en los tiempos tan duros que una corte de delincuentes legalizados nos han obligado a malvivir, con un presupuesto que consecuentemente cada vez est¨¢ m¨¢s limitado para montar festejos cinematogr¨¢ficos, lograr que un mont¨®n de grandes personalidades del cine se acerquen a San Sebasti¨¢n. Con el past¨®n que ello implica. Lo ha logrado mediante el posibilismo, negociando con las productoras y distribuidoras para que ellas financien la presencia de esa estrellas que vienen a promocionar el lanzamiento de sus pel¨ªculas, repartiendo honor¨ªficos premios Donostia a diestra y siniestra para justificar la llegada de actores y actrices tan populares.
La lista apabulla. Van a visitar el festival gente con tanto magnetismo para esa cosa tan subvalorada por los cretinos con ¨ªnfulas intelectuales y llamada p¨²blico como Susan Sarandon, Richard Gere, Tommy Lee Jones, Dustin Hoffman, Ewan McGregor, Benicio del Toro, Javier Bardem, Pen¨¦lope Cruz, Jean Rochefort, Claudia Cardinale, John Travolta, Isabelle Huppert, Ben Affleck y Catherine Deneuve. Ya s¨¦ que este desfile de vanidades le resultar¨¢ superfluo a los cr¨ªticos rigurosos, vanguardistas y honestos cuya idea del orgasmo es darse un atrac¨®n de cine asi¨¢tico y de autores especializados en propuestas radicales, pero no tengo dudas de que est¨¢ alborozada la gente que pasa por taquilla y los periodistas que tienen la obligaci¨®n durante el festival de informar diariamente a lectores, oyentes y telespectadores sobre personajes cinematogr¨¢ficos que despierten generalizada atenci¨®n. As¨ª de injusta, epid¨¦rmica y embrutecedora es la vida, supuestos colegas.
El fraude, la pel¨ªcula que ha inaugurado el festival, es la estimable ¨®pera prima de Nicholas Jarecki, un escritor cuya obra desconozco y hermano de Andrew Jarecki, autor de aquel estremecedor documental sobre una familia acusada de pederastia y titulado Capturing the Friedmans. Jarecki nos habla de un tibur¨®n financiero cuyo imperio se puede desmoronar. Y no comete el error de retratar a este tipo con cuernos y rabo, con la imagen demoniaca de los depredadores econ¨®micos que tanto nos consuela a sus v¨ªctimas. Elige a Richard Gere para que lo interprete, a un antiguo sex-symbol que todav¨ªa mantiene su apostura y su elegancia, adem¨¢s de su credibilidad y de dotar de complejidad a sus personajes.
Jarecki est¨¢ hablando de la gran corrupci¨®n, pero eso no implica que el que la encarna nos parezca un monstruo. Puede ser muy humano, querer un mont¨®n a su esposa, a sus amantes, a sus hijos y a sus nietos, preocuparse por el presente y el futuro del problem¨¢tico hijo de su antiguo ch¨®fer, sentirse acorralado por la mala suerte, soportar una presi¨®n excesiva, tratar con respeto a sus empleados, ser invadido por el p¨¢nico ante la posibilidad del derrumbe de su vida afectiva y profesional, poseer contradicciones.
Este profesional de la amoralidad alberga sentimientos, incertidumbres y miedos, es list¨ªsimo y tambi¨¦n encantador sin tener que hacer demasiado esfuerzo. Jarecki nos muestra el anverso y el reverso de su personalidad, sus luces y sus sombras. Esa ausencia de manique¨ªsmo hace su pel¨ªcula m¨¢s inquietante. Qu¨¦ miedo saber que todo est¨¢ en venta, que los grandes delincuentes quedar¨¢n siempre impunes, que los fraudes ejercidos desde el poder est¨¢n legitimados. Jarecki no intenta manipular ni hacer trampas. Cuenta bien la historia y la cierra consecuentemente. No es una obra maestra, pero s¨ª una pel¨ªcula muy digna, con un agradecible equilibrio entre la calidad y la comercialidad.
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